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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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¿Por que no quieren una minoría andaluza en el Parlamento?

Resulta aparentemente extraño, pero profundamente coherente, que, coincidiendo con la pre campaña de las elecciones autonómicas andaluzas, de las que lógicamente ha de salir fortalecido el nacionalismo andaluz, los debates sobre el reglamento del Congreso de los Diputados hayan dejado constancia de una nueva discriminación con ese nacionalismo.

El reglamento, en su aparentemente propósito racionalizador, encierra la intención de hacer inviable la existencia de una minoría andaluza. Con un dato sorprendente: sin por eso poner en peligro a las minorías catalana y vasca.El hecho es aún más grave si se advierte que decisiones de este tenor constituyen verdaderos atentados contra la democracia. Se habla de "poderes fácticos" en referencia siempre a grupos de presión que actúan en espacios extraparlamentarios. Desgraciadamente, dentro del propio Parlamento se cometen arbitrariedades que, en cuanto medidas de poder y expresión de fuerza -no de justicia-, son una fuente de desprestigio para la democracia.

Para la constitución de grupos parlamentarios es legítimo y razonable exigir un número de escaños o un porcentaje de votos referidos al cuerpo electoral de toda España, ya que de elecciones generales se trata. Para eliminar a la minoría andaluza habría que eliminar previamente a la minoría vasca, ya que ésta cuenta con 50.000 votos menos que la andaluza. Y esto no lo puedeil hacer los partidos centralistas por la enorme presión que hoy el nacionalismo vasco ejerce sobre el poder central.

Agravios comparativos

Es evidente que el grupo andalucista ha estado y estará dispuesto a aceptar la "racionalización" que conduzca verdaderamente a agilizar el funcionamiento de la labor parlamentaria. Lo que los andalucistas -como todos los verdaderos demócratas- no podremos aceptar nunca es que se introduzcan requisitos realmente cargados de intenciones discriminatorias que, aunque aparentemente asépticos, no lo son. Además de recaer en su rigor sobre las zonas más deprimidas de España.

No habrá un andaluz que entienda en adelante por qué Andalucía tiene que hacer un esfuerzo superior al que se exige a otros pueblos para tener un trupo andaluz en el Parlamento de España. No se va a entender nunca, por ejemplo, y por decirlo en los términos directos con que se comenta esto en Andalucía, que un voto vasco valga por tres votos andaluces. Con estas arbitrariedades da la impresión de que los grupos centralistas están dispuestos a obligar a Andalucía a batir todos los récords en la conquista de las libertades. Todos. Primero, nos obligaron a sufrir un verdadero calvario para acceder a la autonomía, y ahora nos obligan a un es fuerzo semejante para tener voz propia en el Congreso de los Diputados. Voz propia, sí. Salimos al paso de objeciones engañosas: nunca hemos dicho que no haya otras voces políticas en Andalucía pero sí que la única voz exclusiva mente andaluza con grupo parla mentario es, hoy por hoy, el PSA (Partido Andaluz).

Estas actitudes discriminatorias no pueden justificarse de ninguna manera a la simple luz de los criterios democráticos. y tienen, sin embargo, una explicación de fondo que no se puede ocultar. Las fuerzas mayoritarias quieren sofocar el nacimiento en Andalucía de un nacionalismo relvindicativo. Esta es la cuestión que subyace en el fondo de las anomalías que observamos en la superestructura política y jurídica.

Una Andalucia sin poder económico

El nacionalismo andaluz es en gran medida fruto de la situación estructural que padece la economía andaluza. Andalucía hace funciones de colonia proporcionando capital, mano de obra y materias primas a las áreas más favorecidas del Estado. La economía andaluza está así dominada por centros de poder externos a ella misma.

Esta cuestión se hace insufrible ante la constatación y perpetuación de los males endémicos del Sur. Es una situación que no se puede soportar por más tiempo. Y no se remediará con falsas solidaridades o pateriialismos. Porque es imposible creer en una solidaridad que impide algo fundamental: que los andaluces asumanos nuestro destino y que constituyamos un poder capaz de influir en los centros de decisión política y económica hasta obtener lo que en justicia Andalucía merece y necesita.

Aquí está la clave reveladora de la tremenda oposición al nacionalismo andaluz. Se nos quiere engaliar con la concesión de una autonomía que se queda en descentralización administrativa de los asuntos andaluces, pero no están dispuestos a consentir la autonomía real -poder andaluz-. Porque esto equivaldría a reconocer a medio plazo la autonomía económica de las tierras del Sur, con el consiguiente replanteamiento de toda la economía del Estado español, que hoy se cimenta en la dependencia de las zonas subdesarrolladas.

"El pueblo no sólo sabe que le gobiernan los peores; empíeza a saber por qué son los peores", escribió Blas Infante. Esta es la razón por la que hoy pequeños y mediarios industriales, comerciantes, agricultores van viendo en el andalucismo, por entre una maraña de confusionismo interesado, una opción válida para el desarrollo económico de nuestra tierra.

Así se explica el recorte sufrido por nuestro estatuto y la trama legal que las fuerzas centralistas tienden con la famosa LOAPA. o con la ley del Fondo de Compensación Interterritorial, en la que UCD y PSOE han aprobado nada menos que la participación de Ias zonas más desarrolladas en el reparto de dicho fondo.

La razón última

Esta es también la razón última de nuestra perseverancia en medio de tanto engaño y de tanta adversidad. Estamos cansados de que nuestras reclamaciones de soliciaridad sean sistemáticamente presentadas como salidas de tono.

Esto sólo ocurre cuando de Andalucía se trata. Las exigencias de otros son atendidas con una facilidad y rapidez que a Andalucía se le niega.

Si en Andalucía no se consolida el nacíonalismo, dando sentido y contenido real a la autonomía, el fraude que puede representar la Junta de Andalucía llevará imparablemente a un camino de frustración. Y eso contribuirá decisivamente a crear un clima de permanente inestabilidad económica y política en Andalucía y en España.

Por el contrario, la consolidación del nacionalismo andaluz significará no sólo la potenciación de su autonomía, sino un determinante protagonismo de Andalucía a la hora de constituir el Gobierno de España y, en definitiva, un condicionamiento de la política ecoriómica de éste en beneficio de Andalucía, actualmente subdesarrollada.

es secretario general del PSA (Partido Andaluz).

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