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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las memorias de Buñuel

En relación a las páginas 64 y 65 del libro de Luis Buñuel Mi último suspiro, que dice ser unas "memorias" suyas -por lo visto, ma non tanto-, y al referirse a Federico García Lorca durante los años que coincidieron en la Residencia de Estudiantes de Madrid, Buñuel cuenta:"Alguien vino a decirme que un tal Martín Domínguez, un muchachote vasco, afirmaba que Lorca era homosexual. No podía creerlo. Por aquel entonces en Madrid no se conocía más que a dos o tres pederastas, y nada permitía suponer que Federico lo fuera.

Estábamos sentados en el refectorio, uno al lado del otro, frente a la mesa presidencial en la que aquel día comían Unamuno, Eugenio d'Ors y don Alberto, nuestro director. Después de la sopa, dije a Federico en voz baja:

-Vamos fuera. Tengo que hablarte de algo muy grave.

Un poco sorprendido, accede. Nos levantamos.

Nos dan permiso para salir antes de terminar. Nos vamos a una taberna cercana. Una vez alli, digo a Federico que voy a batirme con Martín Domínguez, el vasco.

-¿Por qué?, me pregunta Lorca.

Yo vacilo un momento, no sé cómo expresarme y a quemarropa le pregunto:

-¿Es verdad que eres maricón?

El se levanta, herido en lo más vivo, y me dice:

-Tu y yo hemos terminado.

Y se va.

Desde luego, nos reconciliamos aquella misma noche"

Y yo quiero especificarle lo siguiente:

Que a través de 35 años de tratar y conocer a "un tal Martín Domínguez" nunca jamás le oí expresarse de esa forma de quien fue su amigo Federico, lo mismo que su hermano Paco, y que toda esa entrañable familia, tan querida por nosotros, y cuyas relaciones ininterrumpidas entre Martín y la misma durante 54 años bien lo han probado.

Como fui su mujer en ese exilio llevado con dignidad, gracia y éxito, tanto en Cuba como en Estados Unidos, compartiendo con él recuerdos de sus memorias, impregnadas de las profundas y fructiferas amistades de la Residencia, donde don Alberto Jiménez Frau, director de la misma, hubo de demostrarle siempre su aprecio y amistad, y en la cual jamás ningún compañero estudiante sufrió indignidad alguna a causa de la indiscreción, malicia, o broma de mal género por parte suya -lo que no puede decir el señor Buñuel, por ejemplo- y como le es imposible a mi querido Martín, bien conocido arquitecto de muchas obras en España -como el Hipódromo de la Zarzuela, declarado monumento nacional de su patria, y muchas y hermosísimas en Cuba-, defenderse por hallarse por fin dentro de su tierra adorada donde lo colocaron mis manos cuando murió ha más de una década en el exilio, quiero ser yo la que indignada le diga a usted: ¡Basta, señor Buñuel, basta, que eso no es cierto!/

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