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Crítica:'LA FLAUTA MAGICA', EN LA ZARZUELA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El discreto encanto de la perfección vuIgar

"La flauta mágica", de Mozart.Compañía de la Opera de Leipzig. Directores: J. Herz, (escena) y G. Bahner (música). Intérpretes: V. Hubra-Freiberger, N. Kimura, B. Hanke, K. Schneider, Ch. Vogel, R. Tomzawsky, R. Luedeke, H. P. Schwarzbach, D. Schwarter, W. Pietzsch, G. Speck, W. Thalmann, S. Ullman, M. Falewitcz, B. Boene, R. Lang, A. Damm, D. Scholz. Escenarios y trajes: R. Heinrich. Coreografía: M. Schurath. Coros: A. Pieske.

Teatro de la Zarzuela. 30, 31 de mayo y 1, 6 de junio.

La visita de la Opera de Leipzig ha demostrado, una vez más, que el público, madrileño no es tan distinto del de otras ciudades europeas. Quiero decir que ante una representación bien conjuntada y obediente a criterios rigurosos, reacciona positivamente aunque no aparezcan en la escena grandes divos. Es el caso de La flauta mágica aplaudida ahora en el teatro de la Zarzuela.

Nada extraordinario, sino todo a buen nivel de calidad y realizado con la normalidad de quienes hacen ópera cada día. Para empezar, el director Gert Bahner condujo la parte musical con flexibilidad y ligereza, haciendo de la escena y del foso un todo coherente, unificado en la misma intencionalidad y bien contrastado en sus valores.

Los juicios de Stendhal

Se ocupó de la escena Joachim Herz y firman los decorados y figurines Rudolf Heinrich. Uno y otro respondieron a esa tónica de excelente profesionalidad que, por supuesto, no incluye gran imaginación. Desde este punto de vista, La flauta mágica de la troupe leipzigeana es, dicho sea sin matices peyorativos, perfectamente vulgar. La fábula del increíble argumento da, por sí misma, elementos de fantasía suficientes para que los intérpretes puedan funcionar como meros transcriptores. Y sin mayores ambiciones pudimos seguir la ópera de Mozart con comodidad, aunque sin sorpresas.

En su momento, el presunto autor del libreto, Emmanuel Schikaneder, pudo pensar que Mozart había destrozado su pieza. ¡Qué sería de ella sin la partitura de Wolfgang Amadeo! En plena madurez, el compositor de Salzsburgo vuelve a las formas y al espíritu del singspiel para enaltecerlo en grado sumo a través de unos pentagramas en los que está vivo y fascinante el entero y polivalente mundo mozartiano, tanto el que animó su teatro -tan rico y diverso-, como el que impulsó su obra instrumental. Mozart es la gracia cabalgando a lomos de la sabiduría y no hace falta citar, una vez más, los juicios de Stendhal.

Necesita La flauta mágica cantantes no sólo dotados de inteligencia interpretativa sino en ocasiones dominadores de la virtuosidad. Asi, la Reina de la noche lució con brillantez en la voz neta y la técnica fácil de la soprano Venceslava Hruba-Freiberger; Christian Vogel, tenor, de medios pocos densos, entiende sin embargo el personaje de Tamino con exactitud técnica y estilística, y su pareja, Pamina, encontró en Magdalena Faliewicz la línea ideal enriquecida por sugestivos matices. Excelente de todo punto el barítono Dieter Schoiz, un Papageno ingenuo e intencionado, dueño de una bellísima voz y de una rara capacidad expresiva, que fundió a las mil maravillas con la Papagena de Stefi Ulimann. Igualmente entonados en sus divertos cometidos el bajo Ralf Tomzewsky (Sarastro) y el tenor Guntfried Speck (Monostatos), en un personaje que haría las delicias de René Clair.

Como en las partes solistas, los grupos alcanzaron un nivel de equilibrio, una naturalidad en el hacer y cantar, una eficacia teatral sencillamente admirables. En suma: una flauta mágica propia de teatro estable que nos permitió gozar del genio ilimitado de Mozart.

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