Dos elecciones
LA VOTACIÓN de segunda vuelta para las elecciones cantonales francesas ha confirmado lo que ya quedaba suficientemente claro en la primera: un considerable apartamiento de la opinión pública con respecto a la izquierda gobernante. Pueden hacerse todas las reservas correspondientes a la circunstancia -el carácter local del voto, el enfrentamiento no de partidos, sino de personas, la falta de significación política de los consejos generales que se eligen- y, sin embargo, aún seguirán indicando los resultados una advertencia, una alarma considerable para la izquierda, y muy especialmente para el Partido Comunista francés que, aun teniendo fama de eficaz y honesto en la Administración local, se ve castigado con una pérdida de puntos.Estos resultados coinciden con un sondeo de opinión pública realizado a finales del mes de febrero. Resultaba de él que Mitterrand había perdido dos puntos con relación al mes anterior (60% a favor y 30% en contra, en el mes anterior; 58% y 32%, ahora) y el primer ministro Mauroy había perdido cinco puntos. Los ministros económicos han sufrido bajas mayores. Todo ello hace pensar que un cierto número de franceses se encuentra decepcionado en los asuntos que le atañen directamente: la lucha contra el paro, contra el alza de los precios, contra las desigualdades sociales parecen ser los principales motivos de esta decepción. Los portavoces del partido socialista no han dejado de reconocer sus pérdidas, y las atribuyen a dos razones concretas: la oposición -y no sólo la parlamentaria, síno la que forma el tejido de mandos y centros de disposición social en el país- no le ha permitido obtener resultados más brillantes y el cumplimiento de las promesas electorales, por una parte; por otra, la derecha ha demostrado una capacidad de movilización y de concentración en esta campaña que la izquierda no ha tenido, confiada en lo que considera su popularidad suficiente después de las elecciones presidenciales y las generales. Son autocríticas. El Gobierno de tan amplia mayoría parlamentaria y el presidente con tanta fuerza constitucional deberían haber vencido de sobra las oposiciones solapadas del viejo conservadurismo francés, al que creían haber convencido en parte; y si los votantes de la izquierda se han abstenido por exceso de confianza, puede ser también que lo hayan hecho por algo de desconfianza o, por lo menos, de desapego.
Es posible que Mitterrand tenga que modificar en parte su Gobierno; por lo menos, se ve difícil cómo un ministro que no ha merecido la confianza de los votantes de su cantón puede seguir ejerciendo. Dentro de un mes se cumplirá el primer aniversario de la elección de Mitterrand, y dentro de tres meses, el del triunfo socialista en las elecciones generales para la Asamblea. Es quizá poco tiempo para el cambio radical de Francia que se proponía Mitterrand; pero suficiente para que algunos resultados positivos fueran más visibles, por encima del desconcierto interno de un Gobierno de bisoños que accedían en gran parte, por primera vez, a un puesto público, como consecuencia de los muchos años de predominio de la derecha. El sentido del cambio que Mitterrand pueda dar a su política económica y quizá a los nombres de sus ministros es ahora objeto de debate: algunos observadores estiman que el resultado de las cantonales debería inclinar al Gobierno a una mayor moderación, puesto que parece que esta mayoría ha dado su voto a los moderados, y otros que, por el contrario, debería lanzarse más radical y más profundamente a las reformas, suponiendo que el apartamiento de la opinión pública se debe a su falta de resultados. No se descarta un doble efecto, que podría conseguirse eliminando a los ministros comunistas -puesto que es el partido más castigado- y realizando, al mismo tiempo, una política social y económica más aguda. Pero el miedo a las huelgas y a los disturbios sociales que podrían montar los comunistas, de verse fuera del Gobierno, puede ser más importante para Mitterrand que esta conveniencia.
El mismo domingo se producía también un retroceso de la izquierda en Alemania Federal: el triunfo de los cristianodemócratas sobre los socialdemócratas en las elecciones para el Parlamento de la Baja Sajonia. Era un resultado previsto: la CDU tenía ya la mayoría absoluta en los escaños del Parlamento del Estado, y no había ningún motivo para suponer que fueran a perderla. Por el contrario, han ganado votos. Los trazos más importantes de este resultado son: 1. El estímulo para el actual ministro-presidente de Baja Sajonia, Albrecht, que pretende representar en el futuro a la CDU en las elecciones generales para llegar al puesto de canciller federal (pero Kohl y Strauss siguen siendo rivales muy difíciles); 2. La posibilidad de que el partido liberal (FDP) entienda que ha llegado el momento de abandonar la coalición con los socialdemócratas e inclinarse hacia una independencia que, llegado el caso, pondría al servicio de la derecha como árbitro de una situación poco definida entre los dos grandes partidos; y 3. La tendencia a la baja de los socialdemócratas.
Sin embargo, sería muy aventurado sumar los resultados de Francia con los de la República Federal de Alemania para deducir que hay un movímiento de retroceso de la izquierda en Europa. No se pueden sumar magnitudes heterogéneas. Mientras que las elecciones cantonales francesas, aun carentes de un valor político estimable, significan una tendencia de voto real y una seria advertencia a la mayoría de izquierda gobernante, el resultado en uno de los once länder alemanes, tradicionalmente inclinado a la derecha, apenas si tiene un valor meramente indicativo.
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