Lecturas sobre la patria
A este paso las sentencias pueden, con prudencia política, no sólo retrasarse hasta pasado el día de las Fuerzas Armadas (30 de mayo), sino hasta pasado el 18 de julio, si se empeñan el presidente en funciones de este Tribunal y el resto de las defensas. Ayer sólo intervinieron (con amplios descansos y cierre de las sesiones antes de la hora habitual) los letrados de tres tenientes de la Guardia Civil: Julio Ortiz (teniente Izquierdo), Salva Paradela (teniente Alvarez Fernández) y Hernández Griñó (tenierite Ramos Rueda). Vuelta a la tuerca de la obediencia debida y, por si no estuviéramos bastante cansados, insistencia en que, además, había que dar el golpe por estado de necesidad.
De estas defensas bifrontes resulta que, por una parte, cada defendido no ha hecho nada, por cuanto nada sabía, y se limitó, durante los hechos, a obedecer órdenes superiores; por la otra. zona defensiva, resulta que el procesado lo sabía todo e hizo muy bien en rebelarse, dada la postración en la que se encontraba la patria. Dos caminos que acaban cruzándose en la necesidad de otorgar una medalla a los ocupantes de este cómodo banquillo.
La noticia ayer no residió en los informes de los abogados citados, sino en la renuncia que el teniente Vecino (también de la Benemérita) ha hecho de su abogado Nieto Funcia, quien debería intervenir hoy. Es una cuestión menor, pero que revela los nervios finales de este proceso y la trama por la que patean algunas defensas. Nieto Funcia es un letrado mayor y de aspecto venerable, ligado antes de la guerra civil a la CEDA, ausente de las conspiraciones y compadreos legales del patio de Campamento. Notablemente silencioso en las fases anteriores del proceso, hubo división de opiniones sobre su figura: quienes le tenían por pacato, y quienes estimaban que la suya -por callada- era una de las más inteligentes defensas de la causa.
Nieto Funcia ha demostrado, finalmente, que su silencio procesal nada tenía de banalidad y sí mucho de intención; ha hecho una defensa tan átona como impecable, finalmente rechazada por su defendido (un teniente que, tal como están las cosas, poco tiene que perder; saldrá bien librado y conservando el uniforme) para mayor engordamiento de las defensas políticas. Rechazado Nieto Funcia, parece -hoy lo sabremos con certeza- que el teniente jurídico del Aire Hernández Griñó se encargará de su defensa. Imbuido del proceso como está, no será necesario un retraso procesal.
¿Qué ha pasado? Pues que al teniente Vecino le han tentado las brujas de Macbeth. No cabe otra explicación. Su letrado lleva su honradez profesional hasta el extremo de declarar que no había mostrado su alegato final a su defendido (harto improbable) y que lo había intercambiado con el de Pardo Zaldea, otro letrado de esta causa. El caso es que su alegato, profesional, serio, documentado, erudito, en la línea de la obediencia debida a Tejero (que es quien embarca a la mayoría de los guardias civiles) y de la nulidad en derecho y en historia de la pamema de la orden real y en le reconocimiento de que el asalto al Congreso fue un delito de rebelión militar, ha sido considerado como impresentable por su defendido, obviamente aconsejado por Adolfo de Miguel, jefe de filas de los abogados políticos.
Habrá que sentirlo por el teniente Vecino: su abogado, Nieto Funcia, le había preparado una defensa impecable, en la que no sólo solicitaba su absolución, sino hasta -y esto es un exceso del letrado- que su acción en el Congreso figurara en su hoja de servicios como mención honrosa. Pero el reconocimiento del delito de rebelión militar y la obediencia debida (que los demás han pastoreado hacia el Rey) dirigida hacia Tejero han hecho reaccionar al sindicato de las togas políticas, que han presionado al teniente Vecino para que cambie de defensor. Hoy veremos lo que ocurre. Nieto Funcia acudirá puntualmente a las diez, dispuesto a atender a su cliente y al Tribunak A lo. que no accede -y ello le honra- es a leer su alegato con las correcciones y las tachaduras que pretenden imponerle no ya su defendido, sino algunos compañeros de la barra de defensores.
Por lo demás, ayer fue el día de los defensores truculentos: en más de dos meses nos han anodadado con interrogatorios, voces y tonos casi de ultratumba. Julio Ortiz insiste en la orden que su defendido acata del Rey, agravio comparativo a cuenta del pacto del capó y suposición de que todos los españoles son iguales ante la ley, menos los guardias civiles (el presidente le llama al orden). Y alusiones sobre el porvenir del honor militar, tras la resolución de lo que denominó timo del capó. En verdad, auténtico timo, que aún se nos pretende endosar. Como si aquel papel mojado, firmado por jefes y oficiales hoy encausados, con el único propósito de acabar con bien la pesadilla de Tejero y bajo la amenaza de las armas, pudiera tener algún valor. Se aduce que tal papela tiene un valor moral y que se recaba del honor militar. Demasiados rangos del espíritu para soldados perdidos que mancillaron su uniforme, a la vista de sus conciudadanos y de las cámaras de televisión.
