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Reportaje:

Fuerte escalada de robos sacros en Navarra en los tres últimos años

En menos de tres años se han registrado en Navarra más de sesenta intentos de apropiación indebida de objetos de arte sacro, ello sin contabilizar los innumerables robos de cepillos de limosnas ni los numerosos casos de violación de edificios, sin sustracción consiguiente por no haber cosas interesantes. Entre todos estos robos ha destacado, sin duda, el del retablo románico esmaltado de san Miguel de Aralar que, al final, ha podido ser recuperado en su casi totalidad, lo que en la mayor parte de los casos no ha sido así. Sólo un porcentaje ínfimo de lo robado ha podido ser recuperado. La situación preocupa extraordinariamente a las autoridades responsables.

Navarra cuenta con un importante patrimonio artístico de carácter sacro y por eso no es muy de extrañar que los párrocos, principalmente los de pueblos pequeños, sean visitados insistentemente por supuestos anticuarios, generalmente gitanos, para que vendan toda clase de objetos. "Algunos de estos párrocos", se quejaba amargamente a EL PAIS un destacado miembro de la diócesis de Pamplona y Tudela, "han sufrido toda clase de presiones".La mayor parte de las veces el sistema empleado para entrar en las iglesias o ermitas es el del palanquetazo, aunque tampoco se pueden olvidar otros como, por ejemplo, quedarse dentro del templo religioso al cerrarse las puertas de éste y salir con el botín del robo por una puerta o ventana. Este último método fue empleado en el robo del retablo de san Miguel de Aralar, así como en el realizado en la sacristía de los canónigos en la catedral de Pamplona, donde los ladrones se apoderaron de catorce cálices y seis copones, además de producir importantes destrozos en puertas.

Otro sistema empleado, aunque en esta ocasión, en un porcentaje mínimo, es aprovechar las horas de visita: se entra a una hora de afluencia de visitantes escasa o nula y se coge el objeto que previamente se ha elegido, como parece ser que ocurrió en el convento de las Madres Capuchinas de Tudela, donde se llevaron un cuadro de san Antonio del siglo XVII.

El año 1979 fue especialmente malo para los objetos de arte sacro. Durante este año se cometieron en Navarra cuarenta robos, el más importante de los cuales fue el del retablo de Aralar. Unos días antes, los ladrones se apoderaban de un importante botín en el robo perpetrado a la iglesia de San Pedro de la Rúa de Estella, donde, utilizando el palanquetazo, conseguían un relicario de san Andrés del siglo XII, el báculo y dos vinajeras, también del siglo XII, además de cálices de oro y plata.

Un año después, el número de robos o de intentos descendía considerablemente a quince, y en 1981 hubo que registrar en la fatídica estadística únicamente dos robos, que se produjeron el mismo día: el 27 de julio. El primero de ellos tuvo lugar en la iglesia parroquial de Usun (se apoderaron del retablo) y el segundo en la ermita de Santa Fe de Eparoz, de donde cogieron la Predela, varias tablas del retablo y causaron importantes destrozos en la ermita.

El año 1982 comenzaba con el robo en la iglesia parroquial de Guendulain, que tuvo lugar el día 2 de enero. Sólo se llevaron trozos de retablo, aunque esta iglesia ha sufrido ya numerosos asaltos en los últimos años. El último robo hasta el momento del que se tiene noticia ocurrió en la iglesia de Arre, distante de Pamplona unos cinco kilómetros, donde sustrajeron un cáliz y varios candelabros.

Los ladrones que en los tres últimos años han actuado en las iglesias, ermitas o conventos de Navarra prefieren los retablos, que, a ser posible, se llevan enteros. Si ello no es factible, por ser excesivamente grandes, cogen varias tallas y rompen el resto. Pero tampoco desdeñan la orfebrería.

Estos robos no tienen lugar sólo en iglesias abandonadas o semiabandonadas, sino que también se producen en Pamplona, incluso en la propia catedral, en la que en los tres últimos años se han perpetrado dos intentos de robo. El primero de ellos sucedió en marzo de 1979 e intentaron llevarse un plorante del sepulcro de los reyes y el segundo tuvo lugar el 16 de enero de 1982. En esta última ocasión, el botín fue muy importante: catorce cálices y seis copones.

Recogida de objetos de valor extraordinario

Con el fin de proteger del expolio constante este peculiar patrimonio eclesiástico, el consejo de presbiterio de la diócesis de Pamplona y Tudela (que se reunió en la capital navarra los días 24 y 25 del pasado mes de marzo) aprobó un reglamentado presentado por el secretario de arte sacro, Jesús María Omeñaca, encaminado a extremar la vigilancia sobre estos objetos. Se llega incluso a decir en el reglamento que "los objetos de valor extraordinario deben ser recogidos sin ninguna excusa".En este reglamento, aprobado recientemente, se contempla que de inmediato se debe proceder a la colocación de dispositivos de seguridad para proteger el patrimonio eclesiástico y se añade que "todos los objetos de parroquias extinguidas, en pueblos ya deshabitados, deben trasladarse al Museo Diocesano". Se afirma además que las cruces procesionales de plata no deben permanecer habitualmente en el presbiterio y se pide a los párrocos que realicen fotografías de todos los objetos artísticos que hay en las iglesias.

Con la puesta en práctica de este reglamento se espera disminuir el número de intentos de robo en las iglesias, ermitas o conventos de Navarra, que en los últimos años han alcanzado unas cotas muy elevadas. "No queremos", dijeron a EL PAIS en el arzobispado, "que arrasen el patrimonio sacro de Navarra, como ha sucedido en otros puntos del Estado".

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