"La LOAPA es una burla y los obispos lo han captado"
"La LOAPA es una burla. Los obispos lo han captado, han recogido el pesar profundo de la mayoría de este pueblo y han dado publicidad a sus críticas, lo que no es nada frecuente", ha afirmado Xabier Arzallus, presidente del Consejo Nacional del Partido Nacionalista Vasco respecto a la dura pastoral que los prelados del País Vasco hicieron pública el sábado en torno a la polémica Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico. "No se han metido en política", prosiguió, "ya que el deseo de que este pueblo encuentre vías pacíficas no tiene nada que ver con la política, sino con la convivencia más elemental. Han sentido una seria preocupación ante la posible aprobación de la LOAPA y lo han advertido. El preocuparse por la paz no significa una intromisión en la política". Arzallus, nacido hace 49 años en Azcoitia en el seno de una familia carlista, es el líder del partido hegemónico en Euskadi. En una entrevista concedida a EL PAIS, horas antes de que la LOAPA comience a debatirse en el Senado, declara: "Aún es un proyecto; se trata de evitar que se plasme en una ley. Si entra en vigor, se puede reproducir la fórmula de la época foral: un simple texto escrito que no se cumple".
Pregunta. La pastoral de los obispos vascos sobre la LOAPA ha producido una enorme conmoción, precisamente cuando en el País Vasco existe una sensibilidad exacerbada sobre el tema. ¿Cual es su opinión respecto a la toma de posición de los prelados?Respuesta. No me ha sorprendido la pastoral de los obispos vascos contra la LOAPA. Estos señores, que se comprometieron contra la violencia cuando mucha gente todavía se quedaba en sus casas -me estoy refiriendo a la presencia del obispo auxiliar de Bilbao en la manifestación que convocamos contra el terrorismo el pasado mes de mayo- se han pronunciado claramente en favor de la paz. Para mí la clave de la pastoral reside en la frase en la que señalan que no elijen este tema para privilegiarlo por encima de otras amenazas a la justicia y a la paz. Los obispos no entran en detalles técnicos. Sólo reflejan el malestar popular ante una ley que vulnera el Estatuto.
La LOAPA es una burla; los obispos lo han captado, han recogido el pesar profundo de la mayoría de este pueblo y han dado publicidad a sus críticas, lo que no es nada frecuente.
P. ¿Han hecho política los obispos con su documento?
R. Con esta pastoral, los obispos no se meten en política. El deseo de que este pueblo encuentre vías pacíficas es muy importante, no tiene nada que ver con la política, sino con la convivencia más elemental. Han sentido una seria preocupación ante la posible aprobación de la LOAPA y lo han advertido. El preocuparse por la paz no significa una intromisión en la política. Y esto deberían tenerlo claro quienes en más de una ocasión han emplazado a la Iglesia para que se pronuncie contra la violencia.
P. Se ha llegado a decir que el PNV ha tenido algo que ver con la pastoral.
R. No es cierto. Ni directa ni indirectamente ha acudido mi partido a los obispos. Personalmente, he conocido el documento por el periódico. En Madrid deberían reflexionar sobre lo que supone la LOAPA para el País Vasco. Cuando nosotros decimos que no es no. La prueba del profundo malestar que se está viviendo en Euskadi a raíz de la posible aprobación de la LOAPA es que no sólo la Universidad se ha pronunciado en contra, sino que también la Iglesia ha dado a conocer públicamente su desacuerdo.
P. Si la LOAPA no existiera, ¿el Partido Nacionalista Vasco estaría satisfecho del desarrollo estatutario?
R. No necesariamente. Una cosa es que haya un retroceso, como en el caso de la LOAPA, y otra es que haya un parón, como ocurre con el lento ritmo de las transferencias. En mis conversaciones con el presidente Calvo Sotelo, siempre le he expuesto nuestras preocupaciones ante la LOAPA por encima de todo. En una ocasión le planteé que prefería una reforma constitucional por la cara que una reforma por la espalda, como es la LOAPA. El me contestó que la ley armonizadora había que aprobarla cuanto antes para evitar que la situación política española se pudriera aún más, pero también me prometió llegar a acuerdos fundamentales. Y ya se ve: la LOAPA apenas se ha modificado. Entiendo que a Calvo Sotelo le ha tenido esclavo el PSOE, porque sospecho cómo se gestó esta LOAPA, en la sombra del 23F; pero debo decir también que, en este aspecto, Calvo Sotelo me ha faltado a la palabra.
Esta LOAPA, que supone un compromiso expreso, tácito, impuesto o asumido ante la situación creada tras el 23-F, nos está produciendo muchos quebraderos de cabeza. El PSOE sabe perfectamente que si se hubieran producido modificaciones sustanciales en la ley armonizadora, nosotros hubiéramos apoyado la política de UCD. Por tanto, toda la política socialista ha ido encaminada a defender, con más entusiasmo que los centristas, la ley vulneradora del Estatuto.
P. Pero volvamos a la actitud del PNV en el caso de que la LOAPA no existiera: ¿Sería positiva su valoración en cuanto al desarrollo estatutario?
R. Yo no estoy satisfecho del desarrollo estatutario, pero es mucho más asumible que un retroceso o un posible retroceso de esta envergadura.
P. En el caso de que se apruebe la ley armonizadora, ¿qué piensa hacer el PNV? ¿Defenderá la necesidad de no acatarla? ¿Propondrá que sea refrendada por el pueblo vasco mediante una consulta?
