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Ariel Sharon: "Cuando está en juego la supervivencia de Israel no hay halcones ni palomas, sólo judíos"

Pregunta. General Sharon, he hablado con varias personas aquí en Israel, desde que salí de Beirut, también con soldados jóvenes que volvían de la guerra, y algunos me han dicho que esta guerra era injustificada. Si no era injusta, al menos injustificada. Se han hecho ustedes tan belicosos, tan beligerantes. Siempre hablando de la guerra, siempre dispuestos a la guerra y a expandirse. Ya no son ustedes la nación del gran sueño, el país por el que todos llorábamos. Han cambiado. Uno de esos jóvenes me dijo: "Nos estamos convirtiendo en la Prusia de Oriente Medio".Respuesta. No es cierto. Tenemos muchas cosas que hacer aparte de combatir. Tenemos que desarrollar nuestra educación, nuestra cultura, nuestra agricultura, nuestra industria, nuestra ciencia. Tenemos que asimilar a los judíos que llegan de más de setenta países y forjar una nación con ellos. Por último, no participamos en la carrera de armamentos. Lo que tratamos es simplemente de mejorar nuestra capacidad de defensa para preparamos para cuando haya que reaccionar.

P. Ese joven tenía sus dudas. Su héroe era el coronel Gheva, el que se negó a seguir al frente de sus hombres en el sitio de Beirut.

R. Pobre Eli, le conozco bien. Le conozco desde que era niño, y lo siento por él. No quería entrar en Beirut. Bueno, pues perdió el mando de su brigada, destrozó una carrera brillante en el Ejército y no entramos en Beirut. ¿Un héroe? Yo no diría eso. Por su culpa la guerra duró más y tuvimos más bajas. Sí, ¡por culpa suya! Tanto hablar de él... Todas esas manifestaciones de pacifistas que organizó la oposición por culpa suya... Por un momento apoyó a los terroristas. Y de nada sirvió que le dijera: "Eli, Eli, es cuestión de moralidad. Tus tropas están en el frente, miles de soldados que confían en ti. ¿Te das cuenta de lo que haces? Eli, Eii, ¡estás ayudando al enemigo!". El primer ministro le dijo también lo mismo, y el jefe del estado mayor.

Todos nosotros le recibimos. ¡Porque tenemos una verdadera democracia! Dígame, ¿qué otro país se hubiera portado así con un oficial que se niega a mandar sus tropas en una guerra? Piense en Inglaterra, que se tiene a sí misma como la cuna de la democracia. Piense en la censura y todas las estrictas reglas que impuso Inglaterra cuando la guerra de las Malvinas. ¿Qué habría hecho el Ejército británico con el coronel Gheva en Inglaterra? Pero no cambió de idea. Insistía en que no quería entrar en Beirut, que esto habría costado las vidas de muchas personas en ambos lados. Lo extraordinario del caso es que durante los primeros días de la guerra se quejaba de que no bombardeábamos lo suficiente. Quería más bombas, más metralla.

P. ¡Por Dios! Lo que usted dice da la razón a Sadat cuando decía que en Israel no hay ni halcones ni palomas, y que sólo hay superhalcones y superpalomas.

R. Cuando está en juego nuestra seguridad, nuestra supervivencia, no hay ni halcones ni palomas, sólo hay judíos.

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P. General Sharon, a veces surge una sospecha. La sospecha de que, antes que la seguridad o que la defensa, a usted le mueven grandes ambiciones. Lo digo teniendo en cuenta el discurso que usted escribió para el Instituto de Estudios Estratégicos que se celebró en diciembre pasado en Tel Aviv. El discurso donde, partiendo del problema del expansionismo soviético y al describir la zona de influencia de los intereses estratégicos de Israel, usted declara que "tales intereses no se limitan a los países árabes de Oriente Próximo, del Mediterráneo, del mar rojo. Y, por razones de seguridad, en la década de los ochenta, deben ampliarse a fin de incluir a países como Turquía, Irán, Pakistán y zonas tales como las del golfo Pérsico y Africa, ¡Cielos! ¡Es inquietante!

R. Bien... Ya veo que se ha aprendido bien la lección. Contestaré. Israel es un país muy especial y por razones particulares, que se resumen en la palabra persecuciones, debemos enfrentarnos a los problemas globales que se relacionan con la seguridad global. Estos problemas se encierran en tres círculos. Primer círculo, el terrorismo palestino. Segundo círculo, confrontación con los países árabes, que nos amenazan con 13.000 tanques en este momento. Tercer círculo, el expansionismo soviético, que ha ido ampliándose en Oriente Próximo, como usted dice.

