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Reportaje:La economía no apuesta por el futuroLa coyuntura económica española / 1

Esperando a un Godot que no termina de llegar

En unos casos se espera -sin que hasta ahora haya llegado- la anunciada recuperación de la economía internacional en la confianza de que la prosperidad ajena nos arrastre a nosotros también. En otros casos se espera más certidumbre política para emprender, arriesgarse e invertir y esa necesaria certidumbre política tiene ante sí la incógnita de las elecciones generales, lo que aplaza para el futuro las decisiones de inversión en un prolongado "esperar y ver" antes de invertir. La variable de la climatología aparece también entre los datos inciertos con el deseo de que la espera se traduzca en resultados mejores que los cortos y variados que promete hoy por hoy la producción rural, un escenario importante éste en tiempo de crisis para componer los resultados del año económico.Cualquier intento de comprender y explicar la situación de la economía española tiene que partir del dato condicionante de la situación económica internacional, en especial del conocimiento de la coyuntura que atraviesan los grandes países industriales con los que nuestra economía guarda estrechas relaciones de interdependencia. Nos guste o no, este dato constituye una falsilla sobre la que debe escribirse el quehacer diario de la economía española. Se han ido para siempre los tiempos en que pudo ser válida la conocidaopinión de Cambó: "La economía española no sufre nunca de crisis agudas como las que se producen de tiempo en tiempo en los países más fuertes, más ricos y más, adelantados. Ello es debido a que la estructura de la economía española tiene por base pequeñas unidades y que además es casi completa y solamente depende de otros países en una cantidad limitada de productos... De esta forma, los factores externos tienen en España muy débil influencia. El sol y la lluvia son los más importantes". Hoy, las cosas están justamente en el polo opuesto. El Banco de España lo subrayó, con precisa exactitud, en su informe sobre la economía española de 1978: "Las posibilidades y perspectivas de la economía española están estrechamente condicionadas por el funcionamiento de la economía mundial y muy especialmente de las economías industriales europeas.

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Indicador del clima coyuntural.

...Nuestra economía está relacionada con las economías industriales, no sólo mediante las transacciones del comercio exterior, sino a través de unos mismos problemas básicos y de la evolución del Estado de las expectativas empresariales y en las actitudes socioeconómicas generales". Dicho en otros términos: la coyuntura de los grandes países industriales es nuestra coyuntura, sus expectativas las nuestras, sus problemas aquellos que nosotros tenemos planteados de partida. A esos problemas generales -condicionantes de la vitalidad económica española-, se añaden los propios -esto es, los problemas españoles diferenciales-, pero el recuento de estos problemas propios tiene que partir del conocimiento de la situación internacional.

Por esto, todo análisis dé la coyuntura española que trate de identificar el momento que vivimos debe responder a una pregunta obligada de partida: ¿cuál es la coyuntura económica internacional? ¿Marchan o no marchan bien las economías de los países industriales con los que nos relacionamos y que nos condicionan? Esas preguntas, avaladas por el cuadro de interdependencias que determinan nuestra vida económica, justifican la permanente y atenta mirada al exterior.

Y bien, ¿qué nos dicen esos resultados de la coyuntura de las economías de los grandes países industriales?

Esa coyuntura exterior -primer condicionante de la coyuntura interna- transmite hoy dos noticias de la máxima importancia que no puede olvidar la política económica de ningún país:

1. El año 1982 no mejorará los resultados de 1981. Los pronósticos cifran el año como un ejercicio de corto desarrollo de la producción, creciente desempleo, lenta caída de las tasas de inflación, mejor equilibrio de la balanza de pagos, con una suave recuperación del comercio mundial. Los datos en que esos pronósticos se concretan por la OCDE y el FMI son bien reveladores: 0,3%-0,8% de crecimiento del PIB, 8,5%-8% la tasa de paro, 8,5%-7,5% la tasa de inflación, cambió a un saldo positivo en balanza de pagos (15.00021.000 millones de dólares), 2% crecimiento del comercio mundial.

