Secret Affair, una explotación intelgente de recursos
La Semana Santa había significado un parón en la actividad musical de Madrid. Apenas el desierto que presidió la improvisada actuación de los Boomtown Rats en el Carolina. Por cierto, que tamaño fracaso puede conllevar el cierre de dicha sala a los conciertos me>dernos y si, como se rumorea, la autoridad piensa atrancar el Rock Ola, el porvenir de la mejor etapa de música joven madrileña (ya tal vez española) no puede ser más risueño. Aunque todavía suceden cosas. Así el concierto algo melos,o de After de Fire, los experimentalismos egotistas de Raimundo o la vida en música de Secret Affair.A principios de la semana tuvimos los jarabes ofrecidos por el grupo ingles After The Fire. Unos chicos poco encendidos a pesar de su nombre, típicos y casi tópicos resistentes del circuito de pubs in,gleses. Lo suyo fue una sucesión inagotable de bonitas canciones pop cantadas bonitamente y toca,das con guapeza. Eso sí, aquello resultaba tan blando que ni siquiera los muecas de intensidad de su veterano cantante conseguían qu,e la sangre fluyera un poco mas rápida. A los amantes de grupos españoles, como Secretos o Totem, aquello les tenía encandilados, de tal manera que aunque sólo sea por respeto a esa gente no puedo decir que fueran lamentables.
Experimentos e intensidades
Al pasar de los días (viernes) quien más quien menos tuvo oca.sión de contemplar gratuitamente las lucubraciones que Raimundo ensayó en la galería Amadís (dependiente del Ministerio de Cultura). El tal Raimundo era líder de una agrupación llamada UA y se nos vino encima con una suerte de desbarre electroacústico, que realizado por alguien con mejores capacidades hubiera resultado experimental, pero en esta ocasión representaba más bien el grado de tercermundismo en que se ahogan muchas de las iniciativas estéticas que recorren nuestro pais.
Raimundo cantó en camelo, en inglés o en castellano; tocó malamente la guitarra y los fallos púramente técnicos que surgían a cada paso producían la gozosa impresión de que aquello era, efectivamente y como anunciaba el mismo artista, algo irrepetible.
Poco después, en la noche del mismo viernes, se presentaba en Madrid el grupo Secret Affair. Ambiente mod para la música más intensa de la semana. Asombraba ver cómo unos chicos tan jóvenes podían haber compuesto unas canciones tan carnosas, cómo la adrenalina puede mantenerse sobre límites a lo largo de toda una hora, cómo los instrumentistas, incluyendo los vientos, sabían valorar sus propios límites, explotando con inteligencia el universo de sus recursos, sin tratar de pasarse.
Gracias a ello, y a un cantante superior, el concierto de Secret Affair, tambien típico en cuanto al ambiente de las composiciones, fue una estupenda muestra de pop ecléctico en el que los giros del soul se unían a puntadas de rock en una combinacion que hicieron conocida en los años sesenta gentes; como Small Faces o Yardbirds. Y allí, entre los bailes la constatación de que el clima y la época van acortando las faldas y los cabellos, que pese a quien pese (y siempre hay alguien) la gente sigue queriendo divertirse. Y eso es belleza al ritmo de una música.
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