P. Pero, ¿a ustedes, quién les amenaza en Africa, en Turquía, en Irán, en Pakistán? ¿Y qué es lo que se proponen en realidad? No me gustaría sospechar que la invasión de Líbano ha sido el principio de una operación mucho más amplia.

R. La respuesta es no. Definitivamente, no. Habla usted como si quisiéramos ocupar los territorios donde tenemos intereses estratégicos. Es un asunto distinto, y se lo explicaré con una pregunta. Suponga que los soviéticos llegan a las costas del golfo Pérsico, ¿afectaría o no a la posición estratégica de Israel? Suponga que los soviéticos se apoderan de los pozos de petróleo del golfo Pérsico, ¿dañaría o no la esfera de nuestros intereses estratégicos? Suponga que Turquía queda bajo el dominio de los soviéticos, ¿estaríamos o no en peligro?

¿Así que tenemos derecho o no a preocuparnos? ¿Significa, el que nos preocupemos, que queremos conquistar. Turquía, Irán, Pakistán, el golfo Pérsico, Africa entera?

P. General Sharon, ¿quién es su enemigo, real: Arafat o la Unión Soviética?

R. Señorita Fallaci, tenga en cuenta que sin el apoyo de la Unión Soviética, tanto militar como político, los países árabes nunca habrían podido declaramos la guerra como en 1948. Nos atacaron porque les, animó y apoyó totalmente la Unión Soviética. Ahora, examinemos la relación que existe entre la Unión Soviética y la OLP. Es muy sencillo. La OLP se halla apoyada militar, económica y políticamente por la Unión Soviética, porque ésta ha entendido bien que en la era atómica, el terrorismo es el único acto bélico que se puede emprender sin arriesgarse a un enfrentamiento nuclear. Para expandirse, la Unión Soviética necesita a Arafat, a la OLP. Y, si usted me dice que Arafat no es comunista, le respondo, y a los soviéticos ¿qué les importa? Lo único que les preocupa es tenerle bajo su dominio, utilizarle como una herramienta de su juego, de su expansionismo. ¿Es Siria un país comunista? Todo el mundo se escandaliza con los americanos, por el armamento americano. Le puedo decir que las armas que la Unión Soviética distribuye por esta parte del mundo exceden monstruosamente las que nosotros y otros países compramos a los americanos.

P. Lo creo. Pero volvamos al tema de Líbano.

R. ¡No queremos un solo centímetro cuadrado de Líbano!

P.¿Ni siquiera en el Sur, en la zona de Litani? Lo digo porque mucho antes de su discurso para el Instituto de Estudios Estratégicos, es decir, en 1955. Ben Gurion ideó un plan, puesto en práctica posteriormente por Moshe Dayan. Y, según este plan, Israel debía invadir Líbano; luego, comprar a un maronita libanés y hacerle presidente; luego, bajo su mandato, instalar un régimen cristiano y firmar con él una alianza. Finalmente, deberían retirarse y anexionarse la región de Litani.

R. Existen dos tendencias dentro del sionismo: la rama política, de Weizman, y la pragmática, de Ben Gurion, Golda Meir y Moshe Dayan, la vieja generación. Yo pertenezco a la política, que cree en los pactos, en los acuerdos legales, la letra escrita. Este es también el caso del Gobierno Beguin; le aseguro que no tenemos la mínima intención de quedarnos con un solo centímetro de Líbano.

P. Pero es que no les hace falta quedarse con nada. Lo que necesitan es elegir como presidente a uno de 34 años; es decir, a un falangista llamado Bechir Gemayel; establecer una alianza con él y mantener su Ejército en el país durante cierto tiempo para proteger la alianza. Les basta con tener una colonia de hecho, como los soviéticos en Afganistán.

R. Señorita Fallaci. Es usted una mujer muy agradable y quiero mostrarme cortés. No quiero gritarle, y no quiero enfadarme, pero jamás había oído semejante calumnia. ¡Es mentira! ¡Es un insulto! ¡Me está calumniando, me está insultando!

P. ¿Por qué? Todo el mundo sabe que Bechir Gemayel era la baza que iban a jugar. Todo el mundo sabe que se van a quedar en Líbano todo el invierno por lo menos. Incluso han repartido a los soldados botas especiales para el frío. General Sharon, ¿no se van a quedar en Líbano otros quince años, como en el Sinaí, verdad?.

