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TRIBUNALES

Creciente tensión entre el acusador particular y los guardias civiles declarantes en el 'caso Almería'

La larga prueba testifical que se está practicando ante el tribunal que juzga el caso Almería, desde hace casi ya tres semanas, está transcurriendo con frecuentes roces entre el ahogado de la acusación particular, que defiende los intereses de las familias de las víctimas, y los guardias civiles que comparecen a declarar.

Han sido ya varias las ocasiones en las que el presidente del tribunal ha tenido que advertir con energía al testigo que se limite a contestar, después de haber realizado algún comentario irónico o hasta vejatorio respecto del acusador particular. En otras ocasiones el presidente ha advertido al acusador particular que no reconvenga al testigo y se limite a realizar las preguntas concretas que crea convenientes. El momento de tensión suele producirse inevitablemente cuando el acusador particular, después de un interrogatorio envolvente y detallado sobre un punto, obliga al testigo a responder sobre lo que se le pregunta, sin evasivas ni medias palabras, lo que con frecuencia implica contradicción con anteriores declaraciones del propio testigo ante el juez instructor del sumario o con las declaraciones de los procesados.En la sesión de ayer declararon el sargento Manuel Moreno, enlace entre la plana mayor de la comandancia de la Guardia Civil y el teniente coronel Carlos Castillo Quero, y el cabo Mario Larrea, comisionado, según la versión de los hechos dada por los procesados, para llevar a Madrid las dos viejas pistolas que, según dicha versión, fueron encontradas en el Ford Fiesta de las víctimas.

El primero de ellos es el que en la mañana del día 10 de mayo de 1981, inmediatamente después de ocurridos los hechos en la carretera de Gérgal, recibió el en cargo del teniente coronel, que acababa de llegar de aquel lugar, de enviar a la dirección general de la Guardia Civil el primer télex informando sobre lo sucedido. En este télex se decía que el coche desde el que se abrió fuego sobre el Ford Fiesta de los detenidos era el de escolta, que iba inmediatamente detrás (después y en vista oral se ha dicho que fue el último coche de la caravana, en el que iban el teniente coronel y su ayudante) y no se hacía referencia al guardia que iba vigilando a los detenidos, además del conductor. Después, a las 13.00 horas de ese mismo día se dirigió otro telex al mismo destino precisando este último punto.

Contradicciones horarias

Fueron precisamente las preguntas formuladas por el acusador particular sobre este primer télex las que motivaron un enfrentamiento del testigo con el letrado, que fue severamente cortado por el presidente. El testigo había declarado que entró en servicio hacia las 8 de esa mañana. El teniente coronel, que estaba en su despacho, le llamó, le dio el texto que debía transmitir por télex, de su puño y letra, el DNI y el carné de conducir de dos de las víctimas y las dos pistolas. Con todo ello fue a su despacho, pasó a máquina el texto del télex y se lo entregó al operador del aparato para su transmisión. Cuando el acusador particular pidió al testigo que explicase como pudo hacer todo esto si se sabe que el télex lleva impresa la hora, 7.45 de la mañana, el testigo responde: "El acusador tiene el oído duro. Creo haber dicho que llegué a las ocho menos cuarto".Otro momento de tensión se suscitó a lo largo de la declaración del cabo Larrea que, según la versión de los procesados, fue comisionado para viajar a Madrid desde el aeropuerto de Málaga, con objeto de llevar las dos pistolas supuestamente halladas en el Ford Fiesta de las víctimas a la dirección general de la Guardia Civil. El testigo reconoció que no vio las pistolas pero que estaba seguro de que las llevaba en el interior del paquete que le había sido entregado, porque "si un superior mío me dice que me da dos pistolas, son dos pistolas".

En la sesión de la mañana de ayer el primer testigo fue Feliciano Solera, encargado del taller mecánico de El Provencio donde los tres jóvenes fallecidos llevaron su Seat 127 averiado, lo que les obligó a alquilar el Ford Fiesta en la localidad de Manzanares. Este testigo, al mostrársele las fotografías de Luis Montero y Luis Cobo unidas al sumario y que fueron transmitidas por el sistema de fotocopia telefónica por la comisaría de policía de Santander, manifestó que ninguno de los tres jóvenes que entraron en su taller llevaba barba, como aparece Luis Cobo en la foto que le fue mostrada.

Con anterioridad, la hermana de Luis Cobo, María Dolores, había mostrado también dudas en el reconocimiento de esta fotografía ante el tribunal. Con toda sinceridad, el testigo manifestó que su hermano Luis tenía los labios más finos que los que aparecen en la foto.

Las dudas de estos dos testigos llevaron a los defensores de los procesados a solicitar la suspensión del juicio, para realizar una información suplementaria, pero el tribunal denegó la solicitud por entender que la identificación de Luis Cobo ha quedado ya establecida a lo largo del sumario. El ministerio fiscal y el acusador particular también se opusieron a la suspensión.

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