Arquitecto madrileño se niega a recoger su coche, retirado por la 'grúa' el 21 de mayo
El 21 de mayo, Manuel Antolín había dejado su Simca 1200 en un lugar habitual: justo al lado de la puerta de acceso al edificio en obras de la calle de Martínez Izquierdo, 47. Ahora acababan de marcar el bordillo de la acera con pintura roja y blanca; todavía no habían retirado los dos cubos sucios y la brocha. En realidad, el coche se adentraba medio metro en la zona pintada, pero aparentemente no impedía el paso.A la mañana siguiente el Simca 1200 Special, de color blanco, con techo de vinilo negro, había desaparecido. Según varios testigos, se lo había llevado la grúa. Al agujero más próximo, sin duda. "Llegó un camión; el camionero dijo que le estorbaba y llamaron a los municipales. Estará en el depósito de la calle de Alfonso XIII, que cae más cerca que el otro, el de Cuatro Caminos. Lo mejor que puede hacer usted es pagar la multa y recuperarlo; todo lo demás sería complicarse la vida". Manuel Antolín no hizo caso de consejos ni advertencias; tenía un convencimiento y una sospecha: estaba seguro de que el Simca no estorbaba en absoluto y sospechaba que se lo habrían llevado por pura comodidad. Así que decidió remover el asunto. Impugnaría el servicio de la grúa y haría lo posible porque le devolvieran el coche al lugar exacto donde había sido aparcado.
En principio habría que conseguir un abogado. Repasó la lista de amigos y conocidos. Ninguno estaba en disposición de encargarse del asunto. "¿No sería mejor que pagases la multa y recuperases el coche?". Asesorado por alguno de ellos, se presentó en el Colegio de Madrid y pidió un nombre. Allí le dijeron que ofrecerle el nombre de un afiliado era, en cierto modo, agraviar el principio de igualdad de oportunidades. Por fin, un último amigo le aconsejó que se alistase en el Comisariado Europeo del Automóvil.
Paralelamente, había hecho algunas gestiones que consideraba imprescindibles: se presentó en las oficinas de la Gerencia Municipal de Urbanismo, donde pidió primero confirmación de que el edificio en obras tenía verdaderamente el número 47 de Martínez Izquierdo y luego preguntó si alguna empresa disponía de permiso de bordillo para paso de carruajes en ese tramo de calle. Le extendieron un certificado donde se decía: "No hay antecedentes de reserva de permiso en ese número". Cada día más convencido de que podría llegar al fondo de la cuestión y de que tendrían que compensarle los gastos, guardó recibos de todos sus viajes en taxi al Ayuntamiento.
Entre tanto, el Simca Special fue trasladado a los grandes almacenes de la grúa en Majadahonda; un desmonte lleno de alturas y recovecos que hace pensar en una catástrofe nuclear. Pasaron las semanas y los meses. Con el pretexto de recuperar la documentación, un día decidió echarle un vistazo. Tendría que pedir un nuevo permiso. Una vez en el laberinto, le hizo personalmente una pequeña revisión. "En seguida descubrí que alguien me había cambiado una rueda, la más nueva, por otra con la goma raída y los cordajes al aire. Sólo hay una salida: denunciar el caso en comisaría". Tendrá que tomar un taxi, aguardar turno, presentar su carné de identidad y repetir cuidadosamente sus datos personales. Desde mayo, sólo ha mejorado su, situación en un pequeño matiz: ahora no puede llevársele el coche la grúa.
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