R. No. Creo de verdad que esta vez nos quedaremos mucho menos.

P. ¿A pesar de la necesidad de proteger a su nuevo aliado?

R. Le voy a responder en estilo minifalda. Es decir, lo suficiente para cubrir el tema, pero lo bastante corto para hacerlo interesante. No queremos intervenir en los asuntos internos de Líbano, pero sería una hipocresía que dijésemos que aceptaríamos un Gobierno en Beirut dispuesto a acoger nuevamente a los terroristas y a los sirios. Hoy, como ayer, el Ejército libanés no es lo suficientemente fuerte como para poderse permitir estar sólo.

Siria sigue ocupando cerca de la mitad del territorio de Líbano, aún quedan terroristas en Trípoli y en el valle de la Bekaa con los sirios. El nuevo Gobierno es un bebé recién nacido gracias a una cesárea. ¿Tiene un recién nacido de una cesárea capacidad para enfrentarse a la situación de Libano? No hay duda de que no. Y hay algo más: si los sirios se quedan cerca de Beirut, si abandonamos el control de la carretera de Beirut a Damasco, el recién nacido no sobrevivirá.

P. ¿Y qué pasaría si, quedándose en esa carretera, se encuentran con que han llegado a Damasco?

R. No haría falta llegar hasta Damasco. No queremos llegar a Damasco, de verdad que no; nunca lo hemos querido. Incluso pienso que deberíamos evitar la lucha en el valle de la Bekaa. Pero, si los sirios no se van, nosotros tampoco nos vamos. Y en ese caso todo se convierte en un asunto feo, porque, escuche, los sirios tendrán un grave problema. Nuestras tropas y artillería que se encuentran en el valle de la Bekaa están a veinticinco kilómetros de Damasco. Esto significa que la capital siria está ahora al alcance de nuestros cañones. Sí, ha cambiado la situación: antes de la guerra, la artillería siria podía golpear a 42 kilómetros de distancia, podía bombardear los suburbios y la zona industrial de Haifa. Ahora, con cañones menos potentes, podemos bombardear Damasco cuando queramos. Pero no nos atrae la idea.

Sinceramente, prefiero una solución pacífica. ¿Por qué hay que recurrir siempre a la guerra para solucionar todo?

P. ¡Caramba! Pensé que le gustaba la guerra.

R. Ese es el mayor error que la gente comete conmigo. Es decir, verme como soldado, como un belicista al que le gusta pegar tiros. Sólo una persona que haya estado en la guerra tantas veces como yo, que haya visto en una guerra los horrores que yo he visto, que haya perdido en la guerra todos los amigos que yo he perdido y que haya sido herido como yo puede odiar la guerra tanto como la odio yo. Y si me pregunta cuáles han sido los días más felices de mi vida, le respondo: los tres años que pasé en mi granja, conduciendo el tractor y cuidando a mis preciosas ovejas.

P. Escuchando esta respuesta, ¿quién podría creerse la imagen que se tiene de usted?

R. ¿Qué imagen?

P. Bueno, usted lo tiene que saber. Desde luego, no tiene fama de ángel. Si enumero todas las opiniones que he oído de usted, puede que perdiera su extraordinario control y perdiera la paciencia que está teniendo conmigo.

R. Dígame, dígame.

P. Veamos... Le llaman, por ejemplo, asesino, cruel, que es usted una apisonadora, despiadado, un elefante sediento de poder.

R. Otros me llaman otras cosas.

P. Lo sé. Los soldados que le son fieles le llaman "rey de Israel", "rey Arik". Y dicen que es usted un líder nato, un soldado valiente y un hombre leal. Pero la verdadera imagen pública que se tiene de usted es la que le acabo de dar. ¿Por qué? ¿Cómo ha surgido? Tiene que haber algún motivo. ¿Puede serlo Qibia?

R. Señorita Fallaci, es usted tan dura, y está pintando un retrato de mí tan duro, que por un momento he creído que era usted la que estaba concediendo una entrevista, no yo. Sin embargo, sabe muy bien que la imagen de un hombre raras veces coincide con la que de él dan los periódicos. Sabe muy bien que, una vez lanzada una calumnia, inventada una calumnia, ésta es repetida y calcada; en fin, aceptada como verdad. ¿Quiere hablar de Qibia? Hagámoslo. 15 de octubre de 1953, operación Susana. Recibe este nombre de una niña israelí asesinada junto a su hermano y su madre por terroristas árabes que tenían en Qibia su refugio. La operación Susana consistía en volar la casa donde estaban los terroristas, y yo la dirigí personalmente, entrando casa por casa para evacuar a la gente antes de dinamitar el edificio. Empezamos a las once de la noche y continuamos hasta las cuatro de la madrugada, cuando caí dormido por el cansancio. Al despertarme a mediodía, me enteré que la radio jordana había dado la noticia informando que en la operación murieron 69 personas, todas mujeres y niños. No daba crédito a mis oídos, porque antes de retirarme a descansar conté las pérdidas del enemigo, que consistían en una docena de soldados jordanos. ¿De dónde salieron entonces esos 69 cadáveres de mujeres y niños? Bajo los escombros de una casa, en el sótano, me dijeron. Evidentemente se habían escondido allí, y con la oscuridad no fueron vistos. Me encontré muy mal, tan mal que un año después recomendé que una operación similar no se llevara a cabo. ¿Alguna otra cosa?

