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Moscú prefiere no dar señales de inquietud

Ayer, en vísperas de las acciones convocadas para hoy por la oposición polaca, el Krenilin no parecía haberse conmovido. Las escasas informaciones que en la URSS se publican sobre Polonia siguen la tónica iniciada al final del último año, cuando el general Wojciech Jaruselski decretó el estado de emergencia: ninguna señal de alarma sugiere que los soviéticos estén inquietos por la situación en el país vecino.La última intervención pública del general polaco, el domingo, ha sido citada por los medios de comunicación de la URSS, que han destacado los párrafos más duros, velando los pasajes renovadores de su discurso. Aparentemente al menos, Moscú sigue confiando en el general que logró normalizar Polonia sin tener que acudir a la ayuda fraternal de los demás países del Pacto de Varsovia.

En cualquier caso -se estima en Moscú-, la confianza que el Kremlin,ha depositado en Jaruzelski tiene, como todo un límite y se le seguirá manteniendo mientras siga controlando la situación. Así, las acciones previstas para hoy por Solidaridad se convierten en una buena prueba para el general.

Si las calles de Polonia vuelven a ser escenario de conflictos, es muy probable -según se cree en la capital soviética- que los países hermanos se muestren contrarios al levantamiento- del estado de emergencia y a la revalidación del proceso renovador.

Moscú, mientras, prefiere tratar los aspectos económicos del problema polaco, sin aludir, prácticamente, a sus facetas políticas. Los soviéticos parecen dar por sentado que el proceso de recuperación económica de Polonia va para largo y, por ello, no agobian con sus críticas a los responsables de Varsovia.

Sin embargo -estiman observadores occidentales-, no se les cree dispuestos a aceptar que nuevos incidentes o experimentos renovadores hagan reversible el proceso normalizador. Por el momento, los disturbios ocurridos en Polonia durante las últimas semanas no han inquietado a los soviéticos. Al menos, en apariencia.

El pasado 16 de agosto, mientras el general Jaruzelski visitaba a Leónidas Breznev en su residencia veraniega de Crimea, los sindicalistas polacos celebraban en manifestación sus pasadas luchas. Y, sin embargo, los comentarios periodísticos en la URSS obviaban el problema y esbozaban un paisaje político bastante optimista.

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De todos modos -y aun en el caso de que el Kremlin tuviera alguna seria objeción que hacer al proceso polaco-, Moscú procuraría no hacerse notar: una acusación contra la URSS de injerencia en los asuntos de Polonia podría poner en peligro su cooperación económica con Europa occidental.

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