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Dimite formalmente el Gobierno Spadolini

Juan Arias

Ayer, a las cinco de la tarde, Giovanni Spadolini subió las escaleras del palacio del Quirinal para presentar ante el presidente ele la República, Sandro Pertini, la dimisión de su Gobierno de centro-izquierda, el 41º desde la constitución de la República.

Por la mañana, Spadolini había presidido el último Consejo de Ministros, en el que anunció su dimisión, inmediatamente aceptada. Como último acto, el Gobierno del laico Spadolini aprobó la emisión de un sello especial, dibujado por Renato Guttuso.

Es la primera vez en la historia italiana de los últimos cuarenta años que se produce una crisis de Gobierno en el mes de agosto. Y hay quien no excluye, con sentido del humor, que ha podido influir el excesivo calor de Roma en este verano, con temperaturas que se desconocían desde hace más de treinta años.

De cualquier modo, la crisis se presenta difícil y, según muchos observadores, como una de las más significativas de los últimos tiempos. Los motivos son múltiples. En primer lugar, el Gobierno Spadolini ha caído por un voto de desconfianza del Parlamento, provocado por grupos de presión que desobedecieron la disciplina de sus partidos. ¿Quiere decir esto que serán necesarias otra vez elecciones anticipadas?

Posibilidad de elecciones

Ayer, el jefe del Estado, Sandro Pertini, de regreso forzado de sus vacaciones en los montes Dolomitas, afirmó que él no tiene una varita mágica para resolver todos los problemas del país, pero que no hay duda de que hará todo lo posible para no disolver, por segunda vez durante su mandato, el Parlamento. Sin embargo, la hipótesis de elecciones sigue muy presente.Pertini comienza hoy las consultas con los líderes políticos y es muy posible que ya el miércoles nombre al presidente encargado de formar nuevo Gobierno. Pero las dificultades son muy grandes. Sin los socialistas, no es posible hacer hoy un gabinete en este país, ya que la Democracia Cristiana, que es el partido de inayoría relativa, no tiene áliados suficientes para formarlo sin recurrir al movimiento neo-fascista de Giorgio Almirante.

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Y los socialistas no están dispuestos, después de haber originado la crisis, a aceptar un Gobierno presidido por un democristiano, sobre todo después que la presidencia de Spadolini había roto el tabú de la cadena, ininterrumpida durante cuarenta años, de jefes de Gobierno de militancia católica.

Los democristianos, por su parte, no quieren de ninguna manera nuevas elecciones, porque están en este momento, bajo la batuta del nuevo secretario de la izquierda Ciriaco de Mita, reorganizando de nuevo todo el partido. ¿Concederán la presidencia a los socialistas para evitar los comicios? Tampoco es fácil. Saben que las intenciones del partido socialista son las de sustituir a la Democracia Cristiana como eje político del país.

¿Cabría esta vez un Gobierno laico-socialista apoyado desde fuera por los comunistas, con la DC en la oposición? Esto significaría una revolución en Italia. Pero la última palabra la tendrían en este caso los comunistas, que están profundamente divididos. Todos los caminos están, pues, abiertos.

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