P. Bien. Escojamos el suceso de Gaza. Ese en, el que fueron muertos 37 soldados egipcios mientras estaban durmiendo.

R. Le aseguro que no estaban durmiendo. Veamos. Gaza, 1955, operación Flecha Negra. También en esta ocasión mandaba yo la incursión, con la famosa Unidad 101. Estaban tan poco dormidos esos egipcios que tuvimos que afrontar un duro y sangriento combate cuerpo a cuerpo. Nos retiramos con ocho muertos y doce heridos. Un muerto y un herido sobre nuestras espaldas. No es necesario decir nada más.

Hay gente que me odia, lo sé, y políticos, porque siempre digo lo que pienso. Siempre hago lo que quiero, y no soy demasiado frágil, ni sé cómo asociarme con grupos que lo que buscan es una protección mutua. En efecto, he cambiado cinco veces de partido . Pero si los que me odian y me temen fueran mayoría, ¿cómo es posible que haya tenido tanta influencia en este país durante tantos años? ¿Cómo hubiera podido crear un partido político, el Likud, que ha ganado las elecciones dos veces y que ha dado un giro histórico al país? ¿De dónde vendría todo el poder que tengo? Ya se lo he dicho: en Israel hay democracia.

P. Un congresista llamado Ayer Maur ha dicho: "Si Sharon se convierte en primer ministro, me pregunto cuál será el futuro de la democracia israelí". Y otro ha añadido: "Construiría campos de concentración por todas partes".

R. Escuche, está haciendo un trabajo importante. No lo estropee.

P. Está bien. Cojamos Golda Meir, que decía: "Si Arik se acerca al Ministerio de Defensa, le monto yo misma piquetes piara impedirle que entre".

R. Mis relaciones con Golda Meir eran buenas cuando estaba en el Partido Laborista. Pero, cuando lo abandoné para fundar el Likud, una empresa que ella consideró infantil, no me lo perdonó. Empezó a odiarme de una forma increíble. Con toda la fuerza de que era capaz. Y Dios sabe que era mucha, como la de todos los de su generación. Ahora, dígame qué más quiere saber de mí.

P. Quiero saber si su objetivo es convertirse en primer ministro, como dice todo el mundo.

R. En primer lugar, creo que Beguin va a seguir muchos años como primer ministro. En segundo lugar, no tengo ningún ansia de serlo. Hay tanto que hacer dentro y desde el Ministerio de Defensa. Por ejemplo, necesitamos solucionar política y pacíficamente el problema palestino. Nosotros no hemos estado luchando con los palestinos, estábamos en guerra con los terroristas de la OLP, y haber resuelto el problema de la OLP supone haber realizado una mínima parte de esta tarea.

P. ¿Resuelto? ¿Cree, de verdad, que lo ha resuelto, general Sharon? ¿No piensa ni por un momento que, por el contrario, lo ha multiplicado, lo ha aumentado? De los 10.000 hombres perseguidos, expulsados, separados de sus familias, dispersos por ocho países diferentes nacerá una generación de odio. Y a partir de este momento, el terrorismo estallará por todas partes, más ciego que nunca. Los hombres a los que usted se cree que ha derrotado son seres airados, general Sharon, de ninguna manera resignados. Arafat acaba de decir que su lucha continuará como antes.

R. Yo no hablaría de estas hipotéticas y desastrosas posibilidades. Ya le he dicho que en esos países no podrán hacer lo que hacían en Líbano. Siria y Jordania no se lo permitieron en el pasado, de manera que no veo por qué se lo iban a permitir ahora. Y las otras naciones árabes ya han dicho que sólo autorizarán actividades políticas, y no olvide que sus Gobiernos no están dispuestos a que les desbanquen como en Beirut. Además, si los terroristas palestinos intentan algo, Israel no se va a quedar quieta. ¿De verdad que Arafat ha dicho que todo va a seguir como antes? Bueno, si fuera él, ni siquiera lo intentaría. Les he hecho un regalo a esos asesinos: les he regalado la vida. Pero tanta suerte no es una garantía para el futuro. ¡Ay de ellos si se atreven a empezar de nuevo con sus sangrientas actividades, incluso en países que están lejos de Israel! ¡Ay de ellos!

