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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Jugar con la vida

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Bien sabe Dios que no quisiera hacer sangre sobre la Seguridad Social, sobre todo por una simple, aunque grave, experiencia personal. Pero me resulta inevitable, sobre todo para ofrecer mi lección a cuantos tengan la desgracia de caer en las manos de algunos médicos.Escuetamente, los hechos son los siguientes: el día 28 de junio último, mi esposa -embarazada de cinco meses- y yo sufrimos un accidente de tráfico. Temiendo por la vida de nuestro futuro hijo, nos trasladamos al Piramidón. Y allí empezó nuestra tragedia. Este centro, que dicen es el más moderno de España, no tenía, al parecer, un mínimo de instrumental para comprobar si el feto estaba vivo. Continuamos el peregrinaje a la clínica La Paz: el instrumental, conocido como Sonicay, estaba estropeado. Pese a tal avería, una doctora voluminosa, cuyo nombre nunca pude saber, pero que trabaja con el doctor Petriment, dio una muestra de una dudosa responsabilidad médica: dictaminó que el feto estaba muerto y que había que internar a mi esposa para hacer la oportuna operación quirúrgica.

Quizá porque sigan existiendo los milagros, retrasamos el ingreso y acudimos a nuestro tocólogo habitual. Al llegar, pudimos comprobar que despertábamos de una agria pesadilla: el feto latía perfectamente, y hoy el embarazo va por su sexto mes, sin ningún tipo de complicación.

Mi denuncia, señor director, es que haya médicos, pagados por todos, que juegan impunemente con la vida y los sentimientos de los demás; que pueden presuponer la muerte de un feto sin una elemental comprobación, haciendo caso omiso a la posibilidad, ya anunciada por el doctor Petriment, de que el Sonicay estaba averiado, y que, una vez más, como en tantos casos, el ciudadano se encuentra indefenso ante su osadía y su falta & responsabilidad, e incluso de ética. A estos médicos, por lo menos, habría que pedirles que se dediquen más a su importante oficio, antes que preocuparse de sustituir al Parlamento y otras tareas que tantas veces ocupan las páginas de los periódicos.

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