Guerra religiosa
Seguimos en la España de Trento y la Inquisición; tal es la conclusión, triste e inevitable que se desprende de los sucesos ocurridos el pasado día 17 en Alba de Tormes. Llega allí Clemente Domínguez, acompañado de algunos de sus seguidores, y se lanza a anunciar, a gritos, su buena nueva. Los albenses tenían varias posibles salidas, todas ellas civilizadas: escucharle, no hacerle caso, discutir con él... Si el incidente se produjo en un local privado, los responsables de dicho local podían también invitarle a abandonarlo, e incluso obligarle a ello, requiriendo, de negarse, la presencia de la autoridad competente. Nada de eso. Encendidos en su ideario cerrado y fanático, optaron por intentar resolver la cuestión manu militari. "Atacar a la Santa es, para nosotros, como si nos mentaran a la madre", expli- Pasa a la página 14 Viene de la página 13 ca un vecino. Excelente razonamiento: es bien sabido que, cuando a uno le mientan a la madre, está forzado a acabar con la vida del mentante.Pero el cenit del bochornoso celtiberismo llega, en fin, el día 19, cuando la Comisión Diocesana de Celebraciones del IV Centenario de la Muerte de Santa Teresa envía "su más entrañable felicitación" a los albenses "por el amor a santa Teresa, demostrado de forma tan patente", felicitación que la Comisión acompaña de un "vítor tiernamente desgajado de los detalles de violencia a que fueron obligados" (!!!).
Siempre he mirado con notable sospecha las actividades del grupo de El Palmar de Troya y los considerables medios económicos que maneja. No comparto, en modo alguno, su ideario religioso (ni ningún otro, dicho sea de paso). Pero, en tanto que tal ideario, me parece tan respetable corno cualquier otro. Y me preocupa comprobar las reacciones que aún provocan en este país la disidencia, la diferenciación minoritaria, la marginalidad./
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