En ese cuadro de resultados mejorará, según todos los pronósticos, en 1983, año para el que se anuncia un crecimiento del 2,5%2,8% del PIB, con menor inflación (7%); esa mejora no afectará, sin embargo, a las alarmantes cifras de desempleo, que se situará en el 8,8% de la población activa (31,4 millones de parados).

Calificar de pobres realizaciones a ese conjunto de resultados no los mejorará, aunque les atribuya un calificativo adecuado, pero quizá sea más decriptivo y útil afirmar que ese conjunto de cifras definen la situación económica de los años ochenta, en cuanto son consecuencia directa y no fortuita de un conjunto de hechos y relaciones que dominan en la actualidad la coyuntura económica internacional.

La presencia de esos hechos y relaciones constituye una premisa de la coyuntura económica española. No cabe esperar que en 1982 la situación exterior ayude a la economía interna. Ni las tasas de desarrollo ni la situación de desempleo mejorarán por esta causa. La espera de la recuperación económica internacional deberá alargarse un año más. Dice el refrán que "esperanza larga, aflije el corazón y el alma". Sería deseable que la segunda parte de su contenido no fuera tan cierta como la que afirma su primera. Porque hemos esperado en 1981 y deberemos seguir esperando en 1982. La anunciada recuperación exterior no ha llegado todavía.

2. El año 1982 se configura, pues, como un año de espera y consolidación de los equilibrios de la economía. La y es importante. La situación de las distintas economías y el juego de las interdependencias de la economía internacional deja muy pocos grados de libertad -si alguno- a una política nacional de reactivación económica. No es posible mejorar los cortos resultados de la producción sin reducir la inflación y sin mejorar la eficacia en el empleo de los recursos disponibles. La inflación complica todos los problemas de la crisis y no arregla ninguno (la divulgada afirmación de "más empleo, aun a costa de más inflación", constituye un eslogan tercermundista, capaz de engañar tan sólo a un país dominado por el analfabetismo económico. Como ha afirmado recientemente el ministro socialista francés Fabius: "Un punto menos de inflación es una posibilidad más de empleo"). La superación de la crisis obliga también a ganar eficacia en la asignación de los recursos productivos mediante la práctica de una política de ajuste. El tiempo económico actual es, pues, un tiempo de perseverancia en las medidas de saneamiento económico y ajuste productivo. Un tiempo que requíere responsabilidad, paciencia,y coraje de quienes interpretan (empresarios, sindicatos, trabajadores y políticos) y de quienes dirigen (autoridades) la política económida del país. Huir de esos principios, olvidando las exigencias de la estabilidad y eficacia económicas y tratar de buscar remedio al desempleo en un relanzamiento autónomo y nacional de la demanda es algo que se pagará muy caro por el país que consienta a sus políticos esa decisión irresponsable. Si la historia reciente sirve para algo, ese algo es demostrar lo breves y costosas que resultan esas aventuras de acelerar el gasto nacional, aunque estén hechas con la mejor intención de beneficiar el consumo popular de las rentas bajas. Debe quedar claro que quien afirme hoy contar con un remedio rápido, fácil y popular al limitado desarrollo o al creciente desempleo, está difundiendo un mensaje en abierta contradicción con los hechos.

1982: año de cortos y discutidos resultados

La tónica del año actual de la economía española está marcada por esas dos pautas de la coyuntura internacional. No cabe esperar, por tanto, unas realizaciones positivas muy alejadas de las expuestas para los países industriales y no deberían permitirse unos resultados negativos alejados de los prevalecientes en esas economías. En esa doble afirmación podría encerrarse el contenido del año económico 1982.

