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Víspera pascual

La 29ª sesión de la vista contra los 33 procesados por la rebelión militar del 23 de febrero se consumió con los interrogatorios a siete nuevos testigos, generales todos ellos. La mayor parte de los interrogatorios giró en torno al papel desempeñado por los generales Armada y Juste en los acontecimientos golpistas. Todos ellos estuvieron de acuerdo en afirmar que el primero se mostró disciplinado y, no auxilió a los golpistas y que fue Milans quien, a trvés del teléfono, le movió a proponerse como presidente de un Gobierno de coailición. Coincidieron también en manifestar que Juste mantuvo siempre el mando de la Acorazada Brunete. El general Yusti dijo que el estado mayor de la misma cursó órdenes sin conocimiento de Juste y, frente a lo declarado por éste último, aseguró que en las órdenes que aquel dictó, además de emisoras de radio y puntos geográficos de Madrid, se incluían periódicos como objetivos a cubrir por la División Acorazada Brunete. El juicio se suspende hasta el día 13.

Desolación en Campamento. Nadie, nada y ningún. Mínima asistencia de periodistas y hasta de acusados (cinco faltaron a la vista). Las familias puede decirse que han desaparecido, con los niños, camino de las vacaciones de Semana Santa. Así, la bajamar de los familiares ha dejado al descubierto unos extraños grupos de hombres solos y treintañeros que por allí pululan aburridos: guardias civiles y militares de paisano adscritos al servicio de seguridad de la Sala. No es un descubrimiento noticioso (en el microcosmos campamental nadie ignora a nadie), pero ayer quedó toscamente patente esa extraña inflacción de familiares jóvenes y masculinos, solitarios entre mínimas presencias femeninas, en las bancas de atrás del almacén de papel del Servicio Geográfico del Ejército que sirve de Sala de Justicia.Durante la jornada podían contarse tantos abogados en los dos carromatos de intendencia que nos nutren a todos en el exterior, como en la barra de letrados del Consejo. Síndrome escapista, relajación de un trato antes tenso, comentarios sobre la cofradía de cada cual -para todo hay adicciones-, redacción de itinerarios para huir de esta ciudad en cualquiera de las direcciones de la rosa de los vientos y cuatro generales y tres coroneles deponiendo como testigos en una calma chicha de aburrimiento general. Funciona la montaña rusa del proceso que sube de interés unos días para entrarar en el picado de la abulia en la curva vertical siguiente. Y ayer ningún testigo -generales Esquivias, Pérez Iñigo, Bonald, Yusti, Arnaiz, Valencia Remón y Pontijas- aportó algo novedoso a esta causa. Como no sea la relevancia de la torpeza procesal de algunos abogados.

Diluvio de monosílabos

Diluvio de monosílabos nada esclarecedores ante preguntas que inducen a la pregunta requerida. Hasta el Presidente, quien procesalmente recibe notoria ayuda del Fiscal, se vio obligado a reconvenir a éste cuando preguntaba a un testigo sobre la posibilidad de que el general Armada actuara el 23 de febrero como actuó (a lo que se escucha, siempre atendiendo órdenes) en función de tener testigos de vista. La ringlera de generales que ayer declararon son oficiales generales del Ejército que en los autos descolgaban los teléfonos del entonces Jefe del Ejército, general Gabeiras. Y de aquella pesadilla nocturna de telefonazos sólo el teniente coronel de Meer, defensor de un capitán, pero con mayor peso específico en la verdad que infructuosamente persigue esta causa que la que le confiere su mera condición de letrado, plantea un interrogante de algún porte:

-El horario de llamadas del 23-24 de febrero facilitado por el general Gabeiras nos revela que desde el Cuartel General del Ejército se comunicó en aquellas horas veinte veces con Valencia, quince con Madrid (I Región Militar); con la II, ninguna llamada; dos, con la IV y la V, nada con la VI, dos con la VII, una con la VIII, nada con la IX y ni acordarse de Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla.

De Meer preguiitaba a Esquivias Franco y éste respondió que no todas las llamadas eran anotadas. Aún así, las diferencias entre estos sumandos de telefonemas mueven a sorpresa. Pero no cambia el rumbo de la vista por esta u otras preguntas. De los flecos flotantes de las últimas sesiones tiran algunos defensores -y apenas el fiscal- en un intento tan teatral como poco convincente de encontrar algo más. La realidad es que el ministerio fiscal (que no ha citado a ningún testigo) parece haber dimitido del menor empeño en que la vista sirve para ir un milímetro más allá del perímetro de sus conclusiones provisionales. Y la mayoría de las defensas (el frente político) no van a desesperarse por el hecho de que la historia del 23 de febrero se embarulle y enrede más de lo que ya está. Con expectativas dejuicio hastajunio, no hay, en estas vísperas pascuales, ni un adarme de esperanza de que este proceso arroje nuevas luces, nuevos datos, nuevas responsabilidades, sobre el cuartelazo de febrero. El juicio se mete en un corsé de acero en el que se escucha a defensores empeñados en tener conocimiento de si el general Armada requirió un ejemplar de la Constitución para introducirlo en el bolsillo derecho o izquierdo de su guerrera.

Por otra parte la actitud de numerosas defensas es incomprensible, so pena que se las atribuya propósitos obstruccionistas y a costa de sus defendidos. Ayer, dentro del horizonte plano e ininteresante de todos los interrogados, la mayoría depuso en favor del general Armada -"En todo momento, durante aquellas horas, se comportó como un disciplinado segundo Jefe de Estado Mayor del Ejército"- aún a preguntas de los defensores que quisieran ver a Armada arder en los infiernos. El abogado más lerdo alecciona a sus testigos y, en cualquier caso, deja de interrogarlos cuando los advierte desfavorables a sus intereses. Pues eso no tiene valor en Campamento.

