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La 'losa' de los pactos autonómicos

Seguramente tuvo razón Carlos Garaikoetxea al recordar ayer, con motivo de la conmemoración del segundo aniversario de la constitución del Gobierno autónomo, las dificultades con que se ha encontrado su gabinete a lo largo de un año político que se inició prácticamente en la resaca del 23 F y que ha transcurrido con la permanente losa de unos pactos autonómicos en los que la institución que representa no fue invitada a participar y que, se quiera reconocer o no, lo menos que puede de cirse es que no favorecen el asentamiento de las instituciones de autogobierno tal como son con templadas en el Estatuto de Guernica.Si a esas dificultades se añaden las derivadás de la persistencia de la violencia, con el efecto que su reflejo produce en amplios sectores de la población española, inducida por desenfocadas interpretaciones a mezclar en el mismo saco la actividad terrorista y las reivindicaciones autonómicas, se comprenderá que el lendakari pudiera hablar ayer del desgaste de un gobierno que más que a avanzar en la institucionalización autonómica ha tenido que dedicarse a mantener o consolidar lo que un año antes parecían logros definitivos.

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Pero no es menos cierto que el memorial de agravios que podría exhibir la oposición vasca -reducida en el ámbito parlamentario a la representada por los socialistas, los centristas y los seguidores de Euskadiko Ezkerra, dada la voluntaria autornarginación de Herri Batasuna y la reducida presencia de AP- resulta también bastante largo y profundo. Porque si esas dificultades han existido, no se entiende muy bien la sistemática resistencia del ejecutivo monocolor nacionalista a toda propuesta de colaboración o a toda iniciativa, legislativa o de otro tipo, que no lleve el sello de marca del partido mayoritario

Ninguna iniciativa legislativa de la oposición ha merecido hasta el momento la luz verde de un gobierno prisionero todavía del espejismo de identificar sociedad vasca con movimiento nacionalista y a éste con las exclusivas siglas del PNV.

Ejemplo de esta actitud podría considerarse el destino del proyecto de ley de normalización del euskera, que si en su día provocó un tan amplio como insólito consenso en la Cámara, haciendo concebir esperanzas en una flexibilización de la tradicional posición peneuvista, ha acabado sin embargo por regresar a la vía unilateral en que se han encarrilado todos los demás proyectos.

La peculiar naturaleza del PNV, siglas que podrían servir de ilustración a la idea gramsciana de "sociedad civil organizada en partido", acaba de rozar el más difícil todavía en el debate de la Ley de Presupuestos, dónde el PNV ha demostrado contar en su seno con la oposición al Partido Nacionalista Vasco mejor organizada.

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