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CATALUÑA

El monumento a Colón de Barcelona, amenazado por un grave proceso de oxidación

El monumento a Cristóbal Colón de Barcelona -cita obligada para todo visitante de la ciudad y uno de sus símbolos más característicos- sufre un importante grado de oxidación de su estructura metálica interna y deberá ser reforzado con urgencia ante el peligro de que el proceso sea irreversible. El grave deterioro del monumento, ha sido confirmado, según pudo saber este diario, por una comisión de expertos constituida en la pasada primavera a iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona. Hasta el momento la Corporación ha guardado silencio sobre los resultados del informe.

Seis arquitectos -dos de ellos pertenecientes al propio Municipio-, dos ingenieros y un químico formaron parte de esta comisión, que en su estudio de durabilidad informó de la urgente necesidad de reforzar la obra. Los trabajos de pintura y limpíeza efectuados durante el mes de mayo en el monumento no fueron, sin embargo, modificados, a causa de la proyectada apertura de los Campeonatos Mundiales de fútbol en el mismo lugar de ubicación de la estatua, la Puerta de la Paz de Barcelona. El silencio del Ayuntamiento sobre el defectuoso estado de conservación del monumento a Colón se ha acompañado, por el contrario, de una rápida actuación respecto a su diagnóstico y proyecto de reparación, que ya ha sido encargado a un conocido arquitecto de Barcelona.

Una avería del ascensor propició el descubrimiento

Las obras de sustitución de un ascensor que recorre más de 50 metros de altura a través de la columna que sostiene a Colón descubrieron en el pasado invíer no el estado de oxidación del pie del monumento. El ascensor, que había permanecido paralizado más de tres años tras una aparatosa avería en la que vanas personas quedaron atrapadas durante varias horas, no fue puesto en funcionamiento, tal como estaba previsto, a inicios del presente año. Ello fue impedido por el hallazgo del arquitecto municipal encargado de la obra de que la estructura metálica que soporta la columna en su base se hallaba en muy malas condiciones. El descubrimiento de este hecho fue providencial, según señalarón a este diario fuentes solventes, dado que, de haberse continuado ignorando dicha circunstancia, las consecuencias podrían haber sido de enorme gravedad.El estudió de estabilidad efectuado por la comisión de expertos encargada de inmediato de evaluar la situación exacta del monumento diagnosticó que la obra había sido acertadamente proyectada en el momento de su construcción, iniciada en 1882 y finalizada en 1888, con motivo de la Exposición Universal de Barcelona. Por el contrario, el estudio de durabilidad de la edificación, en el que intervino un químico, además de los técnicos de construcción, alertó al Município sobre el envejecimiento de la zona metálica de la estructura. Las causas de la oxidación obedecen a diferentes teorías de durabilidad, entre las que destaca la idea de que son las aguas de lluvia las que, tras resbalar por la columna y perjudicarla, deterioran el interior metálico del pie por un procedimiento electroquímico.

Los componentes de la comisión fueron prácticamente unánimes en cuanto al deterioro de la estructura y la necesidad de iniciar con rapidez las obras de reparación. La forma de llevar acabo esta última fue objeto, por el contrario, de una enconada polémica. Mientras una parte de los técnicos se pronunciaron por la oportunidad de desmontar todo el monumento y rehacerlo después pieza por pieza, la otra postura, predominante, prefirió dejar la columna y la estatua en su estado actual y reforzar únicamente el pie. Este último criterio fue el adoptado por el Ayuntamiento, y ello permitió que los exteriores fueran pintados antes de la inauguración de los Campeonatos de fútbol. Las obras de reforzamiento se iniciarán en muy breve plazo. Uno de los arquitectos consultados por este diario, Fructuós Mañá, calificó de normal el proceso seguido hasta ahora para estudiar la conservación del monumento. "Su reparación", añadió, "debe ser emprendida con urgencia".

El monumento a Colón fue construido, en el periodo comprendido entre 1882 y 1888, en la fachada marítima de Barcelona y da nombre al paseo que transcurre paralelo al mar desde el principio de las Ramblas hasta el parque de la Ciudadela. Es obra del arquitecto catalán Gaietà Buïgas, quien ganó el concurso municipal del proyecto y acabó con su construcción en 1888, en que fue inaugurado con motivo de la Exposición Universal de Barcelona.

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Su altura es de 60 metros y su estructura está compuesta de hierro fundido y piedra. Grandes grupos escultóricos componen la decoración, que se corona con la Figura del descubridor, en bronce, obra del escultor Rafael Atché. De sus grandes dimensiones la cuenta la propia estatua, de siete metros de altura. Una plataforma y tres cuerpos diferenciados componen el monumento. La primera, en forma de semicírculo, contiene una gradería de acceso, donde, en los cuatro puntos cardinales, hay ocho pedestales con leones de bronce esculpidos. El interior de esta primera plataforma y el cuerpo inmediato, base de la columna, son las zonas afectadas por la oxidación. Ocho bajorrelieves que tratan de la vida del navegante adornan el primer cuerpo, y cuatro matronas, en el segundo, simbolizan a Cataluña, Aragón, León y Castilla. Una columna de hierro vacía, por donde sube un ascensor hasta el rnirador, coñstituye el tercer cuerpo, rematado por la escultura de Cristóbla Colón, de bronce hueco. El popular dedo del descubridor de América, señalando el nuevo continente, mide 45 centímetros.

Además de constituir un obligado punto de referencia de la ciudad de Barcelona, el mónumento a Colón. contiene un importante valor arquitectónico y técnico. En especial, la base de la obra está constituida por piezas de fundición irrepetibles, répresentativas de una arquitectura de hierro ochocentista consolidada en Barcelona dentro del movimiento arquitectónico modernista.

Del valor de su estructura de hierro da cuenta la polémica establecida en la época de su construcción en torno al valor de la bastida levantada por el arquitecto Joan Torras, a la que los incipientes funcionaristas del momento llegaron a atribuir un valor superior al del propio monumento.

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