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Tribuna:Memorias de Sadat / 1
Tribuna
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"Mi único y evidente objetivo era la paz"

Mis pensamientos se centraban en torno a una idea simple: ¿Por qué tenía que dar vueltas para llegar a mi objetivo? Mi único y evidente objetivo era la paz, y no se puede conseguir la paz en cualquier circunstancia. Sólo se puede lograr en encuentros directos entre las partes en conflicto.Pensaba por qué no podía dirigirme directamente a los israelíes. ¿Por qué no podía presentarme en la Kneset (Parlamento de Israel) y hablar directamente a los israelíes como el resto del mundo, defendiendo la causa árabe y afirmando sus dimensiones?

Mientras daba vueltas a esta idea, imaginé cuál sería la reacción a este plan que nadie podía esperar. Dirían que era una jugada imprevisible. ¿Cómo puedes arriesgarte a ponerte delante de tus enemigos? ¿Qué garantías tienes? ¿Estás seguro de que no te van a matar en las calles de Jerusalén, como hicieron con el conde Bernadotte, el principal mediador de las Naciones Unidas en Palestina?

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"Me sentí atónito, incapaz de creer lo que acababa de oír"

Tenía preparada la respuesta: es mi destino. Ningún hombre puede escapar a su destino. El día de mi muerte está marcado de antemano por Dios. Podría suceder en Jerusalén o en El Cairo, sobre un puente o debajo de un puente. Esa hora llegará, no lo dudéis. ¿Cómo podemos olvidar las palabras de Dios Todopoderoso? "Donde quieras que estés, te llegará la muerte; aunque estés en una fortaleza". Amén.

Cansancio intelectualEn ese momento sentí cansancio intelectual. Luego me embargó la felicidad, una felicidad desconocida hasta entonces. Es la felicidad de un hombre que llega a la verdad tras una larga y dolorosa búsqueda. Tomé la decisión sin la menor vacilación. El 19 de noviembre de 1977, ante los ojos de todo el mundo, descendí del avión para poner pie en suelo de Jerusalén.

En diciembre de ese mismo año fui, como de costumbre, a Asuán para supervisar los trabajos de construcción. Procuro hacer esta visita todos los años para ver in situ cómo avanzan los trabajos en esa parte del país alejada de El Cairo. No lo hacía por placer o para tomarme unas vacaciones. Ni me alojaba en una mansión palaciega, sino en la misma casa que los ingenieros.

La urgente visita del sha

Mientras estaba allí, a principios de enero de 1978, me llegó un aviso repentino del sha de Irán. Decía: "Voy a pasar una noche en Asuán y regresaré inmediatamente".

Recibí con agrado la visita del sha, pero me sorprendió este viaje repentino, porque hacía pocos meses que le había visto en Irán, y él había venido después a verme a El Cairo. ¿A qué se debía la urgencia de la visita?

En el aeropuerto le saludé calurosamente y el sha me correspondió diciendo: "Mi visita se debe a una razón muy simple: vengo a anunciar al mundo mi apoyo a tu iniciativa de paz. Por este motivo no me voy a quedar más de veinticuatro horas; después regresaré a mi país". Sentí una profunda gratitud hacia ese hombre que hacía ese esfuerzo para afirmar su postura, y le dije: "¿Qué necesidad tienes de cargar con esta responsabilidad? Ya has anunciado tu postura, y siempre has estado junto a Egipto en las anteriores crisis, tanto durante como después de la guerra de octubre. Jamás olvidaremos que nos diste petróleo cuando lo necesitamos".

También olvidaba que el sha nos había proporcionado autobuses cuando los necesitábamos desesperadamente para resolver los problemas de transporte de nuestro país. La historia de esta transacción comenzó cuando le pregunté al sha si era cierto que podían fabricar autobuses Mercedes en Irán. Me contestó que sí. Entonces le pregunté: ¿Puedes mandamos 300 autobuses?" y me contestó: "Sí. Envíame un equipo de especialistas y los autobuses que me pides estarán en Egipto lo mas rápido posible".

Apoyo al mundo árabe

Todas estas acciones anteriores desfilaban por mi mente mientras hablaba con el sha en Asuán. Allí mismo me dijo: "La razón de mi visita no es únicamente anunciar al mundo mi apoyo a tu iniciativa, sino además trasladar este apoyo al mundo árabe en particular. Tengo intención de viajar a Jeddah, a reunirme con el rey Jaled y los príncipes saudíes y decirles abiertamente: ¿A qué estáis esperando? ¿Por qué no anunciáis vuestro apoyo a la iniciativa de Sadat? Sadat no está trabajando únicamente para Egipto, sino para todo el mundo árabe; también por vosotros".

