Barcelona y las monjas
Le rogamos la publicación de las siguientes líneas en referencia al artículo firmado por Félix de Azúa titulado Barcelona es el Titanic.Los perros del resentimiento ladran de nuevo, el nacionalismo militante, estúpida falacia hecha a medida de la mediocre nostalgia de la tierra madre, vuelve a encontrar carnaza en la. inocua opinión sobre un estado de cosas inapelable: Barcelona es el Titanic.
Una vez más, el fantasma del enemigo exterior se cierne sobre esta pacata sociedad que sólo se reencuentra en el sudor frío de la amenaza. La renovada respetabilidad, útero inconfesable que se retrata sin parangón en el proteccionismo lingüístico, imperio de lo conocido, ejercicio de identidad satisfecha, halago a un ego adocenado hecho de clíchés, dictadura de lo hortera.
Su ópera magna lo retrata. La plaça del Diamant no es sino la vieja conseja de Agustina de Aragón, en este caso no contra los franceses, sino contra los castellanos. Y vuelta al paranoico universo de las renuncias, la derrota como paradigma y la lágrima autocomplaciente como viscosa síntesis de un corazón excremental. Fascinación por un imperio no conocido, su bandera no es más que la imposible imagen especular de su enemigo necesario.
Cataluña triunfa, de eso no hay duda, y Félix de Azúa se equivoca, Barcelona no se va a convertir en un colegio de monjas regentado por un seminarista con libreta de hule y cuadradillo de madera, es ya ese estrecho noviciado provinciano donde viejas momias de una cultura fósil, con la arrogancia de una ignorancia de banqueros, amonestan sobre la bondad o maldad de las palabras. /
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