La esplendorosa madurez de Alicia Alonso
Los balletómanos veteranos aseguran que Alicia Alonso es una de las grandes bailarinas del siglo, pero quienes no alcanzamos a ver a Ulanova más que en cine y a Karsavina o a Pavlova en fotografías amarillentas podemos asegurar, sin la menor vacilación, que Alicia Alonso es la gran bailarina de nuestra época.Verla en Madrid, en pleno mes de agosto, en un escenario ridículamente exiguo, con una música protervamente enlatada, bailar Giselle -papel en el que Alicia Alonso debutó pronto hará 39 años- fue, la noche del martes en el Teatro Monumental de Madrid, una experiencia artística y vital que superó todo lo que razonablemente se podía esperar.
Un homenaje de admiración
Ballet Nacional de Cuba
Giselle. Coreografía de Alicia Alonso sobre la original de Jean Coralli y Jules Perrot. Música de Adolphe Adam. Diseños: Salvador Fernández. Intérpretes: Giselle, Alicia Alonso; Albrecht, Jorge Esquivel; Hilarión, Ramón Ortega; Myrhta, Aurora Bosch. Solistas y cuerpo de baile del Ballet Nacional de Cuba. Dirección general: Alicia Alonso.Teatro Monumental de Madrid. Martes 24 de agosto de 1982.
El público que abarrotaba el teatro le rindió al terminar el segundo acto, en una ovación interminable, un emocionado homenaje de admiración y agradecimiento: a su excepcional talento, a su escalofriante profundidad y a su apabullante sabiduría como artista, por supuesto, pero también a su extraordinaria determinación y fuerza de carácter que la empujan a vencer ahora los asaltos de la edad -como antes, y a lo largo de toda su vida profesional, los de la ceguera-, y que nos permiten seguir gozando de su baile.
Bailando ahora mejor que nunca
A los 61 años de edad -y no 68, como se ha repetido estos días-, Alicia Alonso ha sobrepasado, evidentemente, su mejor forma física. Aquella joven bailarina de la década de los cuarenta, cuyas prodigiosas facultades y técnica tanto contribuyeron a la creación del neoclasicismo actual en ballet -Balanchine creó para ella y sobre ella el celebrado Theme and variations en el año 1947, que desde su vuelta a Cuba nunca ha podido volver a bailarse al mismo nivel técnico-, hoy se administra los saltos, tiene problemas con algunos equilibrios y apenas sostiene sus proverbiales extensiones.Pero en cierto sentido, y posiblemente incluso en todos los sentidos, Alicia Alonso está bailando ahora mejor que nunca: no sólo porque la pureza de su línea se mantiene intacta, especialmente en la quintaesencia del ballet romántico que es Giselle, o porque el encanto de su pie flexible sigue siendo incomparable, o porque nadie ha superado en las últimas décadas su caracterización de Giselle, sino porque con el tiempo Alicia Alonso ha conseguido trascender la técnica e instalarse en una especie de estadio superior de la danza, en el que se puede prescindir de todo un repertorio de acrobacias -por lo demás, hoy al alcance de cualquier meritoria de compañía de provincias- para concentrarse en lo esencial.
La libertad con que la Alonso se mueve dentro de las linútaciones de su técnica actual, el esplendor de su maestría absoluta de la expresión del movimiento y la comprensión profunda de la esencia de la danza, que es el arte de provocar una emoción única y fugaz, que el espectador añorará después toda su vida, son los trofeos de la gloriosa longevidad artística de la gran cubana.
Respeto reverencial a las esencias románticas
En cuanto a su Giselle, la Alonso acentúa ahora la fragilidad inicial de la quinceañera enamorada del primer acto y el carácter espectral del segundo, pidiendo a las implacables willis el perdón del duque burlador, más para poder seguir durmiendo tranquila y quizá incluso para dejar aún más clara su superioridad moral que por ningún resto de pasión.Por otra parte, la versión, montada también por Alicia Alonso, es una de las más justas y bellas que pueden verse por el mundo, respetando reverencialmente las esencias románticas, cuidando las pantomimas y presentando las diversas escenas con fluidez y lógica. Buena parte del feliz resultado global corresponde también al asombroso conjunto que es el Ballet Nacional de Cuba, quizá el único en el mundo capaz hoy de montar a los clásicos con la brillantez y la pureza de las viejas escuelas, pero respetandlo, al mismo tiempo, la individlualidad viva de cada bailarín y provocando una sensación de naturalidad en el movimiento que parecen haber olvidado las grandes compañías de repertorio.
Sobre el cuerpo de baile y las demás estrellas -Esquivel, Bosch, Brito, Hernández, etcétera- habrá ocasión de volver.
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