Tras el crimen
Un año después del asesinato del teniente coronel Prieto, la sangre vuelve a atemorizar y a convulsionar la vida de Pamplona y de Navarra. Esa sangre gratuita e indiscriminada, sin razón ni beneficio para nadie, que derrama ETA en el más absurdo de los despropósitos. Una sangre que llena de indignación y de dolor a familiares, amigos, compañeros y ciudadanos y que arranca lágrimas de rabia y de impotencia en toda persona bien nacida.Todos sabemos, a estas alturas que el terrorismo no puede tener ya justificación, si es que alguna vez la ha tenido (nunca, para nosotros), y que cuenta con el rechazo de los sectores sociales y políticos mayoritarios, cualquiera que sea su ideología; pero sabemos también que todavía hay gente que sistemáticamente ataca y desprestigia a las Fuerzas Armadas, las insulta y apedrea en la calle, escribe comunicados en que las denuncia como opresoras del pueblo y hasta brinda con champaña cada vez que se comete un asesinató. Y, al parecer, con bastante impunidad y sin que la conciencia social se escandalice.
Sin embargo, el terrorismo, de raíces y complicaciones siembre oscuras, lo que puede buscar es una plataforma en que apoyarse, y para ello le es fundamental acabar con la democracia en que vivimos. Una de las formas es exasperar, no solamente a los servidores del orden y al propio Ejército, sino exasperarnos a todos para que el sistema cambie. (...)
Es una cínica lección que asesinen a un policía nacional el mismo día que conceden un mes de tregua para que las fuerzas de seguridad abandonen nuestra tierra. Vicente Garcerá López ha abandonado este mundo y esta tierra, pero no por orden del Gobierno, sino de quienes no tienen más razón que sus armas, ni más autoridad que su utopía, ni más legitimidad democrática que su fanatismo.
Desde nuestro dolor y nuestra impotencia, no nos queda otro asidero que la oración: pedir a Dios por el policía asesinado, por sus familiares, por sus compañeros... y pedirle también que acabe esta absurda y espantosa carnicería.
18 de abril.