Y, efectivaniente, el sha de Irán fue a Jeddah y les dijo: "¿Por qué no anunciáis abiertamente vuestro apoyo al proceso de paz? Sadat está trabajando para todo Oriente Próximo, por una paz justa y glo bal y por la devolución de los derechos árabes".

Transcurrió todo un año y volví a recibir al sha en Asuán..., en la misma fecha, enero de 1979..., en la misma ciudad, el mismo aeropuerto, dándole alojamiento en el mismo hotel.

Pero el sha no era ya el que conocía, e Irán se había convertido en otro Irán. Había venido a buscar refugio.

En enero de 1978, el sha había venido a Asuán a anunciar a todo el mundo su sincero apoyo a mi iniciativa de paz y a decirles a los árabes que la apoyaran.

Pero en enero de 1979 el sha había venido a Asuán en busca de refugio. En el transcurso de un solo año, su situación había cambiado radicalmente.

Conspiración de fanáticos

A su regreso a Teherán en enero de 1978, tras su corta visita a Asuán, le aguardaba una conspiración planeada por la izquierda iraní. Y digo esto porque cualquier persona con un poco de conocimiento en política llegaría a la conclusión de que tras todas las acciones contra el sha se encontraba la izquierda.

La táctica era la misma que habían utilizado contra nosotros los fanáticos religiosos de Egipto: presiones continuas para conseguir más y más ventajas. Esta fue la razón por la que pidieron que se suprimieran algunos programas de televisión durante el mes santo del Ramadán, de manera que si aceptábamos sus exigencias pudieran seguir pidiendo otras medidas. Y lo mismo sucedió en la Universidad de Alejandría, cuando los estudiantes de las sociedades islámicas intentaron chantajear al decano de la facultad de Ciencias con tácticas similares, que me disgustaron terriblemente y me obligaron a amonestar al gobernador de Alejandría por no haber intervenido.

El error del sha fue retroceder y empezar a someterse a las exigencias de la izquierda. Por ejemplo, le obligaron a abolir el calendario iraní, el Niroz, y a adoptar el musulmán. Pero el error básico del sha lo había cometido un año antes, al abolir el sistema multipartidista y sustituirlo por otro de partido único. Esta decisión significaba que se estaba colocando contra el curso de la historia, y es imposible detener el curso de la historia; si lo intentas, la historia te desafía.

Partido único, error fatal

En los siglos XIX y XX quizá hubiera sido posible recurrir al sistema de partido único, como ocurrió en la época de Atatürk, de Hitler y de Mussolini; pero recurrir a él en nuestros días es un error fatal. El curso de la historia sólo permite la transición de un sistema de partido único a otro pluralista, y no puede irse en sentido contrario. Uno es un paso adelante; el otro, un paso atrás.

Cuando el sha cometió este error, inmediatamente todas las fuerzas cerraron filas contra él, creándose una alianza de todos sus oponentes. De esta manera se agrupaban todos en un solo bando: Bazargan y Banisadr, la izquierda y el Mogahedi Khalz. Todos ellos cerraron filas para derrocar al sha.

Cuando llegó el sha a Asuán, sentí que jamás regresaría a Irán, tal como confirmaron los acontecimientos. Le recibí al pie de la escalerilla del avión y le dije: "Ten la seguridad, Mohamed, de que estás en tu país, con tu pueblo y tus hermanos".

Pero se hallaba en un estado de choque emocional, con los ojos llenos de lágrimas. Camino del hotel, al tiempo que lloraba, me contó la despedida de sus soldados en el aeropuerto de Teherán..., y cómo un soldado le había agarrado y le había dicho: "No nos abandones. Sin ti, Irán está perdido y el futuro es oscuro".

Presiones norteamericanas

El sha me dijo, mientras seguía llorando, que se sentía como un general que ha desertado del campo de batalla. Pero se vio obligado a salir de Irán por la presión de los norteamericanos.

Me contó que el embajador norteamericano había ido a hablar con él y que no hacía más que mirar todo el tiempo al reloj, diciéndole que "cada minuto que pasa y se aplaza su marcha no va en interés suyo ni en el de Irán... Tiene que apresurar su salida inmediatamente".

Los motivos de la postura norteamericana eran que la política de Carter se basaba en la creencia en los derechos humanos, y consideraba que la presencia del sha en Irán iba contra la voluntad del pueblo iraní y el respeto de los derechos humanos en Irán.

En la conferencia cumbre de ese año, los cuatro dirigentes occidentales, Carter, Schmidt, D'Estaing y Callaghan, adoptaron todos una postura contra el sha. Esto provocó la salida del sha de Irán y el regreso de Jomeini. Los dirigentes occidentales no se dieron cuenta de que estaban instalando en Irán una bomba de relojería. No comprendieron lo que habían hecho hasta que explotó la bomba y la metralla cayó sobre todo Irán.

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