La guerra irano-iraquí concentra la preocupación de los lideres árabes
La guerra irano-íraquí preocupa más al mundo árabe que la invasión israelí de Líbano, porque el eventual derrocamiento del presidente de Irak, Saddam Hussein, por el ejército del régimen islámico de Teherán pondría en peligro la estabilidad de algunas monarquías árabes del golfo Pérsico.La penetración de las tropas iraníes en territorio iraquí desvía la atención de la Prensa y de la opinión pública internacional del cerco israelí de Beirut, por lo que algunos responsables palestinos temen que el primer ministro de Israel, Menájem Beguin, aproveche la circunstancia para ordenar el asalto contra la capital libanesa, en la que están atrincherados unos 6.000 fedayin.
Sin llegar a estos extremos, la mayoría de los dirigentes palestinos y libaneses lamentan que parte de los esfuerzos de la diplomacia árabe estén ahora orientados a ayudar a Irak y a poner fin a la ofensiva iraní en detrimento de la situación en Líbano, que pasa a un segundo plano.
El diario argelino Al Chaab sostenía ayer que "esta guerra perjudica a la causa palestina e incita a Israel a continuar la realización de su plan expansionista".
Pero si la ocupación israelí de Líbano divide a los árabes entre los partidarios y los adversarios de la imposición de sanciones a Estados Unidos por su ayuda al Gobierno de Tel Aviv, el ataque iraní, sin llegar a suscitar un amplio consenso, no origina enfrentamientos entre los países neutrales, como Argelia, y los simpatizantes del régimen baasista de Bagdad, como Jordania, Egipto y los países del golfo Pérsico.
Sólo Siria, en todo el mundo árabe, apoyaba abiertamente a Irán mientras las fuerzas iraquíes ocupaban parte de su territorio, sin que se sepa cuál es exactamente su postura, a falta de reacciones oficiales, ante la entrada en Irak del ejército del ayatollah Jomeini.
El ataque iraní ha sorprendido a un mundo árabe incrédulo, a pesar de haber sido anunciado por Teherán. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, afirmó hace poco en público disponer de informaciones según las cuales el Ejército iraní se abstendría de penetrar en territorio iraquí tras la reconquista de la ciudad de Jorramshar.
Pero si ante el intento israelí de aniquilar la infraestructura palestina en Líbano el mundo árabe puede tratar de influir a Israel a través de Estados Unidos, no posee, en cambio, ningún medio de presión sobre las autoridades islámicas de Teherán, que hasta ahora han rechazado sistemáticamente todos sus llamamientos y advertencias, como las del Consejo de Cooperación del golfo.
A falta de presiones diplomáticas eficaces, los países árabes podrían, en virtud del tratado de defensa mutua de la Liga Arabe, firmado en 1950, enviar sus tropas a Irak para luchar contra Irán, pero hasta ahora sólo Jordania desplazó a un contingente a cambio de sustanciales compensaciones económicas.
Egipto, que no mantiene relaciones con Irak desde la firma del tratado de Camp David, entregó a Bagdad, antes de la invasión iraní, con el beneplácito de Estados Unidos, material militar por valor de ochocientos millones de dólares (80.000 millones de pesetas), parcialmente sacado de las reservas de su ejército.
Ahora va a incrementar su ayuda material en unos cuatrocientos millones de dólares, que servirán, sobre todo, al Ejército iraquí para adquirir repuestos egipcios para carros de combate, según fuentes militares occidentales.
Por último, los países del golfo que poseen fuertes minorías chiitas bien predispuestas ante la teología revolucionaria del imán Jomeini -la población de Bahrain es mayoritariamente chiita- van, sin duda, a aumentar su ayuda financiera a Irak, que asciende ya, para los veintidós primeros meses de la guerra, a 30.000 millones de dólares (tres billones de pesetas), principalmente proporcionados por Arabia Saudí.
La radio oficial de Riad manifestó el jueves su alarma ante la cabezonería de Teherán y su deseo "de incrementar aún más la tensión", mientras los demás medios de comunicación del golfo reproducen abundantemente estos días la versión iraquí de los combates.
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