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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Sobre la actualidad de los sofismas políticos

En réplica a unas recientes declaraciones del presidente del Gobierno y de todos aquellos que pretenden descalificar la posible alternativa socialista bajo augurios catastrofistas, el autor expone indirectamente, con palabras del eminente jurista Jeremías Bentham, cuáles son las razones que impelen al sofista, las clases de sofismas y las adversas consecuencias que de su uso se derivan, uso político, en este caso.

El gran jurista inglés Jeremías Bentham (1748-1832), con la colaboración de Esteban Dumont, un suizo exiliado que difundió en francés sus manuscritos, escribió una obra muy interesante, y creo que de gran utilidad, que se traduce al castellano con el título de Sofismas anárquicos. Tratado de los sofismas políticos. Debemos los españoles a Ramón Salas, profesor de Salamanca, y al bibliotecario de esa Universidad, Toribio Núñez, la difusión en España de la obra de Bentham. Su Fragmento sobre el gobierno fue reeditado por Julián Larios Ramos en 1973, y recientemente la Editora Nacional lo ha hecho también con los tratados de legislación civil y penal. Estoy manejando una edición de 18341 publicada en Madrid, del Tratado de los sofismas.Al sofisma lo describe Bentham como "un argumento falso, disfrazado de una forma más o menos capciosa..., una opinión falsa que se emplea para alcanzar algún fin".

Vivimos en nuestro país en una democracia donde se utiliza, por algunos, el sofisma como medio de acción política. Es una ruptura consciente del principio de veracidad y de las reglas del juego limpio. Recordando a Bentham, muchas actitudes mendaces se verán reflejadas. No escribo esto sin un elemento concreto. Me refiero al argumento que se utiliza, con rasgos catastróficos y apocalípticos, sobre las consecuencias de una victoria socialista en las próximas elecciones. No hace mucho que el propio presidente Calvo Sotelo lo ha utilizado en Barcelona con difusión y lanzamiento que anuncia la inauguración de una campaña. Olvidan estos sofistas que los socialistas construyen su opción en el marco de la Constitución, que hacen esfuerzos de prudencia y de rigor, anteponiendo por encima de todo la consolidación de la democracia, y que, si el presidente Calvo Sotelo puede gobernar, es porque los socialistas, con sentido del Estado, apoyan el desarrollo legislativo normal. ¿Esos socialistas cuya victoria considera tan peligrosa y anuncia graves males si se produce son los mismos que busca para hacer el acuerdo sobre el empleo y los que consolidan el Estado de las autonomías con la LOAPA, cuyos votos necesita para la LAU, y los que apoyaron la Constitución de 1978, y los que sufrieron con UCD, con todos los diputados y con el propio Calvo Sotelo el asalto al Congreso el 23 de febrero? Si son los mismos, y Calvo Sotelo no se está inventando otros distintos, debe leer a Bentham. La campaña está retratada en los personajes que usan el detestable sistema de los sofismas políticos.

Betham dice, para identificar el empleo de los sofismas, que "ofrecen una presunción legítima contra los que se valen de ellos. Nadie recurre a tales medios sino faltándole buenos argumentos". Y añade: "... no solamente pueden aplicarse a mal fin, sino que es su empleo más ordinario. Siempre ocasionan pérdida de tiempo y aflojan la atención debido a los objetos examinados. Suponen, de parte de quien los emplea, falta de sinceridad o de inteligencia. Cuanto más sospechosos son de mala fe tanto más participan, si así puedo explicarme, de la propiedad irritante. Toman cierto carácter de menosprecio y altanería, provocando disputas llenas de acrimonia...".

Sobre las consecuencias de los sofismas, dice Bentham que "... el mal derivado de los sofismas, puede dividirse en mal especifico y mal general. Entendiendo por mal específico el efecto inmediato de un sofisma contra una providencia buena o a favor de una mala; por mal general, la depravación moral e intelectual que produce la costumbre de fundar el raciocinio en principios falsos o de desentenderse de la verdad pervirtiendo la más noble facultad del hombre...".

