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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desdichada Bolivia

CON UNAS riquezas básicas -segundo productor de estaño del mundo, tierras de hasta cuatro cosechas-, Bolivia vive perennemente en una de las pobrezas más desgarradoras del planeta. Una ínfima minoría es la depredadora de bienes y vidas -los mineros del altiplano no alcanzan la media de 35 años de edad- y, aun así, disputa continuamente por el botín: 190 golpes militares desde que Bolívar creyó que la liberaba (1825) y la dio su nombre como inútil regalo. A más de golpe por año. A veces, un breve paréntesis de poder civil, que apenas llega a tomar posesión tímida de los cargos, si es que se llegan a aceptar los resultados de las elecciones.Ahora es el general Vildoso -Guido Vildoso Calderón, 45 años- quien toma la presidencia "por mandato de las Fuerzas Armadas", y con la clásica Junta tras de él -la que ha depuesto a su antecesor, el general Torrelio-, y la no menos clásica procesa de elecciones generales (se celebrarían en abril del año que viene, y los electos llegarían al poder en agosto). Es el continuador de la línea militar de Luis García Meza, el general que, en julio de 1980, expulsó del poder a la presidenta Lidia Geiler, quien ocupaba interinamente la presidencia de la República hasta que se homologara oficialmente el resultado electoral que hubiera nombrado a Siles Zuazo.

García Meza refrendó el ejercicio de su presidencia por las vías acostumbradas: detenciones, asesinatos de políticos de la oposición, matanzas generalizadas (sólo en la de Caracoles, el 4 de agosto de 1980, fueron asesinadas cerca de mil personas), mientras se colgaba a campesinos y mineros en Siglo Veinte y en Huanuni).

Vildoso es el continuador. No ofrece garantías: no son creíbles las elecciones que anuncia, ni la fecha, ni mucho menos la garantía de libertad, ni aun ni siquiera que se cumplieran sus resultados; no hay precedente. Tampoco puede estar claro que él mismo llegue a la presidencia en esa fecha. Hay sectores militares a los que no les gusta: Demasiado joven, quizá demasiado "moderno". Hay en marcha un movimiento cívico que está pidiendo la normalización del país, que consistiría en el regreso a los resultados de las últimas elecciones, y por tanto, la sustitución del poder militar por el de Siles Zuazo y un Gobierno civil. Otros sectores más a la derecha, dentro de la oposición, prefieren que lo que se restablezca sea el Congreso de 1980, y que sea éste el que nombre un presidente civil (basándose en que Zuazo no consiguió la mayoría constitucional). Se trata de que toda la oposición llegue a un frente cívico unido: la fuerza que muestra frente a los militares es la de unas huelgas, unas manifestaciones, unas "marchas del hambre" y unos mítines -en los que no están ausentes las fuerzas patronales-que desafían lo peor.

El general Vildoso promete, en cambio, un esfuerzo de "moralización" -el botín de la droga es importante dentro del Ejército- y un esfuerzo conjunto para salir, ante todo, de la grave crisis económica que desvasta el país. No hay ningún motivo lícito para creer que tenga capacidad para ello. El bloqueo de salarios es, hasta ahora, la única medida tomada, que sirve únicamente, en el interior del país, para refrendar la vieja idea de que, una vez más, los sacrificios recaen sobre la misma y amplísima clase social, explotada por la oligarquía y sus militares.

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