Salva Paradela empezó con la historia de que su defendido fue a cumplir un servicio de protección al Rey, supuestamente amenazado en aquella sesión de investidura (a la que ni asistía ni tenía por qué asistir) como lo había sido en la Casa de Juntas de Guernica. Este letrado parte del supuesto de que su defendido es tonto. Tras tan tremendo esfuerzo intelectual, el letrado nos hizo recapacitar sobre la tremenda campaña de calumnias levantada contra los caballeros del tricornio, sin precedentes desde que el Duque de Ahumada fundara la Guardia Civil. Sus propios compadres de defensa escapaban aburridos de la sala. Uno, y de los más significados, comentaba: "En esta vida se puede ser todo, menos pesado". Pues eso.
Hernández Griñó es el teniente de complemento, jovencísimo, inmaculado, que pretende ser más militar que nadie y nos obsequia con unos taconazos casi explosivos. Debe desconocer que el Ejército de la República Federa. de Alemania han obligado a los jurídicos militares a usar tacones de goma para rebajar militarismo. Hubiera hecho lo que su defendido si aquel día se lo ordenan. No cabe duda. Que no hay dolo y que, por tanto, no existe delito. Y una reflexión intelectual que le retrata: "Ha habido muchas Constituciones en España, pero algunas de ellas han quedado en meros libros, en mera letra impresa. Hay algo mucho más importante que los libros, que es la patria. S¡ alguien dijo que detrás de la democracia sólo hay barbarie, yo diría que detrás de la patria no hay nada". Detrás de la patria (incluso por delante, por arriba y por debajo) existen millones de universos individuales y colectivos, escritos o no, superiores al horizonte mental de quien cifra la exacta medida de la dignidad humana en la buena cadencia de sus taconazos. Ninguna patria está más allá de la Biblia, La Divina Comedia o El Quijote.
El teniente Griñó prosiguió abundando en el desmoronamiento de la patria cuando el presidente de la Sala le llamó la atención Un paisano, de entre el público gritó: "¡Cómo que no procede...!" El letrado pidió disculpas y el presidente obvió la grosería procesal de quien se creía en una feria. Por lo demás, las rendiciones de Breda y Bailén, traídas a cuento del pacto del capó como precedentes. Mala cosa. Los que se rindieron en Bailén (de las dos rendiciones, la más próxima en la historia) acabaron pudriéndose en la isla de Cabrera, infamante y primer campo de concentración de las guerras modernas).
Hoy puede terminar esta fase del proceso. Lo que se espera es que el fiscal. pida unos días de reflexión, que probablemente no use para su réplica, lo que impediría la dúplica de las defensas. En cualquier caso, más retrasos en este juicio inacabable para evitar que las sentencias se hagan públicas en la inminente semana de las Fuerzas Armadas.
¿De que color es el elefante blanco de Santiago?.- Algunos ciudadanos manifiestan su protesta legítima y razonada ante la detección por parte del cronista de un proboscídeo sin identificar. Es una de las verdades ocultas de Campamento y uno de los chistes del patio de armas elucidado en la cabecera de esta addenda. Se aduce lo siguiente: si existen pruebas, es obligación del periodista revelar al propietario de la trompa; en caso contrario, hay que callarse. La historia y hasta la vida del cronista es más complicada y ofrece caminos intermedios.
El Elefante ha barritado en el juicio y no se puede decir más. Otros asistentes a la conspiración que Milans presidió en el piso madrileño de su ayudante están en la Sala. Existen sobre ello confidencias de quien las puede hacer y convicciones drenadas desde la moral y desde la lógica. Nadie puede ser tan torpe como para estimar que las responsabilidades del 23 de febrero se acaban en las dos cortas filas de sillas de acusados. Y hete aquí, en la hora de las críticas banales al periodismo español, la peor de sus grietas: ante la medrosidad del Gobierno y de eso que podríamos denominar como clase dirigente, no nos hemos atrevido los periodistas a rebuscar en la otra cara de la luna del golpe.
Pero elefante hay. Callarlo es doloroso cuando casi está en las coplas de ciego. Dar su nombre es cambiar la silleta de periodista por el banco de acusado. Mal trueque, teniendo en cuenta que el Elefante era un Naguib, desprestigiado, a manejar y a durar muy pocos meses al frente de esta pesadilla. Un nombre que apenas entraría en nuestra historia. Más interesante es el hecho de que los escoltas de los consejeros togados de este juicio han recibido la orden de continuar su servicio hasta tres meses después de dictadas las sentencias. Por si termina de barritar el proboscídeo.
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