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VIGÉSIMO TERCERA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

Como el farinato

En las tierras donde pasó su juventud Julio Robles, allá por los confines de Salamanca, se acostumbra a fabricar y consumir el llamado farinato, subespecie alimenticia de la que, no obstante, se muestran muy orgullosos los charros. Consiste el mentado manjar en una masa de harina mojada (o quizá miga de pan, que me perdonen los expertos), generosamente aderezada con pimentón, lubricada con pizca de manteca o aceite, y sabiamente especiada con alguna fina hierba campestre, que se embute en tripa y cura al frío o al humo, como guste el artesano de cada lugar.De tan somera descripción podrá obtenerse el fácil corolario de que el llamado farinato es como un chorizo, pero sin carne ni tocino; o sea, que no es chorizo.

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No quedan fuerzas ni para protestar

Pues de eso hubo mucho ayer en la plaza de las Ventas. Muchos toros que tan solo parecían; muchos toreros que simplemente lo intentaban; monosabios que huelgan; cabestros que no salen; clarineros que titubean. Es decir: apariencia, nada más que apariencia. Como el farinato, el chocolate sin cacao o la achicoria.

Y de repente se cae, con un puntazo en el anca, un caballo de picar. El caballero propietario de¡ castoreño abandona a su suerte al semoviente tumbado. Y, para sorpresa general, no aparece en la plaza un solo monosabio. ¡Están en huelga!, apunta un enterado. ¡Tienen gran cabreo!, dice otro, sin dar fe de las razones. ¡Viva la democracia!, jalea un gracioso. Pasan los minutos angustiosos y nadie socorre al animal. En el ínterin, Fermín Mondaray Mosulén debe ejercer las funciones de cabestro, con perdón, para llevarse devuelto a los corrales al autor de la puñalada al équido.

Por fin, anudándose a toda prisa la blusilla roja de ordenanza y calándose al trote la gorra reglamentaria, aparece en el ruedo un esquirol, que de lejos se parece al ayudante del mayoral, y consigue incorporar al caballo herido, para lo que, previamente, ha debido desnudarle de la pesada carga del peto. Todo un strep-tease caballar, que sonroja a más de uno.

Es de suponer que, con el tiempo, queden aclaradas las razones de la ausencia de los monosabios, que podrían haber hecho suspender el espectáculo. El director de lidia, en uso de sus atribuciones, podría haberse negado a torear el tales condiciones. No fue el caso, porque, al tercero de la tarde, ya había ayudantes para los picadores, aunque alguno, sospechosamente, parecía reclutado a bastonazos.

Mientra se resolvía el incidente, y El Lupas avivaba el magín para inventarse alguna gloriosa frase, el sufrido espectador especulaba preocupado sobre la corrida de la Beneficencia, en la que, dicen, Antoñete va a torear victorinos. Unos dicen que es capaz; otros, moviendo la cabeza, aseguran que ya no éstá para esos trotes. Eso ya no es farinato.

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