¿Psicoanalizar a Euskadi?
Se suponía que EL PAIS no admitía tribunas insultantes, chovinistas, ignorantes e irresponsables. Era una suposición vacía, porque el artículo de Rafael Cruz (15-7-1982) rebasa cualquier límite tolerable para un diario de talante liberal que, por cierto, en lo que respecta al problema vasco está demostrando una ceguera total.El intento de trasladar un discurso psicoanalítico individualizado a una comunidad de más de dos millones de personas está destinado al fracaso, y mucho más cuando se parte de la relación paranoica. Científicamente, éste es un truco repudiable. Se crea el estereotipo que interesa; se establecen categorías dualistas -paranoides, por cierto (bueno, malo; positivo, negativo)-; se proyectan los prejuicios previos sobre el supersujeto artificialmente creado, y ya tenemos el producto. En este caso, un discurso xenófobo y de ultraderecha contra un pueblo denigrado, por el simple hecho de no ser igual o parecido a otros, sino simplemente distinto.
Para Rafael Cruz, no ya ETA-fenómeno que no entiende ni podrá entender-, sino el pueblo vasco -y traducimos la sustancia- somos un pueblo cobarde, engreído, sin identidad, inferior culturalmente, intransigente con su lengua, autoritario con los emigrados y que necesita autodestruirse cultural y económicamente, en un alarde de masoquismo.
Gracias a Rafael Cruz, los vascos nos conocemos un poco más y los otros pueblos del Estado pueden ya entender el fondo del problema vasco, que no es otro que los mismos vascos. La larga campaña de intoxicación ideológica y de aislamiento que el pueblo vasco está sufriendo ya tiene su justificación científica de la mano de un epígono de Freud.
Y como se trata realmente de un juicio, quiero testificar en sentido inverso al discurso político de Rafael Cruz, tan similar a los comentarios habituales del Ministerio del Interior (no hay opresión nacional, sino sólo algunos errores policiales; los vascos practican la provocación a las FOP ... ): el pueblo vasco, "malcriado, caprichosamente mimado", según nuestro acusador, tiene una real conciencia de identidad que no es ni de inferioridad ni de superioridad, sino simplemente la diferencia. Tan sólo reclama lo suyo: el autogobierno, la autoconstrucción política sin dependencia, frente a quienes se empeñan en ejercer una relación de dominación. Sin esa conciencia de identidad no se comprendería la masividad de la conciencia nacional manifestada en la calle o en las urnas, y que convierte el Panorama político vasco en peculiar. El retroceso cualitativo del eusquera no se debe a la mera existencia del castellano, sino a la utilización política y social de éste contra aquél, lo que convierteen cínico el peyorativo comentario de Rafael Cruz respecto a una lengua marginada, y que los vascos, contra viento y marea, pretendemos revivir en su conocimiento y uso social, sin plan teamientos diglósicos, por un lado y respetuosos para con la comunidad sociológica del pueblo vasco, por otro. En suma, este señor no conoce en absoluto Euskadi ni a los vascos y, sin embargo, nos insulta. Para entender desde fuera el problema vasco hace falta al menos un espíritu abierto y democrático. A un servidor no le gustaría estar entre los psicoanalizados de Rafael Cruz Roche. /
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