La otra imagen del 'Porno'
El 'porno' que pronto podrá verse en las salas de proyeccion cinematográfica tiene detrás una larga historia de la explotación comercial y estética de los instintos
A ningún espectador atento se le ha pasado por alto que, en algunas imágenes de Caligula, el aburrido celuloide de Irinto Brass, se han deslizado ciertas pruebas de convicción del uso genital de los cuerpos en la mascarada sexual: fellatios, erecciones, penetraciones... quedan entrevistos, allá al fondo del encuadre, en medio de la escenografilapompier del filme o bien se muestran en detallados -aunque fugaces- insertos.Tales insertos, que explican en vivo la llamada relación sexual entendida casi exclusivamente como manipulación de los genitales, observada lo más cerca posible de la cámara tomavistas, constituyen la imagen de marca más reconocible del llamado pomo hard o duro que pronto se exhibirá en las salas X, por fin aprobadas tras un largo peloteo nlinisterial y dilaciones legislativas varias.
Hasta ahora, el único porno hard más o menos normativo estrenado entre nosotros fue, hace cuatro años, Libertad sexual en Dinamarca, que, con idéntico pretexto al utilizado tiempo atrás (1969) en Helga para mostrar un desnudo frontal femenino y un parto, endilgaba al espectador dos alumbramientos, algunas penetraciones y el inserto de una eyaculación, aunque, eso sí, en un tubo de ensayo.
Cuenta Ado Kyrou en su documentado (y un tanto ingenuo) Amour, erotisme et cinéma (ed. Eric Losfeld. París, 1966) que, ya en una fecha tan temprana como 1900, el sha de Persia fue el primer particular que compró un proyector cinematográfico para su propio uso, con el fin de animar las veladas palaciegas mediante el pase de filínes pornográficos, lo cual revela la existencia de una producción erótica clandestina. Producción que pronto adoptará usos y costumbres de los filmes parrativos clásicos de la época, siendo La bonne auberge (1908) la primera película porno con anécdota argumental, situándose ésta en la Francia de Luis XIII y sus leales mosqueteros.
El auge de esta producción clandestina va a tener dos importantes puntos de inflexión en el período anterior a la segunda guerra mundial. El primero de ellos se sitúa en 1924, cuando la casa Pathé -el primer gran monopolio de producción, distribución y exhibición que se conoce en la historia del cinelanza al mercado su famoso proYector Pathé-baby, de películas en formato reducido (9,5 milímetros) para uso doméstico, produciendo, al mismo tiempo , infinidad de cortos pornográficos que se vendían a particulares. El precio, exorbitante para la época, de cien francos por filme limitaba, lógicamente, su consumo a determinados círculos de elite. Los productos Pathé se anunciaban en revistas eróticas especializadas, donde la publicidad de los mismos coexistía con los anuncios por palabras de ofertas prostitucionales diversas.
El segundo punto de inflexión en el auge del cine pomo lo constituye el período 1930-1938. Proyectados en cines ambulantes, fuera de las salas comerciales, estos filmes encuentran su ámbito privile giado en los burdeles, constituyéndose los dueños de tan peculiaresestablecimientos como los mejores clientes de las productoras especializadas. En el terreno fronterizo entre lo público y lo privado de las casas de tolerancia, la ley toleraba, igualmente, la exhibición de películas que sirvieran para animar a la clientela.
El rearme moral de las clases medias, dictado por las grandes productoras en los años de la segunda posguerra mundial, marca un endurecimiento legal en cuanto a la aplicación de las normas de censura se refiere. Al cierre de los burdeles se suceden las drásticas prohibiciones y persecuciones del material pornográfico, que vuelve a sumirse en la total clandestinidad. Mientras, el poder permite la venta por correspondencia a particulares de filmes de strip tease que constituyen el auge de los llama dos nudies en la década 1950-1960.
