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Tribuna
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600.000 refugiados con un elevado nivel de preparación

Hafez Tahbub, procurador general del Emirato de Chardjah, habla con soltura el hebreo. Es palestino y abandonó "voluntariamente" Jerusalén hace apenas diez años. "El aire se había hecho irrespirable", nos dice. Aunque no se había entregado a ninguna actividad subversiva, sus tomas de posición contra el régimen de ocupación en tanto que miembro de la Asociación de Juristas, irritaba a las autoridades israelíes. Un terreno de su propiedad le fue confiscado por "razones de seguridad". Fue detenido en dos ocasiones.El Chin Beth (equivalente a la Dirección General de Seguridad) le convocaba una vez por semana por término medio, pero lo más frecuente era que le hicieran esperar durante horas sin interrogarle. Se intentó hacer de él un confidente. Un día recibió una extraña invitación: un funcionario del Chin Beth, muy conocido de los palestinos, le invitó insistentemente a tomar el té con él en el King David, el hotel más importante de Jerusalén, un día de gran afluencia.

Su objetivo era doble: comprometer a Tahbub ante los ojos de sus compatriotas y, aprovechando la ocasión, hacerle llegar un último aviso. Si no interrumpía cualquier tipo de agitación sería expulsado. "Preferí marcharme por mi propia iniciativa", explica el procurador general de Chardjah, "porque mi expulsión hubiera significado que nunca hubiese podido volver a poner los pies en mi patria".

Alí El Yassir no ha vuelto a ver su ciudad país natal desde que sus padres huyeron de Jaffa en 1948 -mientras que la artillería de la Haganag, el Ejército judío de antes de la independencia, bombardeaba el puerto- para cobijarse en un sórdido campo de refugiados en Beirut. "Palestino errante" desde la edad de veinte años, como él gusta calificarse, Alí residió sucesivamente en Estados Unidos -gracias a una bolsa de estudios-, Líbano, Jordania y Arabia Saudí, antes de instalarse en Abu Dhabi en 1973.

Aquí, este ingeniero electricista, diplomado en las universidades de Filadelfia y Princeton, se convierte en empresario y no tarda en hacer fortuna. A los 54 años proyecta su retiro... a bordo de un yate "que no dejará de navegar por el Mediterráneo, lo más cerca posible de las costas palestinas".

Un trasplante armonioso

Ahmed Kazem y Mohamed Tawil salieron en los años cincuenta, antes de la ocupación de Cisjordania por los israelíes, para escapar del paro. Por haber estallado la guerra de 1967 mientras que el primero trabajaba en Gaza (bajo la ocupación egipcia) y el segundo en Damasco, ambos se cuentan entre los 225.000 palestinos de Cisjordania a los que las autoridades de Israel no dejan volver "ni a Judea ni a Samaria". En la actualidad los dos son profesores, uno de ellos en Qatar, y el otro en Kuwait.

Por su número, por su composición social y por su calidad, las comunidades palestinas diseminadas a lo largo de las costas árabes del golfo Pérsico tienen algo de singular en el seno de la diáspora. En Arabia Saudí, en Kuwait, en Qatar, en el Estado de los Emiratos Arabes Unidos (EAU) o en Balirain resulta difícil, cuando no imposible, encontrar en ellas obreros, así como apenas alguno de esos indigentes que pueblan los campos de refugiados de Líbano, Siria o Jordania.

Los países limítrofes de Israel dieron asilo a todos los palestinos, sin distinción, que huían de los horrores de la guerra o de la ocupación. Los Estados del Golfo no han acogido refugiados, sino inmigrantes -la distinción es significativa-, que han elegido esta región para mejorar su suerte.

El trasplante se ha realizado de manera armoniosa en la medida en que la demanda se correspondía con la oferta. A comienzos de los años cincuenta, cuando la producción petrolera empezaba a tomar impulso, los jeques del Golfo buscaban cuadros, técnicos y administrativos, capaces de construir las estructuras económicas, sociales y estatales de sus emiratos, en los umbrales de su independencia.

A pesar de los permisos de residencia y de los altos salarios que generosamente ofrecían, en aquella época los candidatos a la inmigración en los diversos Estados árabes eran poco numerosos. Únicamente los palestinos, que soportaban unas condiciones económicas difíciles, sobre todo en la región occidental de Jordania, pero también en Líbano y en Siria, estaban dispuestos a expatriarse. Contaban con las cualidades requeridas: eran árabes, educados, anglófonos con frecuencia -lo que era de gran valor para unos países que se encontraban bajo la dependencia británica- y poco exigentes.

La primera ola emigratoria, compuesta en su mayor parte por hombres solos que dejaban sus familias en CisJordania, Gaza, Líbano o Siria, comienza dos o tres años después de la guerra de 1948. La segunda, la más importante, se produce después del conflicto de 1967. Lleva consigo, junto con los refugiados recientes, las familias de los que se habían buscado un empleo provisional en el Golfo para conseguir unos ahorros antes de volver a la patria, en Cisjordania o en Gaza.

Por último, la guerra civil de Líbano produjo, a partir de 1975, una tercera oleada de emigrantes que contaban con unas condiciones intelectuales o materiales que les permitían rehacer su vida por segunda o tercera vez.

Los que contaban con medios para ello tomaban el avión para Abu Dhabi, Dubai, Arabia Saudí o Qatar, y raramente para Omán y Balirain, Estados que desde el principio desconflaban de los palestinos. Los más modestos se dirigían, por vía terrestre, a Kuwait, donde eran mejor recibidos que en otras partes, debido especialmente al espíritu abierto de la familia reinante.

Médicos, ingenieros, hombres de negocios...

