"Me sentí atónito, incapaz de creer lo que acababa de oír"
La fecha es el 5 de junio de 1967; el lugar, el despacho del mariscal de campo Abdel Hakim Amer, en los sótanos del cuartel general del Ejército. La noticia que acabo de oír es que los israelíes han destruido todas nuestras fuerzas aéreas. Me la dijeron dos compañeros miembros del consejo revolucionario que se halIaban en el despacho con nosotros. Abdel Hakim Amer, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas egipcias, se encontraba tras su mesa, incapaz de fijar la mirada.Me senté en un sofá, amargado, con un millón de preguntas surgiéndome en la cabeza. Estábamos todos en silencio. De repente, el triste silencio fue interrumpido por el ruido de un teléfono y la voz de Abdel Hakim respondiendo. La llamada era de nuestra base de vanguardia en El Arish, y las noticias que traía eran duras: los israelíes se estaban aproximando a la base.
Como militares, comprendimos inmediatamente lo que esta noticia suponía: El Arish, nuestra base firmemente fortificada, era esencial para la defensa de Egipto. Si caía, sería el fin de la guerra.
La voz de Abdel Hakim seguía rompiendo el silencio del despacho contestando a la llamada de El Arish. De repente, se abrió la puerta de la habiitación contigua y entró Gamal Abdel Nasser. No sabía que Gamal estuviera en el cuartel general, aunque vivía a menos de dos minutos de allí. Acababa de hablar con el embajador soviético, que había acudido también al cuartel general. Tras un rápido saludo, se volvió a Abdel Hakim y le dijo: "Abdel Hakim, ¿por qué has llamado al embajador ruso?".
Abdel Hakim respondió: "Quiero pedirles que negocien un alto el fuego; Estados Unidos ha intervenido en la guerra y ha destruido toda nuestra fuerza aérea". Delante de mí y de nuestros otros do compañeros, Abdel Nasser le dijo "Abdel Hakim: Estados Unidos no ha intervenido en la guerra; ha sido Israel quien ha destruido nuestra fuerza aérea".
Abdel Hakim quiso hablar, pero Nasser le interrumpió: "No estoy de acuerdo y no voy a permitir que anuncies públicamente que Estados Unidos ha intervenido en la guerra hasta que me traigas la cola de un avión norteamericano con su emblema".
Mientras hablaba, la radio anunciaba que habíamos derribado setenta aviones, cuando en realidad todos nuestros aeropuertos militares, incluidos los de Heliópolis y Huckstep, habían sido alcanzados por el enemigo.
Crítica destrucción de la fuerza aérea
Siguió una discusión entre Nasser y Abdel Hakim Amer, en medio de la cual Nasser nos pidió que nos marcháramos; quería quedarse a solas con Abdel Hakim para censurarle el haber llamado al embajador ruso.Cuando salimos, en el piso de arriba me encontré de frente con Mohamed Fawzi, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y, posteriormente, comandante supremo. Le pregunté: "¿Cuál es la situación de nuestras Fuerzas Armadas en el Sinaí tras el ataque contra las fuerzas aéreas?". Fawzi me contestó: "Las tropas siguen manteniéndose firmes, pero la destrucción de la fuerza aérea es una cuestión muy crítica".
Cogí el coche y regresé a casa, a Giza, y allí me encerré en el despacho, pensativo. Los acontecimientos desfilaron ordenadamente en mi cabeza: la mirada inquieta de Abdel Hakim cuando me hablaba... Sus órdenes a los generales del Sinaí pidiéndoles que se reunieran con él en el aeropuerto de Al Meliz en el aciago día lunes 5 de junio.
¡El comandante supremo, y con él todos los generales de las Fuerzas Armadas, en un avión en medio de la guerra! ¡Y esperándoles en el aeropuerto de Meliz, los generales del Sinaí! Naturalmente, los israelíes se enteraron; era una oportunidad dorada. El comandante supremo, en pleno aire. Esto suponía que se habían transmitido instrucciones concretas a la artillería de que no lanzaran ningún cohete hasta que hubiera aterrizado el avión en el que viajaba el comandante supremo.
Luego vino el ataque israelí. En el intervalo en que la artillería tenía instrucciones de no abrir fuego porque estaba en el aire el comandante supremo egipcio llegaron sus aviones. Llegaron a las 8.30 de la mañana, a la hora del desayuno de nuestros pilotos tras los turnos de inspección: la rutina militar no había cambiado, a pesar de encontrarnos al borde de la guerra y de que el enemigo podría tenerlo en cuenta.
Lo que sucedió ese día no indica inteligencia por parte israelí. ¡Ni mucho menos! Nuestro comandante supremo les había abierto las puertas. De un solo golpe destruyeron toda nuestra fuerza aérea. ¡No disparamos ni un solo cohete!
Cuando llegó el ataque, Abdel Hakim Amer estaba en el aire, a mitad de camino. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, el avión dio media vuelta y él pudo presenciar personalmente el bombardeo de nuestros aeropuertos. Continuó dando vueltas en el aire, con la mirada vagando de un punto a otro. Y seguía vagando cuando le vi en su despacho en el cuartel general.
Por fin, el comandante supremo pudo aterrizar en el aeropuerto de El Cairo, que también había sido alcanzado. La tragedia se hallaba en su punto álgido. El aeropuerto de Almza había sido destruido con todos los aviones que se encontraban en él. Le recibió el comandante de las fuerzas aéreas, que le informó: "Todo está en orden, mi general. Todos nuestros aviones han sido destruidos".
Todo esto desfilaba en mi cabeza. Llegó el momento de dar una vuelta por la terraza, pero antes volví a telefonear al cuartel general y le pregunté a Abdel Hakim cuál era nuestra situación. Me contestó: "La batalla se centra ahora en torno a El Arish".
¡A Tel Aviv!
Colgué el teléfono atónito y comencé a ir de un lado para otro de la terraza, con la carretera a las Pirámides delante de mí. Por la carretera venían camiones de la provincia de Tahrir con los fellahin, gritando: "¡A Tel Aviv!".Lo habían oído en la radio.
Apresuré el paso al tiempo que gritaba en silencio: "¿A Tel Aviv? Ha caído El Arish. La guerra ha terminado; toda la fuerza aérea destruida en una hora esta mañana. En exactamente sesenta minutos nos han destruido todo y, consecuentemente, todo ha terminado en el Sinaí y en todo Egipto".
"Dios mío, dime, por favor: ¿Qué le vamos a decir a esta gente?", me preguntaba. "¿Cuándo les vamos a informar de la catástrofe? Y ¿qué va a pasar?".
Volví a llamar a Abdel Hakim. Su contestación fue: "El Arish ha caído". Fue la última vez que hablé con él. Desde el momento en que colgué el teléfono, todo entre nosotros había acabado. Era el atardecer del 5 de junio de 1967. Llamé a Gamal Abdel Nasser y le dije: "Gamal, ve al cuartel general y dile a Abdel Hakim Amer que se vaya. Tú eres el comandante supremo responsable".
Llegó la noche y los israelíes comenzaron su guerra psicológica; ataques sobre El Cairo durante toda la noche; las sierenas estaban continuamente sonando.
El silencio me golpeó como una enfermedad, y creo que fueron muchos a los que golpeó. Y, llegados a este punto, me detengo para, revelar un secreto por primera vez: tomé la decisión de lanzarnos a la guerra de octubre de 1973 exactamente veintiún días después de la catástrofe del 5 de junio de 1967.
Abdel Hakim Arner fue destituido del cargo de comandante supremo tras la derrota egipcia de junio y se suicidó durante su arresto domiciliario, en septiembre de 1967.
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