_
_
_
_

Había poco que promocionar en la novillada de ayer

Plaza de Las Ventas. 12 de abrilNovillos de El Almendral, desiguales de trapío, mansos Miguel Abellán, Juan Gaona, Pelucho y Angel Cuenca, silencio. Antonio Amores, aplausos y pitos cuando saluda. Villalpando, palmas.

La empresa de Las Ventas, con muy buen criterio, dio ayer a seis novilleros la oportunidad de lucir su arte en la primera plaza del mundo, dentro de un plan de promoción que tanto piden, y sin duda necesitan, los que militan en el escalafón inferior de matadores. El balance, sin embargo, resultó desolador: había muy poco que promocionar.Salió el primer novillo, escurrido y con pecho de tabla, al que Miguel Abellán se esforzaba por ligarle los pases, y los dedos se nos hacían huéspedes. Pensábamos que la seriedad del coso exigía más esmerada presentación en las reses y que un novillero con deseos de abrirse camino debe aportar más generosa entrega, aunque el enemigo tenga genio, como era el caso.

Cuando salió el segundo novillo y lo recibío el segundo novillero ya estábamos arrepentidos de tanta exigencia: casi todo lo que sucedió en la tarde, a partir de ahí, fue peor. Algunas reses eran de tipo sardina y la mayoría no sólo mansas, sino amoruchadas; los espadas se mostraban demasiado inexpertos y precavidos si es que soñaron con comprarse un cortijo. Unas escalofriantes volteretas -que no cuentan, por lo que tienen de desagradables- y un par de banderillas de Orteguita, prendido con facilidad, apenas pudieron sacudirnos la modorra. De cualquier forma, a la altura de lo de Orteguita, ya eran casi las ocho y la fiesta había empezado a las 18.00 horas.

Dos horas no ya de derechazos y naturales -que es lo habitual en la neotauromaquia- sino de presumibles intentos de instrumentar derechazos y naturales, es mucho tiempo, y que nos perdonen los espadas, cuya buena voluntad se supone. A Juan Gaona y Villalpando les justifican un poco las dificultades de sus novillos, que eran inciertos, mientras a Pelucho no le justifica nada que fracasara con un chico, flojo y revoltosillo ejemplar. Angel Cuenca se midió con escaso ánimo y menos recursos a un moruchón aquerenciado en toriles. Antonio Amores toreó a la verónica, sacó algún pase limpio, pero se embarulló y no pudo dominar al más encastado ejemplar de la tarde.

Con frecuencia, polvareda de capea sustituía a lo que llamamos lidia y los picadores se esmeraban en destrozar las reses con sus puyazos alevosos atrás. Parecía que todos renunciaban a promocionarse. Lo de la promoción debió ser santa palabra para la cartelería.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_