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Alarmante 'epidemia' de toros inválidos

El domingo de Resurrección empezó de lleno la auténtica temporada taurina, y el ganado que se lidió en prácticamente todas las plazas tenía tal invalidez que parecía epidémica. Lo mismo ocurrió en Córdoba y otras plazas el pasado domingo. La situación es alarmante. Los aficionados temen que las caídas de los toros vaya a ser la tónica de la temporada.Las medidas adoptadas por el Ministerio del Interior contra el afeitado han hecho aparecer en los ruedos reses astifinas, o por lo menos decorosas, cuando en años anteriores lo habitual era que saliesen astigordas, romas y con muy fundadas sospechas de haber sido sometidas a manipulación fraudulenta.

Pero esta restaurada agresividad del toro se contrarresta con la falta de fuerza, en tan puntual coincidencia que se hace, asimismo, sospechosa.

Sólo un puyazo

Quienes estuvieron en las corridas de hace dos domingos en Sevilla, Granada y Málaga, donde actuaban las primeras figuras de la torería actual, manifiestan que las reses, de una debilidad lamentable, no podían soportar los tercios de la lidia sin caerse y, por supuesto, sólo toleraban un puyazo, que en la mayor parte de los casos se quedaba en simulacro.

Hay una teoría, que defienden criadores y propalan taurinos con rara unanimidad y excesivo énfasis, según la cual buena parte de la ganadería de bravo está enferma. Pudiera ser. Pero los toros se caen tanto y aparece tan anulada su fiereza, sobre todo fuera de Las Ventas y si torean figuras, que es inevitable pensar en el fraude.

La autoridad tiene que afrontar este problema de inmediato, abriendo una línea de investigación e imponiendo severas sanciones si es que hay culpables.

Ninguna corrida pero con mayor razón ninguna feria importante, empezando por la de Sevilla, que se inaugura el próximo sábado, puede celebrarse con un ganado cuya característica sea la pobreza de trapío y la ruina física, como ocurrió en anteriores ediciones.

Es cierto que no hay por qué ofrecer al público el toro que no quiere ver. A la afición sevillana, por ejemplo, le trae sin cuidado el torazo de Madrid, e incluso lo rechaza, pues prefiere el terciado, bonito de estampa, fino de cabos, con tipo de embestir y, naturalmente, que embista.

Pero en cualquier caso tiene derecho a que ese toro esté bien criado, sea astifino y suficientemente fuerte para dar cumplida respuesta a una suerte de varas efectuada en regla y juego en todos los tercios.

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