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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Parte de un todo

BEGUIN CONTINUA, su presión militar sobre Beirut; los palestinos continúan su resistencia. Pero algo ha cambiado. La resistencia que se inició con la lógica de la desesperación de quien se enfrenta con su exterminio definitivo, en la soledad y el abandono del mundo, tiene ahora la fundada esperanza de una solución política que mejore su situación anterior a la misma guerra. El reconocimiento que acaba de hacer Arafat de las resoluciones de las Naciones Unidas acerca de Palestina ha sido acogido ahora en Israel con la acusasión clásica de que es "una maniobra de propaganda": parece ser, en realidad, una forma de aceptación del principio de algunas de las propuestas de Habib, que, desarrolladas convenientemente, podrían producir el efecto de un reconocimiento por parte de la OLP del derecho a la existencia de Israel, pero a cambio de un reconocimiento israelí y, desde luego, por parte de Estados Unidos, de la OLP y el derecho de los palestinos, representados por ella, a un asentamiento territorial. Puede decirse que Beguin empezó esta desdichada aventura precisamente para evitar este desenlace, para atajar la posibilidad del reconocimiento y exterminar antes a su enemigo; una operación que debería terminar con la anexión definitiva de Cisjordania. Beguin bombardeaba aún hoy para hacer imposible el desarrollo actual de las negociaciones, y amenazaba con el asalto final a la ciudad mártir para liquidar el tema que empezó. Apenas le quedaba otra solución: pero la aceptación por parte de la OLP de las resoluciones de la Asamblea General hace infinitamente más difícil que Israel siga adelante con los bombardeos y la ocupación definitiva.Beguin ha hecho un mal servicio a su país. En primer lugar, le ha hecho perder una imagen. Aun a costa de olvidar la forma y el fondo de la fundación del Estado y el amargo destino de sus habitantes anteriores, Israel aparecía como una pequeña y valerosa nación de ciudadanos-soldados, que se defendía con uñas y dientes de un enemigo numeroso y fanatizado que trataba de arrojarla al mar; a esa imagen se unía la terrible realidad histórica de un pueblo perseguido y diezmado durante siglos. Con la increíble rudeza de su ofensiva, Beguin presenta ahora la imagen de un Israel agresor, implacable y desprovisto de la ética, que se desata sobre campamentos de refugiados en un país maltrecho y derruido, que hace sólo un puñado de años era una nación floreciente y hermosa. Parte de la imagen de martirio, diáspora y sufrimiento se la ha cedido a sus enemigos. Los palestinos son ahora los otros judíos. Por encima de esta cuestión de moral y de imagen, Beguin aparece ahora como un hombre inoportuno, ajeno a las realidades de un complejo histórico más amplio y capaz de producir una guerra mucho mayor que la de un mero conflicto local. Ha destrozado lentas y laboriosas negociaciones, ha hundido las esperanzas de Camp David; ha negado las resoluciones 248 y 338 del Consejo de Seguridad y se enfrenta ahora con la de que las nuevas negociaciones conduzcan al reconocimiento de la OLP.

Las lecciones históricas nunca se aprenden, aunque acaben de explicarse. Beguin ha podído ver la lección de las Malvinas y cómo Estados Unidos ha abandonado a la nación que le ofrecía mayores garantías en su anticomunismo y anterrevolucionarismo en Latinoamérica, y hasta los deseos de las otras naciones de ese continente, para evitar un renacimiento nacionalista en toda América y un principio de que la agresión pueda compensar, lo que seria un ejemplo para otros casos. Las relaciones de Estados Unidos con Israel son muy distintas que con Argentina: mucho más profundas. Pero, a pesar del poder del lobby judío y hasta de la interesante broma por la que se ha dicho siempre que "Estados Unidos es un satélite de Israel", hay un riesgo en el que no quiere caer: el de la inflación del nacionalismo árabe y la destrucción de sus sistemas dedefensa. Al describir, como Reagan lo hace continuamente, toda, la situación de Oriente Próximo como un enfrentamiento global entre la URSS y Estados Unidos, Washington tiene en cuenta que sus mejores posibilidades en esta,zona están en la colaboración con las naciones árabes. Ha ido consiguiendo no sólo la conversión de Egipto, sino la moderación y la alianza de las otras naciones; para todo ello está utilizando algo constante en su política y que el nuevo secretario de Estado, Shultz, acaba de expresar una vez más con esta frase: "La crisis de Líbano hace dolorosa y totalmente claro que las necesidades legítimas y los problemas del pueblo palestino deben ser enderezados y resueltos". Las continuas alusiones de Beguin a los palestinos como "terroristas" -mientras ejerce sobre ellos un terrorismo de estado mayor y de ejército regular- ya no hacen mella.

Irán entra en Irak, el régimen de Saddam Hussein está seriamente amenazado; los emiratos del golfo Pérsico cambian rápidamente de postura ante el riesgo de una invasión de fanáticos que actúan fuera de todo cálculo; él asalto de Beguin no hace más que sumarse a ese todo y procurar una aglomeración de la nación árabe. Ya Mubarak y el nuevo rey de Arabia Saudí, Fahd -que ha llevado siempre la política exterior del país, pero que ya no tiene la rémora conservadora de su hermanastro Jaled-, se han abrazado y besado a la usanza árabe, acabando así el largo período de ruptura: el peligro les une. El peligro de Irán, pero también el peligro de Israel.

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Puede calcularse ahora que la ofensiva de Beguin está dando resultados inversos a los propuestos. No tuvo el valor de llevarla hasta el final, de realizar la blitzkrieg hasta el extremo con que la llevaba su inventor, Hitler, es decir, el exterminio y la ocupación; quizá, no tenga ya más recurso que hacerlo ahora. Ya sería peor. Si quería la "paz en Galilea" y asegurar las posibilidades de defensa de su país, ha acrecentado en cambio los riesgos. Los palestinos ven la posiblidad de ser reconocidos y, por tanto, la de dejar definitivamente fundadas las bases para su establecimiento territorial. Aunque sea a costa de su ejército. Un ejército tan inoperante y tan frágil como se ha visto; el reconocimiento diplomático y político de Estados Unidos vale mucho más.

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