De este modo, la comunidad palestina en Kuwait se ha duplicado en tres momentos: en 1965, en 1970 y en 1980, pasando desde 27.000 almas en 1961 hasta más de 300.000 el año pasado, y probablemente a 350.000 si se tiene en cuenta a los emigrantes ilegales. En total, los Estados árabes del Golfo acogen actualmente a más de 600.000 palestinos, cifra que supera la de Líbano y Siria juntos, lo que supone un miembro por cada cuatro de la diáspora (véase el cuadro adjunto).Sin embargo, su peso específico sobrepasa, y con mucho, su importancia numérica si se les juzga según el lugar que ocupan en estos jóvenes países petroleros, en los que las élites todavía están en estado embrionario. Los palestinos comienzan por poblar las administraciones estatales. Hasta 1975 -posteriormente no se cuenta con estadísticas precisas- uno de cada dos era funcionario en los Emiratos Arabes Unidos y en Kuwait; actualmente, en este último principado, uno de cada cuatro empleados del sector público y un profesor de cada tres son palestinos, según estimaciones.

Presentes en una gran proporción en las escuelas y en las universidades de la región, con frecuencia son preponderantes en la Magistratura, en particular en los Emiratos Arabes, donde son mayoritarios entre los sustitutos de los fiscales y entre los jueces; son también numerosos entre los periodistas de la Prensa escrita y de la audiovisual, entre los médicos, los ingenieros, los arquitectos, los cuadros superiores de las compañías petroleras y de las empresas privadas. Según un estudio efectuado en 1975, uno de cada cuatro de los palestinos que toman parte en la vida activa en Kuwait ejerce una profesión liberal o científica de alto nivel(1).

La gran burguesía está mucho mejor representada aquí que en los otros países árabes, en los que la modestia de los recursos, la relativa austeridad de los regímenes socialistas, o ambas cosas a la vez, constituyen obstáculos para la expansión del capital privado. ¿Existen en el Golfo cien o trescientos millonarios (en dólares) palestinos? Las estimaciones varían de sencillo a triple. Pero no existen dudas de que son propietarios de la mayor parte de las sociedades de electrónica, ni de que entre ellos hay comerciantes, empresarios, banqueros, hombres de negocios de calibre internacional.

"Están en todas partes... como los judíos", dicen de ellos los autóctonos y los otros arabes expatriados, sin que a primera vista pueda discernirse si se trata o no de una observación malintencionada. Los admiradores practican inconscientemente un racismo al revés al generalizar las cualidades que se atribuyen a los palestinos: inteligentes, desenvueltos para los negocios, eficaces y dotados de un espíritu de empresa fuera de lo común.

Prejuicios desfavorables llevan a otros a describirlos como replegados sobre sí mismos, codiciosos, intrigantes, orgullosos, insolentes y, para los tradicionalistas, propensos a la corrupción y a las indignidades occidentales (2).

La 'religión de la educación'

Ni ángeles ni demonios, los palestinos, a decir verdad, han adquirido las características de una minoría que vive en la inseguridad, real o sentida. Hacerse indispensable es una manera de defenderse, nos decía un periodista en Chardjah, Ghassan Tahbub, antes de añadir: "Al ser apátridas, nos aferramos al país que nos acoge como a un salvavidas, dando lo mejor de nosotros mismos"."En nosotros la educación es una religión, una obsesión", oye decir repetidamente el periodista, que se sorprende de la tasa de alfabetización, la más alta del mundo árabe.

En el dominio de la solidaridad se manifiesta otra obsesión. Adnan Derbas, por ejemplo, cuya indigente familia vivía en el campo de refugiados de Borj-Al-Barajneh, en Beirut, ha hecho toda clase de trabajos desde su adolescencia para pagar los estudios a sus siete hermanos, de ambos sexos. Habiendo llegado él mismo a ser ingeniero civil, actualmente está al frente de una de las mayores empresas de obras públicas de Abu Dhabi.

Abdel Mohsen Kattan, riquísimo banquero en Kuwait, financia la construcción de dos centros culturales en las universidades de Bir-Zeit y Najah (Naplus), en Cisjordania, y ofrece una bolsa de estudios a todo palestino "cuyo nivel le haga admisible en las universidades más prestigiosas del mundo".

Unos sesenta jóvenes que responden al criterio así establecido siguen actualmente, a costa de Kattan, estudios superiores en Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Yugoslavia, India y, por supuesto, en diversos países árabes. "Mi padre", explica Kattan, "no me ha dejado nada más que un título universitario, que obtuve gracias a su ayuda; el bien más preciado, me decía en vísperas de su muerte, puesto que podía llevarlo conmigo a cualquier sitio adonde me condujeran las vicisitudes del exilio".

Al comienzo del exilio, en 1948, los palestinos contaban con unos trescientos o cuatrocientos titulados universitarios. Actualmente su número, estimado en más de 130.000, es proporcionalmente superior al de Israel o al del Reino Unido, y cuatro o cinco veces más alto que la tasa media del mundo árabe tomado en su conjunto.

Admirados o envidiados, los palestinos de la diáspora molestan o inquietan a los árabes por diversos motivos. En el Golfo, como en otras partes, algunos Gobiernos intentan restringir su presencia y su influencia, mientras esperan que "vuelvan a su país".

(1) Philippe Fargues, Etude démographique des migrations de travail vers les pays arabes du Golfe. CERMOC, Beirut, 1980, página 104. (2) Un palestino, Awny Farsakh, en una serie de artículos publicados recientemente en un periódico de Dubai, se ha dedicado a responder punto por punto a estas opiniones difamatorias, lo que hace suponer que están muy extendidas.

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