La confusión parlamentaria se apodera de Portugal
La situación política portuguesa sigue caracterizada por un ambiente de tensión y de confusión, sobre todo a nivel parlamentario. Los diputados se han dado un plazo hasta finales de julio para concluir la revisión de la Constitución portuguesa de 1976, pero parece cada vez más difícil la realización de este objetivo, considerado como prioritario por los partidos de la coalición de centro-derecha en el poder y por el partido socialista.
Este último es el que encara, de momento, la crisis más visible, pero hay manifestaciones de indisciplina en casi todos los grupos. Durante esta noche, la comisión política del PS tendrá que hacer frente a la situación creada por Salgado Zenha, líder parlamentario de los socialistas desde 1975, al negarse a renunciar al cargo, como se lo pidió la actual dirección del partido.Zenha cuenta, en principio, con la solidaridad de cuarenta de los 66 diputados socialistas. Si Mario Soares lleva adelante su propósito de plantear hasta las últimas consecuencias el conflicto entre minoritarios y mayoritarios, los rebeldes podrían ser sancionados con treinta días de suspensión de militancia. Pero, como éste no tiene poderes para obligarles a renunciar a su mandato de diputados, se crearía ,en el Parlamento luso una situación excepcional, pero no inédita: la existencia de un fuerte número de diputados (entre veinte y cuarenta) sin obediencia partidista a la hora de pronunciarse sobre la reforma constitucional.
El Gobierno y la dirección del PSD han tenido que empeñar su autoridad para obligar a los diputados socialdemócratas a votar contra dos propuestas de leyes socialistas tendentes a permitir la inmediata liberación de los militantes de la organización de extrema izquierda detenidos desde 1978. La victoria, conseguida por tan sólo cuatro votos, ha tenido un precio elevado para Balsemão: nueve diputados de su partido le han desobedecido abiertamente, y la joven e influyente dirigente socialdemócrata Helena Roseta ha anunciado públicamente su decisión irreversible de renunciar a su mandato.
De momento, el presidente Eanes no parece decidido a intervenir directamente en la crisis, pero su situación puede rápidamente resultar inaguantable.
Erigido, voluntariamente o no, en árbitro de la vida política nacional y en supremo garante del funcionamiento del régimen, el presidente Ramalho Eanes no podrá mantenerse por mucho más tiempo en precario equilibrio entre un Gobierno, al que niega su confianza sin dimitirlo, y una oposición que le dio sus votos y le exige ahora poner fin a un Gobierno acusado de llevar a Portugal a la bancarrota.
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