Montserrat Caballé: "Prefiero la crítica despiadada al tedio"
Mañana encarna el personaje de Leonora en 'La forza del destino'
Tras dieciséis horas de viaje aéreo, la cantante lírica Montserrat Caballé llegó anteayer a Madrid para intervenir en la representación de la ópera de Giuseppe Verdi La forza del destino, bajo la dirección musical de Daniel Lipton y con Luis Balaguer como director de escena. Lejos de quedarse a reposar en el hotel, se presentó en el teatro nacional de la Zarzuela para colaborar en un ensayo en el que su presencia no estaba prevista. Asume la tarea con jovialidad contagiosa. Y luego confiesa que prefiere la crítica despiadada al horror que le produce el tedio. La soprano, que últimamente anuló varios compromisos por encontrarse enferma, manifestó disfrutar ahora de buena salud.
Su figura de andar por casa se enfrenta al decorado trémulo del escenario como un dulce y perverso anacronismo. Canta con los brazos cruzados. Alza a menudo la punta del zapato izquierdo, apoyándose apenas en el tacón. Sobresalen entre el vestido negro las mangas generosas de una blusa con pechera, poblada de dibujos con instrumentos musicales. Tose. Pide perdón con elegancia natural. Se arrodilla. Se sienta con las piernas cruzadas por los tobillos. Alude al coro: "Está muy fuerte, ¿no?". Y al menor pretexto subraya la comicidad de lo grave, ironiza y se ríe a carcajadas. El martirio es, gracias a ella, una fiesta soberbia.
Pregunta. Al verla ensayar, tan rebosante de humor, uno se pregunta dónde está la aspereza de trato que se le atribuye.
Respuesta. Después de veinticinco años de carrera, mis compañeros y los directores de teatro saben muy bien cómo soy. Las personas que acuden a verme después de una función también lo saben, pues yo nunca les cierro mi puerta. Ahora, a mí me parece estupendo que algunos no lo quieran saber, porque cada cual es libre de pensar y hacer lo que quiera. Una vez aclarado esto, ¿me quiere hacer la entrevista o no?
P. Ya ha empezado. Y prosigue preguntándole si el papel de Leonora es uno más en su repertorio o si lo asume con una intensidad especial.
R. Es un personaje muy bello. Podría añadir, un poco en broma, que es un personaje indeciso, que por eso pasa todo lo que pasa en la obra, precisamente a causa de esa indecisión. Pero, hablando ya en serio, esta persona sufre un drama intenso.
P. ¿Se refiere usted al drama de la indecisión?
R. A decir verdad, no es indecisión. Es el dolor que ella siente al tener que abandonar a su anciano padre y cuanto ha constituido su entorno. Ese dolor, teñido de zozobra, es el que produce un desenlace fatal, el que marca el destino global de cuanto acontece. A la par, más que un personaje que sufre durante toda la representación, es una especie de lamento musical. Leonora es el lamento de toda una noche, un lamento en el que confluyen la angustia, la espera y la desesperación. Es una súplica encendida para alcanzar la paz. Eso está maravillosamente descrito en la música verdiana que envuelve a ese personaje, no sólo en el canto, sino también en los instantes en que la orquesta hace los mutis de Leonora.
P. ¿Radicaría ahí la maestría de Verdi?
R. Verdi es maestro en todo, pero de manera especial en el tratamiento de este personaje. Porque, verdaderamente, Leonora, de no ser por el sostén musical con el que cuenta sin cesar, sería un personaje muy melancólico, muy abatido. Y, sin embargo, gracias a la música, da una imagen de vivacidad. Porque mantener durante horas ese llanto y encima hacer que guste es el milagro que desencadena esa tensión musical, tanto en lo que intervención de la orquesta.
P. ¿Cree usted en la fuerza del sino en su vida personal?
R. Considero que estamos un poco programados. Pero esa programación no nos impide elegir el bien o el mal. Se nos dio un raciocinio para diferenciarnos de los restantes animales. Eso nos da derecho a la elección.
P. ¿Ha podido elegir usted siempre de manera privilegiada?
R. No. Y, sinceramente, creo que esa es una de las cosas que más me han ayudado de forma positiva. Porque tal vez yo no sea una persona hecha para una gran lucha, pero tampoco hubiera aceptado que me, lo diesen todo en bandeja. Eso no va con mi forma de ser. Sólo a través de errores y dificultades se consigue cierta superación.
P. ¿Ha superado Montserrat Caballé la imagen que suele darse de su persona?
R. La caricatura no sólo se dibuja. También, también se escribe. Pero cuando una persona tiene una base sólida en su carrera y una forma muy precisa de ser... Hombre, todo el mundo se puede volver lelo en un momento dado, pero yo no noto todavía que me haya entrado la arteriosclerosis. Lo que ocurre es que uno puede aparecer distinto a lo que se espera de él. Pero, oiga, ser distinto no quiere decir ser malo.
P. Usted, por ser distinta, ha escandalizado a muchos admiradores al defender a cantantes de música ligera. ¿Sigue en sus trece?
R. Profundamente. Yo defiendo a Raphael, Julio Iglesias o Tom Jones. Sé que son personas muy criticadas. Verá, yo recuerdo que hace muchos años oí unos comentarios feroces sobre una señora llamada Paloma San Basilio, a la que jamás había oído cantar. Pero los comentarios eran tan malos que yo pensé: "Hará carrera". Sólo el odio en torno a una figura es ya una garantía de algo bueno. Ponernos en la pista de eso es el valor involuntario de la crítica despiadada. Si no existe esa crítica, aparece el tedio. Y el tedio es algo horrible.
P. ¿Llega usted incluso a ver un festival como el de Eurovisión, que este año se celebrará el próximo sábado y en el que España estará representada por una mujer, Lucía, que canta una melodía justamente sobre un hombre?
R. Sí, lo sigo. Aunque no ignoro que existen intereses agudos detrás, manejados por las casas discográficas. Las casas discográficas son formidables, salvo cuando quieren obligarnos a hacer cosas que algunos aceptan, aunque yo siempre me negué.
Babelia
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