¡Los trabajadores sí tienen patrias!
Durante toda la primera etapa del desarrollo capitalista, la clase obrera, salvajemente explotada, no llega a tener conciencia de su papel como clase dirigente en el proceso constitutivo de su región/ nación. Mira con malos ojos todo movimiento autonómico del país donde vive, sobre todo cuando procede de otras latitudes, y no se siente vinculada a la lengua, cultura, etcétera de su tierra de adopción.A veces se enfrenta decididamente a la alta burguesía agraria, financiera e industrial e, incluso, a la pequeña y media burguesía, que, en una u otra época, están al frente del movimiento autonómico o nacionalista de cada país. La historia de Euskadi es elocuente a este respecto.
En Cataluña, hasta bien entrado el siglo XX, la clase obrera sigue al margen del potente movimiento catalanísta, bajo la doble influencia del anarquismo y de la demagogia lerrouxista.
Los trabajadores de ese tiempo ven con frecuencia cómo los grandes y sublimes nombres y símbolos son manipulados por las clases dominantes para el mejor servicio de sus ruines intereses. Patria es para ellos igual a patrimonio, a propiedad privada y privatizadora, a herencia y a botín. El manifiesto comunista describe este fenómeno con unas frases que se harán célebres: "Los trabajadores no tienen patria. No les pueden quitar lo que tienen". Frases que han sido mal entendidas, porque no han sido leídas en su conjunto. Sigue diciendo Marx: "Siendo el objetivo inmediato del proletariado la conquista del poder político y teniendo que constituirse en clase nacional y constituir esta clase una nación, resulta evidente que es también nacional, aunque en el mismo sentido que la burguesía".
En un momento, más evolucionado del desarrollo económico y cultural, la clase obrera pasa de la simple conciencia de clase oprimida a la de clase fundamental, de clase dirigente, imprescindible en la vida de la región/nación. Entonces se siente vinculada más y más a su tierra y a su pueblo, a todos los valores, hasta entonces dejados en manos de la burguesía, su enemigo tradicional.
La Unió Socialista de Catalunya se funda en 1923; el primer partido comunista catalán nace en 1928 y el Bloque Obrero y Camilpesino (Bloc Obrer i Camperol) en 1931. En julio de 1936 se crea el poderoso PSUC, que seguirá pujante hasta hoy mismo. En otros países ocurre algo similar.
En ese punto histórico la clase obrera y sus organizaciones salen del gueto, en el que estaban aislados, y emprenden la lucha global por su hegemonía en todos los campos.
Así hemos podido ver cómo el movimiento obrero está a la cabeza de las reivindicaciones autonómicas-nacionales en los últimos años del franquismo, aunque poco después las primeras y segundas elecciones generales devuelvan la hegemonía rgacionalista a las filas de partidos que representan los intereses de la pequeña y media burguesía.
Una de las características más sobresalientes del movimiento socialista europeo de hoy es buscar la vía nacional hacia el socialismo.
Pocos creen ya en el estereotipo del internacionalismo proletario, concepto que ha servido mil veces para justificar todo género de desmanes y someter el movimiento obrero internacional a los intereses del imperialismo soviético.
Y es que no se puede ser internacionalista, si no se es primero nacional, o nacionalista, si se quiere, entendiendo aquí por tal el hombre fiel a su pueblo -su nación-, con el que y para el que vive, bien que solidario con todos los demás.
Porque ni es verdad que los trabajadores no tienen patria (salvo en casos límite), ni tampoco que patria no hay más que una. Cada vez tenemos, afortunadamente, más patrias.
Patrias políticas, culturales..., en mayor o menor medida, dimensión y peso. Un internacionalista de corazón y de ambición habita gustoso en ellas, abriéndose a todas las posibles.
He aquí una de las causas profundas de este Congreso constituyente del Partido Socialista de Navarra-PSOE.
Porque nuestra patria inmediata es Navarra, los socialistas navarros constituimos nuestro partido socialista navarro.
Claro como el agua clara.
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