P. ¿Y qué hay de los cuatro millones de palestinos que no pertenecen a la OLP y que viven dispersos en los campos de refugiados de Líbano, Siria, Gaza, Cisjordania? Dígame, general Sharon, ¿qué quiere hacer con estos nuevos judíos de la tierra, condenados a vagar en una diáspora tan cruel como la que ustedes han padecido?.

R. Tienen una patria. La Palestina a la que se llama Jordania.

P. ¿Se refiere a la Jordania del rey Hussein?

R. Por supuesto. Mire, este asunto de los palestinos lleva más de doce años intrigándome, y cuanto más pienso en él, más con vencido estoy de que Jordania, es decir, Transjordania, es la única solución. Se lo dije a Sadat. Me explico. Hasta 1922, la tierra de Israel, que los ingleses llamaban Palestina, se componía de dos partes: la Cisjordania, que ustedes llaman West Bank, es decir, la tierra que se extiende desde el río Jordán, y la Transjordania, la tierra que Churchill dio al padre de Hussein para que instalara el reino hachemita. En Transjordania, el 70% de la población son palestinos; la gran mayoría de los miembros del Parlamento son palestinos; casi todos resultan ser los ministros y primeros ministros palestinos. Y sólo el 30% son beduinos. Los beduinos de Hussein. Créame, es la solución perfecta. No soy el único que lo dice.

P. Entonces, según su solución, todos los palestinos deberían coger las maletas y trasladarse a Jordania.

R. ¿Por qué? Ya viven allí.

P. No. Me refiero a los habitantes de los campamentos de refugiados. Esa pobre gente que vive en las chozas y en los barracones de Líbano, de Siria, Gaza y Cisjordania.

R. Algunos podrían quedarse donde están, y otros podrían trasladarse a Transjordania.

P. Entiendo. ¿Y qué haríamos con el rey Hussein? ¿Habría que matarle? ¿O le enviaríamos a Montecarlo a dirigir el casino?

R. No me preocupa Hussein, no me preocupan los casos personales. Puede hacer lo que quiera. Incluso podría quedarse allí. ¿Por qué no? Los griegos estaban buscando un rey y eligieron uno anglogermano. ¿Por qué no iban los palestinos a conservar un rey hachemita? Si lo mantienen, no tienen que buscar otro.

P. Entiendo. ¿Y los beduinos? ¿Dónde les enviaríamos? ¿Les mataríamos también? ¿Les arrojaríamos al mar Muerto, para tener otro tipo más de refugiados en el mar, los refugiados del mar Muerto? ¿O podríamos dispersarlos como a los hombres de Arafat, para que fundaran la OLB (Organización para la Liberación de los Beduinos)?

R. Los beduinos forman parte de una población de Jordania, perdón, de Transjordania. Como Hussein, pueden quedarse donde están. Le repito que los casos personales no me interesan. Lo que contaba para mí es que ya existía una Palestina, que ya existe un Estado palestino, de manera que no hay por qué crear otro nuevo. Y le digo que jamás permitiremos otro Estado palestino. Jamás. Porque la solución que todos ustedes buscan es un segundo Estado palestino, una segunda Palestina. Y, según esta solución, esta segunda Palestina debería estar en Judea y Samaria, lo que llaman la Cisjordania. Y a esto, yo respondo, los israelíes respondemos: no será así. Nadie tocará Judea ni Samaria. Ni Gaza. Olvídelo.

Judea y Sarnaria nos pertenecen. Han sido nuestras desde hace miles y miles de años. Judea y Samaria son Israel. Y también lo es Gaza, toda la franja de Gaza. E incluso, aunque no existiera la Biblia, incluso si no tuviéramos nuestros sentimientos, está nuestra seguridad. Nuestra supervivencia. Esto es algo crucial, porque en esa región viven dos tercios de la población israelí, y, sin Judea y Samaria, seríamos eliminados al instante.

P. General Sharon, ¿cree en Dios?

R. Bueno, no soy una persona religiosa. Jamás lo he sido, aunque sigo ciertas reglas de los judíos, como no comer cerdo. Nunca como cerdo. Sin embargo, pienso que sí creo en Dios. Sí, creo que se puede decir que creo en Dios.

Entonces rece a Dios por los que no creen en él, por favor. Porque tengo el horrible presentimiento de que está usted a punto de arrojarnos a todos a un desastre apocalíptico.

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