La primera parte de esa afirmación referida a los esperados restiltados positivos de 1982 ha originado ya en este ejercicio, como lo Ina hecho en los anteriores, una discusión que amenaza convertirse en el tema de controversias permanente de los análisis de coyuntura. Nos referimos a la tasa de desarrollo prevista para 1982. La puesta en circulación de la cifra mágica del 3% de crecimiento del PIB fue pronto reducida -sobre todo después de conocidos los resultados de los índices de producción industrial de comienzos de año- al 2,5%. La OCDE, en su informe sobre España, habla del 2%, y hay quien duda de esta cifra y apunta al 1,5% como tasa probable de desarrollo del PIB en 1982. Discutir razonablemente esas cifras es una ocupación imposible a la altura del mes de junio y una tarea de muy poca utilidad para cualquier mes del año. En efecto, a la altura del

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mes de junio se conocen los datos de los dos primeros meses para la producción industrial, del primer cuatrimestre para las opiniones empresariales en la industria y de algunos indicadores de los servicios, de producción y demanda de electricidad y movimiento turístico hasta mayo.Hablar de 1982 con esos datos se convierte en un ejercicio de adivinación en el que el temperamento, los intereses y las pasiones de quien analiza la coyuntura pesan mucho más que los datos sobre las observaciones disponibles. Cuando se atiende a esas observaciones, hay que mirar sobre todo a las inercias dominantes en la producción y en el gasto nacionales que diseñan en cualquier caso un comportamiento para 1982 con cortos resultados productivos. El mal comienzo del año parece evidente y lo es también la mejora relativa de las expectativas y opiniones empresariales tal y como las revela la encuesta de coyuntura industrial. Sin embargo, la nota dominante del comportamiento de la producción es su asimetría. Es diferente el comportamiento de la producción primaria (agricultura y pesca), la industria y los servicios y lo es también el de los subsectores productivos que integran esas tres grandes rúbricas en que se resume el quehacer económico nacional.

La incierta agricultura

Desde la perspectiva agraria, el año 1982 viene acompañado de una especial incertidumbre, hasta el extremo de haber hecho posible previsiones opuestas, a medida que se alternaban las circunstancias derivadas de una meteorología cambiante.

Del pronóstico pesimista definido por la continuada sequía del otoño, se pasó a la formulación de previsiones optimistas, principalmente para las producciones vegetales, basadas en las lluvias del invierno, y, principalmente, en los pronósticos meteorológicos, para la primera parte de la primavera.

Lamentablemente estos pronósticos no se han cumplido en lo concerniente a precipitaciones, de tal manera, que hemos asistido a una primavera que en sus dos primeros meses ha resultado ser una de las más secas de los últimos años, lo cual, junto a las heladas ciertamente tardías del mes de mayo, posibilitaba un nuevo pronóstico pesimista nuevamente revisable a raíz de las lluvias con que se despedía el mes de mayo.

Como hechos ya consolidados hay que enumerar las pérdidas que se registran por motivo de las heladas en la producción hortofrutícola del valle medio del Ebro, ambas Castillas y Galicia; las pérdidas en la cosecha de cereales, principalmente, en el valle del Duero; la ausencia generalizada de pastos primaverales; el general retraso de las cosechas, que se ha hecho especialmente patente en hortalizas y frutas tempraneras. En conjunto, estas pérdidas ya consolidadas se estiman en torno al. 4%-5% de la producción agraria.

En el terreno de las previsiones cabe establecer ciertas esperanzas en los cultivos de verano, muchos de los cuales no presentan en la actualidad hipotecas insalvables, y en la posibilidad recientemente confirmada por los responsables administrativos de que las reservas de agua puedan abastecer suficientemente la superficie regable.

En cualquier caso, una previsión para los resultados agrarios del año 1982, coherente con los extremos opuestos, no puede formularse, en los momentos actuales, en otros términos que no sean los de un escaso crecimiento (1%-2%) respecto al deprimido nivel alcanzado en el año 1982, y ello admitiendo que todavía pueden producirse variaciones significativas en los resultados, en uno y otro sentido.