R. No acatar la LOAPA... Nosotros estamos acatando el Estatuto porque es una ley positiva y refrendada. Y por mucha ley orgánica que sea la LOAPA, si, a nuestro entender, anula determinadas disposiciones del Estatuto -al ser aprobada bajo la fórmula de ley orgánica-, se establecerá un conflicto entre el Gobierno central y nosotros. Podemos pedir un referéndum, aunque no nos lo concedan. De momento, la LOAPA es todavía un proyecto de ley. Mientras sea un proyecto, nosotros llevaremos a cabo una serie de medidas para evitar que se plasme en una ley; eso trataremos de evitarlo a toda costa. Si aun así se aprueba la LOAPA, quedan recursos jurídicos. No obstante, también depende de su grado de aplicación, porque se puede reproducir la fórmula de la época foral: un simple texto escrito que no se cumple.
P. Así como las críticas a la ley armonizadora han acercado las posturas de nacionalistas vascos y catalanes, su misma existencia puede impedir unas buenas relaciones con el presidente del Parlamento andaluz.
R. Es posible. Si para los socialistas andaluces la LOAPA es una gran cosa, nosotros no tenemos ningún inconveniente en que la apliquen en Andalucía. Pero no queremos que se aplique aquí.
P. Además de los posibles inconvenientes autonómicos que, según opinión de su partido, podría producir la LOAPA, el PNV, en particular, como fuerza mayoritaria de Euskadi, ¿se siente principalmente aludido en la voluntad armonizadora de la Administración central?
R. Pues sí. Nosotros también tenemos voluntad armonizadora, y ya he dicho antes que lo hemos demostrado en más de una ocasión pero al firmar los pactos autonómicos, ¡qué duda cabe que pensaron mucho en nosotros! Mi interpretación es que la LOAPA ha surgido de la convicción del Gobierno central de que el Estatuto vasco se ha pasado y de que aquí hay un juego de fuerzas políticas con un Parlamento en el que los partidos centrales no tienen ninguna fuerza considerable.
P. En el caso de que se le pidiera al PNV la posibilidad de participar en un Gobiemo central, ¿en qué condiciones aceptaría?
R. Todo depende de si en el Gobierno está una UCD restaurada o un PSOE consecuente. No obstante, nosotros no tenemos ningún prurito a la hora de participar en un Gobierno central, porque en el 36 ya lo hicimos. Tuvimos un ministro en condiciones muy aciagas. Todo depende de las condiciones que te impongan a la hora de controlar el poder. Porque, para nosotros, uno de los temas fundamentales -aunque no se lo crea mucha gente- es el control del poder. Ahora estamos ausentes, como vascos, no sólo del Gobierno, sino de un Tribunal de Cuentas, de un Tribunal Constitucional, y hubiéramos querido participar en esos organismos, aunque sea tan sólo para dejar oír la voz autonómica.
P. ¿Qué piensa de las insistentes críticas que se han vertido sobre el PNV acerca de la utilización electoral que realiza en base a su constante pugna con la Administración central?
R. Podría demostrar que eso es falso. Pero, claro, han sido conversaciones confidenciales. Puedo contar algo que llevo clavado dentro, de la época en que dimitió Suárez. Cuando se trataba de la investidura de Calvo Sotelo, yo estuve, junto a Marcos Vizcaya, con Martín Villa, Pérez-Llorca y Pío Cabanillas. Era la noche anterior al viaje de los Reyes al País Vasco. Entonces nosotros hicimos una oferta que consistía no sólo en votar a favor de Calvo Sotelo, sino en una colaboración, un apoyo parlamentario, a cambio de una previa definición sobre algunos puntos fundamentales del Estatuto. Y después, proponíamos establecer un punto de contacto permanente para presentarles previamente a ellos cualquier proyecto de ley que se fuese a someter al Parlamento, así como les reclamábamos que cualquier iniciativa legislativa que pudiese afectar al Estatuto nos la consultasen primero. No aceptaron. Creo que deben tener mala conciencia.
P. En innumerables ocasiones ha situado usted las diferencias de su partido con Herri Batasuna o ETA en los métodos violentos de los que éstos son partidarios. ¿Es la única discrepancia? ¿Acaso en los fines políticos e ideológicos que ambos persiguen existe identificación?
R. Evidentemente, los ideales, son muy parecidos, aunque hay que hacer serias distinciones. Nosotros no somos precisamente un partido revolucionario, y estos señores, tal y como se pronuncian, están a años luz de lo que propugnamos como vía política. En cuanto a aspiraciones nacionales, no tengo nada en contra de la alternativa KAS. La podría suscribir de arriba abajo. Otra cosa es que sea práctica, pero no es ese el obstáculo principal. No son sólo los fines; son también los medios los que cuentan mucho a la hora de poder coincidir con alguien. Y, a veces, los medios pueden distorsionar los fines. Restaurar el nacionalismo, con una personalidad propia, es uno de nuestros objetivos.
P. ¿Luchar contra ETA implica todavía negociar con ella?
R. Por supuesto. Pero estoy cada vez más escéptico. Creo que en ETA no hay voluntad de negociar, porque cuando se presenta la oportunidad plantea condiciones imposibles y, por otra parte, no veo fuerza ni representación suficiente al Gobierno español para entablar un diálogo negociador. En este sentido, de todas formas, creo que adelantaríamos mucho si tuviéramos las competencias policiales que nos otorga el Estatuto, que no es otra cosa que el derecho a la defensa de la vida y bienes.
P. Este es un tema que, en este último año, ha provocado agrias polémicas entre el Gobierno vasco y los representantes del Estado en la comunidad autónoma...
R. Usted lo ha dicho. Entre el Gobierno vasco y los representantes del Estado, en plural, porque hay una doble presencia estatal en la comunidad autónoma vasca. Tener un delegado del Gobierno, además de los gobernadores civiles, es una fórmula original de resolver el paro político, pero no lo entiendo.
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