El mercado de la pornograria
El año 1969 es una fecha clave en la historia del hard. Veinticinco salas de San Francisco están dedicadas en exclusividad a la programación de pomo duro. Los llamados circuitos paralelos de exhibición, que, a lo largo de los sesenta, se han nutrido del material aportado por el cine underground, aspiran a normalizarse como cadenas comerciales.En octubre se abre en Copenhague la I Feria del Sexo, una muestra mundial de la pomografía. Más de cincuenta stands demuestran sobradamente que el porno es también un mercado. Y, a requerimiento de este mercado -y de las poderosas mafias que lo controlan-, los legisladores van a volver sobre sus antiguas prohibiciones para revocarlas.
Así, en noviembre de 1970, una comisión dirigida por William B. Lockhart transmite al presidente y al Congreso de Estados Unidos el Presidential report of the commission on obscenity and pornography, donde se demuestra -argumentos no faltan- la escasa nocividad de la pomograria, su utilidad social y su valor terapéutico. Al año siguiente, Dinamarca va a abolir parcialmente la censura. En buena ley faticaultiana, el poder ya no reprime los discursos sobre el sexo: antes bien, los favorece para mejor controlarlos.
En 1972, un filme pomo norteamericano de Gerard Damiano obtiene un éxito fulminante que logra rebasar el gueto de los circuitos especializados para convertirse, casi, en un acontecimiento social. Se trata de Deep throat (Garganta profunda), una producción de 24.000 dólares (2.400.000 pesetas) que va a obtener unos beneficios de seis millones de dólares (unos seiscientos, millones de pesetas).
Con Garganta profunda no sólo se llega a dar carta de naturaleza al pomo industrial, técnicamente bien acabado, sino que el filme se ofrece como modelo estructural reducido del género. A partir del descubrimiento de una peculiaridad anatómica -el personaje, encarnado por Linda Lovelace, tiene el clítoris en la garganta- se inicia un itinerario mediante el cual la joven enhebrando un encuentro sexual tras otro, pretende tener acceso al conocimiento de una especie de inefable verdad del goce que le debe ser revelada.
Desplazando a la carretera por el lecho, esta nueva road movie estadounidense podrá convertirse, al año siguiente, en un cuento narrado, haciendo un alto en el camino, por un camionero -Sherezade a un anhelante camarero, trasunto simbólico del espectador (Detrás de la puerta verde, de Artis y Jim Mitchell), o en un denso drama metafísico, equidistante de Bergman y Sartre (The devil in miss Jones, 1974).
Cuentos de hadas para adultos
De esta forma ha definido Lo Duca la pornografía, añadiendo que allí donde a los niños se les hace la boca agua con castillos de azúcar y cabañas de mazapán, el adulto se solaza con cópulas ininterrumpidas, sin contexto fisiológico, humano, social o histórico. ¿Sería, entonces, el filme pomo un filme abstracto o con tendencia a la abstracción? Este, sin duda, sería el objeto de otras reflexiones. Finalicemos con la expresión de un deseo. Ya que la legislación sobre las salas X se elaboró, en gran parte, sobre el modelo francés, no estaría mal que igualmente los criterios de distribuidores y exhibidores se atuvieran también al mismo didactismo que demostraron sus colegas del vecino país cuando, el 25 de abril de 1975, decidieron que el primer filme hard estrenado en Francia fuese A history of the bue movie (traducible, entre nosotros, Una historia de la película verde), de Alex de Renzy.En este documental en el que, aparte de la mejor o peor fortuna mostrada por el realizadór a la hora de elegir y montar materiales de archivo, se veía la evolución de un género que, desde A free Pide, corto cómico de 1915 al estilo de los de Mack Sennett -conocido en estos pagos a través de una copia en super 8 milímetros rebautizada como La quimera del polvo hasta las proezas bucofaríngeas de Linda Lovelace, pasando por un regocijante dibujo animado de los años veinte en la mejor tradición superrealista delirante de Pat Sullivan (El gato Félix), todavía, no ha encontrado estudiosos que lo analicen como se merece.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.