Nación, nacionalidad, etcétera
En el mismo número de su periódico en el que Francisco Fernández Santos propone la enseñanza en la escuela de una asignatura titulada Comprensión de las Españas, veo que el señor Rovira Tarazona, delegado del Gobierno en Cataluña, acusa al señor Jordi Pujol de hacer declaraciones contrarias a la Constitución. Según parece, el señor Jordi Pujol cometió el desa de afirmar que Cataluña es una nación en el transcurso de la ceremonia del traslado de. los restos. mortales de Wifredo el Velloso de Ripoll a Sant Joan de les Abadesses. Agún resentido correría después a darle el soplo al señor Rovira, el cual se apresura a afirmar que, para el conocimiento de todos, Cataluña no es una nación, sino una nacionalidad. Para ello, se refiere al artículo 2 de la Constitución, cual nuevo Moisés, ufano con sus tablas.Uno no puede menos que sonreír ante tanto puntillismo oficial y tanto bizantinismo trasnochado. Me parece a mí que en cuestiones de semántica -sobre todo semántica política- hay muy poco de objetivo y absoluto, y muy mucho de subjetivo y empírico. Y digo empírico, porque, con toda seguridad, el señor Pujol y el señor Rovira tienen una weItanschauung muy distinta uno del otro, y desde el despacho de la plaza de Sant Jaume se ve el mundo de distinta manera que desde el despacho de Roger de Llúria, esquina Mallorca. Por un lado, los personajes de la cosa pública deberían dejarse de hacer afirmaciones que suscitan polémica inútil en mítines oficiales y, como mucho, soltar algún hint entre sorbo y sorbo de champaña en alguna fiesta con amigos de los de toda la vida. Así, el señor Pujol se evitaría la reputación de provinciano buscapleitos, y el señor Rovira Tarazona, el que le retraigan que un delegado del Gobierno en Cataluña, nacido en Lérida, donde seguramente estudiaría latín y francés de niño, no hable pas un mot de catalán. /
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