El Festival de Santander se abre con dos espectáculos de danza del Ballet Gulbenkian de Lisboa
El Festival Internacional de Santander quedó inaugurado oficialmente el pasado fin de semana con dos actuaciones, que la crítica califica como de gran perfección y originalidad, del Ballet Gulbenkian de Portugal. Antes de esta inauguración oficial, el festival santanderino ha celebrado una serie de actos relacionados con la cultura cántabra. Entre ellos, homenajes al escritor Manuel Llano y a los músicos Manuel Valcárcel, Ramón Alonso, Cándido Alegría y Nuncio Lázaro, todos ellos estrechamente ligados a la mencionada cultura como autores e intérpretes de sus más auténticas características.
Una gran formación de danza contemporánea, la del Ballet Gulbenkian, ha inaugurado oficialmente el 31º festival santanderino los días 30 y 31 de julio. La historia de esta formación portuguesa se remonta a 1965, cuando el inglés Walter Gore echó los cimientos de la espléndida arquitectura coreográfica que hoy lucen los artistas lusitanos. Cierto es que más tarde figuras como Sergio Lifar y Leónidas Massine contribuyeron a lo que ahora es realidad: la creación de una escuela portuguesa de danza con talante universalista, que no renuncia a las raíces nacionales, aun cuando se mantenga lejana del popularismo colorista de los célebres ballets de Verde Gaio.
La responsabilidad coreográfica del Ballet Gulbenkian está a cargo de Vasco Wellenkamp, que, además, ejerce como maestro de danza. Wellenkamp ha sabido asumir las más diversas corrientes del ballet contemporáneo, desde las expresionistas y neorrománticas a las influenciadas por tradiciones técnicas y plásticas del Oriente, pasando por un mecanicismo utilizado siempre al servicio de la expresión o una lírica montada sobre las estructuras formales y conceptuales de la música. La sombra de Maurice Béjart se alza en ocasiones con gran fuerza, pero bien instalada en un repertorio técnico e ideológico propio de Wellenkamp.
Oscura belleza
A decir verdad, ese estilo bejartiano lució con mayor evidencia que en las coreografías de Vasco en la espléndida ideación de Milko Sparemblek para la Sinfonía de los Salmos, de Stravinski. La genial partitura del más grande entre los compositores de nuestro siglo se hace danza, gesto individual, organización coreográfica, expresión sentimental e investigación intrahistórica, en un ballet fuertemente imaginativo, cuya identificación con los pentagramas se lleva a cabo sin acudir a referencias directas. Estamos ante una suerte de objetividad expresiva en la que ambos términos, un día antitéticos, se refuerzan mutuamente e intercambian sus valores.En una operación análoga, pero con resultados tan diversos como demanda la partitura, Lar Lubovitch ha trazado su pieza Whirligogs (Remolinos no confusos), sobre el tercer tiempo de la sinfonía de Luciano Berio, montado, como es sabido, sobre el fluir de la música de Mahler. El caos del mundo contemporáneo, balanceándose entre el automatismo de la masa y el drama del hombre individual, entre los sentimientos extremos del amor y de la violencia, encuentra expresión ordenada, de impresionante y oscura belleza, en el ballet de Lubovitch.
Vasco Wellenkanip no oculta su sustancialidad lírica y expresionista en una excepcional traducción danzada de Los cinco poemas sobre texto de Matilde Wesendock, de Ricardo Wagner, cuya tensión amorosa se prolonga y aumenta en la escena, tanto cuando bailan parejas o individuos como en el trabajo de conjunto, que cabría calificar de sinfónico. El mismo coreógrafo, sin apoyo de trajes ni colores, ahonda en el ser de lo portugués en las Danzas para una guitarra, de Carlos Paredes, hasta dar con la más estricta estilización que en el mundo de la danza puede alcanzar el nostálgico sonar de la guitarra nacional portuguesa, verdadero protagonista, punto de partida y de llegada del precioso ballet.
Trasmutación e identificación que otro coreógrafo -Hans van Manen- ha llevado a cabo sobre los tangos de Astor Piazzolla, un talento capaz de revitalizar el viejo aire porteño por vías de una intelectualización propia de quien se formó con Alberto Ginastera y Hermann Scherchen.
Por disciplina, intención colectiva de la belleza, coherencia ideológica y técnica, toda la formación de Gulbenkian -antivivista por naturaleza- actúa a niveles de primera categoría mundial, a la vez que aporta connotaciones fuertemente originales.
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