El resto es el terraplenamiento de la memoria; maquinaria de obras públicas aplicada inmisericordemente sobre semanas y semanas de insistir sobre un encajonamiento de detalles del que nadie parece querer escapar. O no se sabe, o no se contesta o se aduce lo ya escuchado. Los cuadernos de los periodistas florecen ya peligrosamente de jeroglíficos, manchones, cuadros esotéricos, flechamientos obsesivos, en un cuadro clínico abiertamente neurótico. Muchos encausados aducen excusas para no bajar a la Sala, las familias se han marchado de vacaciones, los defensores consuelan su lucro cesante bajo los toldos de la intendencia militar (hay bufetes que de ésta quiebran; del juicio sólo sale una minuta millonaria) y en los barracones los pocos que quedamos nos miramos a los ojos y nos repetimos la ironía secreta de Voltaire sobre Spinoza:"Es un hombre que cuando se encierra a solas con Dios le dice: "Y ahora que estamos solos reconoceme que no existes". Ahora que estamos en privado y nadie nos oye reconocemos todos la politización de esta causa por parte de los procesados y sus defensas. Pero a la postre, cebada al rabo; comentarios de barra de bar; teorías sobre la evaluación del cero.

Bestiario de abogados.- Es un error hacer tabla rasa de la mesa de letrados defensores. Conviene hacer extracción, en primer lugar, de una línea de defensa estríctamente profesional, apolítica, técnica, apoyada en los hechos probados o no probados. En ella se distinguen Ramón Hermosilla (defensor de Armada), Manuel Novalvos (teniente Boza) y Alfredo Nieto (teniente Vecino). Hermosilla es un bufete millonario de Madrid; avanza el juicio y se le advierte preocupado, puede que hasta amenazado; brillante pero comedido. Novalvos prepara sus intervenciones al detalle; profesional, detallista y astuto. Nieto casi no pide la venia para nada; una de las mejores defensas (contra lo que pueda opinarse) basada en el supuesto de que cuanto menos se hable de su defendido en esta vista, mejor.

Luego la barra de los abogados nos depara una defensa política en la que destacan togas como López Montero (Tejero, y, fuera de esta causa, a un implicado en la bomba de EL PAIS), Adolfo de Miguel (Pardo Zancada, Carrés), Quintana, Labernia, Ortiz, Muñoz Perea (yerno de Blas Piñar, defensor en otra causa de uno de los acusados del atentado a la bomba contra EL PAIS), Santiago Segura (siempre cargado con sus medallas de guerra, proteico, dispuesto siempre a las preguntas más comprometidas), Salva Paradela (truculento), Quintana (dado al énfasis de cualquier golpista), Martín Fernández (que nos tortura día a día requiriendo la lista de asesinatos, violaciones, robos, atracos y capones a viejecitas que nos ha deparado la democracia inorgánica; no tiene otra línea de defensa), y poco más.

Entre ellos -al menos lo parece- se reparten las preguntas. No es extraño que un letrado intervenga de tal manera que sea imposible discernir en qué beneficia a su defendido con sus palabras, fuera de la causa general.

Revuelto ideológico

Y en ese revuelto ideológico cabe desde la implicación de los Reyes, hasta el estado de necesidad de los golpistas (la nación se derrumbaba), pasando por el desprecio hecho hacia la Guardia Civil a cuenta del pacto del capó (no están procesados los tenientes de la Acorazada y sí los de la Benemérita), la supuesta conexión de Cortina y, Gómez Iglesias (el CESID) en la conspiración y la maldad intrínseca del general Armada. Tal están las cosas que en ocasiones parece que el fiscal quiere defender a un acusado (Armada) mientras numerosas defensas se arrojan como lobos sobre éste y otros encausados intentando demostrar su inculpación (curiosamente sobre los procesados que no recaban la invocación del Rey para sus actos).

Luego Escandell, coronel y amigo personal de Milans e Ibáñez Inglés a más de su defensor; el teniente coronel de Meer (hombre que todos miran de reojo) o el comandante Griñó, que defiende a un teniente y que como buen oficial de complemento lleva la cortesía militar hasta el extremo de obsequiar a la presidencia de la Sala con molestos taconazos. Es un grupo final de letrados poco soluble entre sí, salvo por su carácter militar. Se encuentran en la línea Milans pero no se distinguen por ningún exceso verbal o procesal. Pero tampoco son estrictamente técnicos; defienden algo más que a sus clientes.

Siempre será éste un bestiario incompleto y probablemente atrabiliario, pero sí parece cierto que en esta causa no van a hacerse grandes fortunas (muchos letrados actuan gratuitamente, por mor de la causa, otros pagados por terceros y escasísimos a cuenta de los clientes; no faltará dinero de todas formas) y tampoco van a erigirse grandes prestigios. A lo más que se llega es a la pulcritud de las exposiciones, pero ni hay oratoria ni salto abierto hacia la cancha política. No aparece el Tixier de Vignacourt (proceso contra el general Raoul Salan) ni la salvación política y togada de la ultraderecha española. Elegancia intelectual que no deja de agradecerse.

Aunque menos que este paréntesis pascual que nos puentea esta tolvanera histórica hasta el próximo día 13 (precisamente martes).

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