Reacciones escépticas en torno al plan internacional para la tercera edad
Tras aprobar por aclamación el Plan Internacional de Acción para la Vejez, concluyó ayer en Viena la Asamblea Mundial de la ONU sobre el envejecimiento, que ha durado dos semanas, ha costado más de un millón y medio de dólares y ha contado con representantes de 121 países, organizaciones internacionales no gubernamentales y las Naciones Unidas. Javier Pérez de Cuéllar, secretario general de la ONU, manifestó ante los participantes en la asamblea que el problema del envejecimiento afecta por igual a los países industrializados y a los que aún están en fase de desarrollo, "pero estos últimos", dijo, "no disponen de mucho tiempo para adaptarse a él de forma armónica".
El Plan Internacional de Acción para la Vejez es un documento de principios generales, una especie de carta de derechos humanos concentrada específicamente en las personas ancianas, que se extiende a lo largo de 105 artículos.El texto, un discurso plagado de matices, de subjuntivos, de fórmulas ambiguas y de concesiones al compromiso, ha sido acogido con escepticismo en círculos de la asamblea, a la vista del destino de otros documentos semejantes que hacen referencia al racismo, a los minusválidos, a la mujer, a la cooperación técnica entre países en desarrollo o al nuevo orden económico internacional, por citar algunos ejemplos.
Para tener validez como documento de la ONU, el plan deberá ser aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el próximo otoño, en Nueva York. A partir de ahí comenzará el proceso de ratificación por parte de los países concretos.
El plan, fruto de la larga y tediosa discusión de varios borradores, trata de prevenir con tiempo las consecuencias del radical cambio en la estructura demográfica que se prevé a finales de siglo y principios del próximo. Para entonces la proporción de ancianos superará a la de jóvenes en muchos países, como consecuencia de la disminución de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida.
Distintos campos de actuación
Esta carta de derechos de la tercera edad aborda distintos aspectos, entre ellos la nutrición, la salud, la vivienda, el medio ambiente, los sueldos, el empleo, la educación, la familia y el bienestar social.En el campo de la salud, el plan subraya la necesidad de aumentar la prevención de la vejez e incluye recomendaciones que hacen referencia al uso de las sustancias radiactivas o tóxicas y a la polución, así como al empleo indebido de medicamentos por parte de la población anciana.
En el terreno laboral se aboga por una jubilación flexible, basada en las capacidades y los deseos del individuo, y se afirma que adelantar la jubilación para dejar puestos de trabajo a los jóvenes es una solución parcial que no hace más que sustituir un problema a corto plazo por otro de mayor duración.
Asimismo, el plan pide que la política de pensiones, donde la hay, mantenga, "en la medida de lo posible", la capacidad adquisitiva de los ciudadanos de la tercera edad.
El plan subraya el papel fundamental de la familia en el cuidado de los ancianos y solicita que esta institución reciba el debido apoyo de los Gobiernos. El texto advierte que no son sólo las mujeres, sino también los hombres los que deben ocuparse del cuidado de los ancianos en el contexto familiar.
El texto llama la atención sobre la situación particular de la mujer anciana, que, por el hecho mismo de vivir más que el hombre, se enfrenta a más problemas, y denuncia los estereotipos que asocian la vejez con una imagen decadente, en lugar de presentarla como una acumulación de experiencias enriquecedoras y transferibles.
Condiciones políticas adecuadas
Si establece también, en términos amplios, cuál es el marco político apropiado para disfrutar de una vejez menos problemática. La receta: un entorno de paz y seguridad, sin carrera de armamentos, sin opresión, sin colonialismo, sin racismo, sin genocidio y sin agresión extranjera.La agresión extranjera, concretamente la de Israel en Líbano, ha influido directamente en los debates y se ha filtrado en las resoluciones finales de la asamblea, que aprobó una resolución a favor de los ancianos de Líbano, condenando la invasión israelí con 73 votos a favor, veintiséis abstenciones y los votos en contra de Israel y EE UU.
El conflicto de Líbano perseguía también al secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, cuyas palabras de clausura en la asamblea sobre el envejecimiento despertaban entre los periodistas menos interés que su impresión sobre los últimos acontecimientos en Beirut
El esfuerzo de la ONU
Pérez de Cuéllar destacó el esfuerzo de la organización que dirige para enfrentarse a los problemas suscitados por los enormes cambios economicos y sociales de nuestra época, y tratar de ofrecer soluciones.Para el secretario general de la ONU, la problemática de los ancianos está ligada indisolublemente a los problemas que afectan al resto de la población, como la guerra, la inflacción o la absoluta pobreza en que deben vivir, en la actualidad, alrededor de 850 millones de personas en todo el mundo.
En general, las intervenciones de los representantes de los distintos países ante la asamblea de Viena se han caracterizado por un tono propagandístico y grandilocuente. En los pasillos, tras las fachada retórica, la impresión compartida por muchos de los asistentes a este foro es que sus efectos serán escasos: tal vez una cita ocasional a la hora de invocar un documento de principios de validez general y una momentánea concienciación sin efectos prácticos sobre la situación de los ciudadanos de mayor edad en todo el mundo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.