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La escalada británica en las Malvinas

El conflicto británico-argentino obligará a la OTAN a revisar sus mecanismos militares y políticos

Soledad Gallego-Díaz

El conflicto de las Malvinas va a obligar a la Alianza Atlántica a poner en duda algunos de sus análisis y a revisar ciertos de sus mecanismos, tanto militares como políticos. Nadie en la OTAN parece haber previsto hasta ahora la posibilidad de que un pais europeo retire del teatro continental una parte importante de sus fuerzas para intervenir militarmente en el otro extremo del globo.La posibilidad era siempre analizada únicamente desde el punto de vista de una retirada momentánea de fuerzas norteamericanas, cubierta, precisamente, por un esfuerzo europeo. La flota británica en la Antártida, a más de dos semanas de navegación de un eventual enfrentamiento en aguas europeas, ha abierto nuevas amenazas, por más que los portavoces se muestren tranquilizadires. Reunidos a puerta cerrada, los ministros de Defensa se han sentido esta vez menos seguros. Una de las aportaciones fundamentales del Reino Unido a la Alianza Atlántica es, según todos los expertos, su flota. La OTAN se encuentra en inferioridad numérica frente a las nuevas fuerzas navales de los países del Este, y esa inferioridad es mucho más patente cuando el Reino Unido distrae una flota de la categoría de la enviada al Atlántico sur.

Según el último informe elaborado por la Alianza, en el teatro europeo la Alianza cuenta con siete portaviones, dos portahelicópteros, quince cruceros, 274 destructores y fragatas y 190 submarinos (además de navíos anfibios y antiminas y lanchas rápidas). Estas cifras incluyen la flota norteamericana en el Mediterráneo, lo que quiere decir que en el Atlántico norte el Reino Unido concentra una parte muy importante de sus efectivos.

La ausencia de, al menos, dos portaviones, dos cruceros, cuatro submarinos atómicos y diez destructores y fragatas, así como de casi cien helicópteros y aviones embarcados (de un total de los 712 de que dispone la Alianza) es un "golpe duro", por mucho que nadie quiera denunciarlo públicamente.

Sucede que, de acuerdo con las normas aliadas, hasta el presente, cualquier país de la OTAN pude distraer no importa qué parte de sus efectivos, con un simple anuncio y sin consulta. Este es, sin duda, el primer elemento que va a ser modificado tras la crisis de las Malvinas.

La primera reacción se produjo en el Comité de Planes de Defensa celebrado esta semana en Bruselas: los ministros de Defensa saben que no sí, puede exigir un consentimiento previo de los aliados, porque ello llevaría a muchos países a actuar como Francia y abandonar el mando militar integrado, pero, al menos, han pedido que un eventual despliegue de fuerzas fuera de la zona de la Alianza sea debatido colectivamente.

"De esta forma", decían los ministros, "la OTAN podrá tener en cuenta las necesidades que le piarecen en unexamen profundo". Si España hubiera sido ahora miembro de la Alianza, está claro para los expertos militares que nuestra Marina hubilera cubierto parte de los objetivos encomendados a los buques británicos enviados al Atántico sur.

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