Entrando en los contenidos, habla Bentham del sofisma de la autoridad -"la opinión de alguno o algunos individuos, presentada como bastante por sí misma, e independientemente de cualquier otra prueba para fundar una decisión"-, del sofisma del veto universal -"consiste en alegar contra una resolución propuesta, su novedad"-, del sofisma de las leyes irrevocables de aquellos que atan las manos a la posteridad, es el sofisma del inmovilismo. También habla de los sofismas dilatorios, entre los cuales sitúa el sofisma del tiempo más oportuno, el sofisma de la marcha gradual, el sofisma de los consuelos aparentes, el sofisma de desconfianza -"se trata de un primer paso en un camino que Dios sabe adónde nos llevará. Los que lo proponen no dicen todo lo que sienten y usan de reservas..."-, el sofisma de las personalidades injuriosas -"los que lo proponen son hombres peligrosos, nada bueno nos vendrá de su mano"-, el sofisma de las personalidades adulatorias los que lo combaten son virtuosos y prudentes"- y, finalmente, en este segundo grupo sitúa al sofisma de las diversiones artificiosas: "... puede desecharse esa ley porque tenemos ánimo de proponer otra mucho mejor...".

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Las personalidades injuriosas

Si nos detenemos en el sofisma de las personalidades injuriosas, que es el que mejor se ajusta a nuestro supuesto, lo subdivide en varios argumentos, todos ellos tendentes "a tergiversar la discusión, dirigiéndola no sobre la resolución, sino sobre el hombre que la propone...". Son los argumentos de mal designio, referida a una oculta intención de futuro; de mal carácter -el autor "proyecta alguna providencia contingente de un género pernicioso"-, de mal motivo -"de un motivo reprobado se infiere como consiguiente algún mal designio"-, de conexiones sospechosas.Por fin, señalará Bentham los que llama sofismas de confusión, de entre ellos sólo voy a destacar uno que me parece atinante a la situación: "... El artificio de producir los argumentos de sus contrarios bajo un falso aspecto, unas veces desfigurando los hechos, otras falsificando las opiniones y otras exagerando lo que se ha dicho...".

Comparará Bentham, ya al final de su tratado, los argumentos falsos de los sofistas con la moneda falsa y dirá que en ambos casos son necesarios el fabricante, el distribuidor y el aceptante. Entre estas distintas situaciones se producen también, es lógico, diversos niveles de responsabilidad, que van desde la mala fe al error sin culpa, pasando por la temeridad.

Compararé también contradictoriamente al sofisma con el juego: "... Dícese del juego que se principia dejándose engañar y se acaba haciéndose uno bribón, pues en este otro se comienza por cierto apunte de bellaquería y se termina por engañarse uno a sí mismo...".

El motivo de este tratado de los sofismas, confesará Bentham en la conclusión, es pedagógico, se trata de favorecer la censura moral del sofisma.

"... Si se considerase el caudal constitutivo de la habilidad sofistica, aquel menosprecio de la verdad, la perversión de la facultad más noble del hombre, la indiferencia o quizá el odio al buen público, resultaría que en una asamblea política, cuando el orador empleara su talento en acreditar un sofisma reconocido, perderá su concepto entre todos los amigos de la honradez y de la necesidad; se le mirará en adelante como un hombre artificioso que inspirase recelo, y así juntará, a la poca probabilidad del éxito, el temor de ser juzgado severamente... ".

Con todo, no dudo, como teme también el propio Bentham, que su tratado haya servido para aumentar, siquiera sea por algún tiempo, la destreza de los sofistas para perfeccionar esa técnica de envilecimiento que es la propaganda, como decía Gabriel Marcel. Quizá en estas fuentes hayan bebido los manipuladores de la campaña centrista, solemnemente inaugurada por el presidente Calvo Sotelo en Barcelona. Creo que es un mal camino. Es jugar con fuego y alimentar el talante golpista, si se produce la condición que ellos denuncian como catastrófica. Una vez más hay que apelar a la buena fe y al juego limpio y a una lectura tan esclarecedora como la de Bentham, que yo he resumido para los que, por sus ocupaciones o por su alergia a la lectura, no lo hagan directamente.

Gregorio Peces-Barba Martínez es diputado del PSOE por Valladolid. Profesor de Filosofía del Derecho.

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