Los monetaristas y la inflación
Recientemente apareció en este periódico un artículo de Pedro Schwartz titulado "Friedman y los comunistas", en el que se considera al monetarismo como la única doctrina efectiva para combatir la inflación de precios y salarios que padecemos actualmente. Para ello se asocia al monetarismo con la teoría cuantitativa del dinero, que, como tal, es muy anterior a Milton Friedman y su escuela y es comúnmente aceptada, junto con la ley de Say, por los analistas económicos más prestigiosos de todas las épocas.De hecho, tanto la teoría cuantitativa como la ley de Say parten de' sendas identidades contables que, como tales, se cumplen siempre. Sin embargo, la teoría económica es algo más que registros contables, aunque hay economistas que se empeñan en. pensar lo contrario. La ciencia económica se ocupa también de la distribución de la riqueza y del empleo, y, en tiempos más recientes, se ha ocupado de la acumulación del capital y de la creación de nuevos empleos y riqueza, lo que vulgarmente se conoce como desarrollo económico.
Los monetaristas se preocupan fundamentalmente de estabilizar el crecimiento de la cantidad de dinero en circulación y a este proceso sacrifican la estabilidad de los tipos de interés que se ven impulsados tendencialmente al alza durante períodos muy dilatados de tiempo, en detrimento de los costes de funcionamiento de las empresas, de los costes de financiación de las inversiones y del déficit del sector público.
Tanto el Tesoro Público como los mercados internacionales de capitales están siempre dispuestos a evitar el colapso del sistema financiero. Es, pues, evidente que los altos tipos de interés que resultan de una política monetarista a ultranza contribuyen sustancialmente a alimentar la inflación imperante de precios y salarios, debido al aumento de los costes de financiación de la economía y a la elevación del tipo de cambio del dólar, que es la divisa básica del comercio y de la financiación a escala mundial.
Los economistas clásicos y neoclásicos siempre fueron conscientes de la gran importancia que tienen los tipos de interés para asegurar la rentabilidad del capital a largo plazo, sin la cual no es posible una acumulación sostenida del capital físico y financiero.
La nueva teoría monetarista
A su vez, los economistas de la escuela keynesiana propugnaron manipular a la baja los tipos de interés para facilitar el crecimiento de las inversiones y del empleo en una economía en desarrollo. Hoy día los economistas monetaristas sacrifican los tipos de interés y la pujanza de los mercados de capitales a la estabilidad de la cantidad de dinero y de la balanza de pagos, con el resultado de que las expectativas inflacionarias no se reducen, los tipos de interés están por las nubes, el paro no hace sino aumentar, el sector público está endeudado hasta las cejas y el endeudamiento exterior de la economía aumenta para beneficio del sistema bancario internacional.
Hay otros remedios
Si verdaderamente lo que interesa es reducir la inflación imperante de precios y salarios, existe un remedio que ya fue utilizado con éxito en Estados Unidos en la década de los sesenta, hasta que los gastos astronómicos de la guerra de Vietnam lo volvieron financieramente inviable.
Se trata de la disposición Q, que establece un techo a los tipos de interés del pasivo bancario (imposiciones a plazo, certificados de depósito y bonos de caja) bajo la justificación de que el sistema crediticio constituye un mercado oligopolístico privilegiado que, como tal, debe ser intervenido en beneficio del resto de la economía y, de la sociedad.
Si se aplicase algo parecido a la disposición Q en España, disminuiría la cantidad de dinero en circulación por reducción de los depósitos bancarios y bajarían drásticamente los tipos de interés, beneficiando la inversión de capital fijo, a la vez que se reduce el déficit del sector público. Lo que a su vez permitiría la recuperación de las cotizaciones de los mercados bursátiles, ampliando y abaratando la financiación a largo plazo de las empresas y revalorizando los ahorros de las familias.
Es verdad que la banca vería reducido su volumen de negocios, pero a cambio aumenta la rentabilidad marginal de sus activos, acabando con las quiebras bancarias, que tanto pesan sobre el fondo de garantía de depósitos.
Finalmente, con menos cantidad de dinero en circulación y más bajos tipos de interés habrá menos inflación de precios y más empleo, con lo cual todos saldríamos ganando, con la posible excepción de los que especulan con el alza de los tipos de interés y con el mayor nivel de endeudamiento de las empresas.
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