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La huelga de hambre de militantes izquierdistas, problema de conciencia para los portugueses

El problema de conciencia planteado por la huelga de hambre de los presos de la organización izquierdista Partido Revolucionario del Proletariado (PRP) es el, más grave que la joven democracia portuguesa haya tenido que enfrentar en sus ocho años de existencia.

Orgullosos de sus tradiciones de tolerancia y de humanismo (Portugal fue uno de los primeros países, hace más de cien años, en abolir la pena de muerte), los portugueses entienden mal cómo se ha podido llegar a una situación tan radicalizada que pueda ocurrir, de un momento para otro, la muerte de uno de los militantes izquierdistas detenidos desde 1978, en huelga de hambre desde hace 33 días. El lunes Isabel do Carmo, 41 años, dirigente histórica del PRP, con un largo pasado de lucha contra el régimen salazarista, se unió al movimiento, decidida también a salir de la cárcel, libre o muerta.Condenada, con su marido Carlos Antunes y otros dirigentes del PRP a pesadas penas de cárcel por varios atracos ejecutados en 19751976 y sin que haya sido probada en tribunal su participación material en los crímenes, Isabel do Carmo está, desde el punto de vista jurídico, en situación de detención preventiva, ya que el Tribunal Supremo anuló, por defectos de forma, el juicio de enero de 1980.

Una vez concedida la anulación, Carlos Antunes había efectuado el verano pasado una huelga de hambre para exigir su libertad condicional y la de sus compañeros: aceptó volverse a alimentar, al cabo de treinta días, después que 33 diputados pertenecientes a todos los partidos representados en el Parlamento luso firmasen un documento comprometiéndose a aprobar una ley de amnistía para todos los presos del caso PRP, los únicos en no haberse beneficiado de los anteriores indultos.

El proyecto de ley de amnistía acabó por ser rechazado por el Parlamento, por voluntad de la dirección del partido socialdemócrata. A pesar de un llamamiento personal de Mario Soares a la "conciencia de la nación", los otros intentos socialistas de poner en libertad a los presos del PRP resultaron un fracaso el pasado viernes. Los huelguistas de hambre estiman que han sido engañados tantas veces que no pueden confiar en nuevas promesas.

De los más diversos sectores de opinión, y de la propia mayoría parlamentaria, surgen protestas contra la incomprensible intransigencia del Gobierno en este asunto. Intransigencia doblemente extrema puesto que no se encuentra en este momento ningún otro preso político en las cárceles portuguesas y el último jefe de la policía política salazarista, reconocido culpable en el juicio por el asesinato del general Humberto Delgado, ha sido liberado "por razones humanitarias" dado su precario estado de salud, acabando por morir en su domicilio. Atentados cometidos por la extrema derecha -y que produjeron varios muertos- no han sido juzgados y sus autores están en libertad, lo que justifica la acusación de los medios de izquierda, según la cual la justicia portuguesa manifiesta una preocupante tendencia a usar dos pesos y dos medidas para apreciar la gravedad de actos semejantes.

La muerte de uno de los huelguistas de hambre podrá tener consecuencias políticas graves para el actual Gobierno portugués e introducir un elemento emocional importante en la actual radicalización de la sociedad lusa.

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