Los efectos de las desiguales -pero cortas- realizaciones de la agricultura se acusarían por la economía española en dos frentes importantes en tiempos de crisis: el de los precios y el del comercio exterior. Sobre el primer efecto se remite a cuanto se expondrá en un próximo artículo en torno a las previsiones de inflación en 1982. Con respecto al déficit de la balanza agraria cabe esperar que alcance cifras importantes.

Un cariz más desfavorable que el de la producción rural presenta la pesca, el otro sector que con él integra la producción primaria. La producción pesquera -conocida en sus datos del primer trimestre para la pesca desembarcada- ofrece un aumento del 25,5% sobre sus valores de 1981.

Situación de la industria

Un balance actualizado de la situación industrial en 1982 es difícil de realizar. Si el análisis se apoya sobre los datos disponibles de producción industrial, quizá los perfiles más reveladores los ofrezca un cuadro de su coimportamiento durante la crisis y de sus variaciones inmediatas en 1981. Ese cuadro nos indica que sólo ocho sectores han mantenido durante los años de la crisis y en 1981, posiciones favorables: los ligados a la producción de energía (carbones minerales, energía eléctrica y gas), minería (metálica y no metálica), alimentos, bebidas y tabaco, industrias del cuero, industria química y caucho y plásticos.

Quienes creen que las cosas no han cambiado respecto de 1981 y que el conjunto de la industria presenta un panorama negativo, aducen los movimientos del índice de producción industrial (tanto el general como el componente de bienes de consumo e intermedios) situado en tasas negativas respecto a sus valores correspondientes a igual mes del año anterior, como en su crecimiento interanual.

Respecto a los bienes de inversión, el crecimiento sobre igual mes del año anterior continúa siendo negativo y aunque el crecimiento interanual es positivo, resulta descendente a partir de agosto de 1981.

Si agregamos todas esas valoraciones, podríamos componer un año 1982 adivinándolo como un ejercicio que responde a la tónica productiva manifestada por los ochenta como un techo situado en la tasa del 2% y un suelo en el crecimiento cero. Por encima de ese suelo se sitúan todas las predicciones y por encima de 2% muy pocas. Quienes no desean arriesgarse añaden imprecisión al pronóstico y hablan de un crecimiento en torno al 2% del PIB, que los más optimistas extienden hacia arriba (2,5%) y los más pesimistas hacia abajo (1%-1,5%).

Ninguna de esas cifras de crecimiento económico pronosticadas para 1982 van a arreglar el problema del desempleo. El dato más negativo de la coyuntura actual lo ofrecen, sin duda, las cifras de población activa, empleo y parados, en la economía española. La última Encuesta de población activa correspondiente al primer trimestre de este año eleva a 2.062.000 trabajadores la población en paro (un 15,9% de la población activa). Los datos de la Encuesta de población activa para 1982 ofrecen, además de esa noticia negativa, otras novedades que parece importante comentar:

1. La tendencia a la reducción de las tasas de crecimiento de la población española en edad de trabajar.

2. Desde el tercer trimestre de 1981 ha cesado la caída de la población activa. Esa caída se explicaba por las dificultades existentes para el primer empleo, lo que creaba una población desanimada que no se registraba en las cifras de población activa ni de paro. Esta situación ha terminado.

3. El desempleo se ha alimentado en España por quienes trataban de empezar en el mercado de trabajo y por quienes perdían sus ocupaciones. En los últimos años, las caídas de la población ocupada han sido espectaculares, caídas que han tendido a reducirse progresivamente en los datos que presentan los últimos cinco trimestres.

4. Especialmente significativa es la marcha del empleo asalariado en 1981 y 1982. La población asalariada cambia su tendencia en el primer trimestre del año actual al registrarse un aumento del empleo asalariado sobre el cuarto trimestre de 1981, cifra esperanzadora para algunas opiniones, que han querido ver en ella los beneficiosos efectos del ANE sobre el empleo.

Para este doloroso problema no hay respuestas inmediatas ni brillantes. Se necesitan actuaciones costosas y perseverantes que miren hacia donde se decide el futuro de la economía española.

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