Mimetismo imposible

Juan Piquer Simón es un curioso realizador español empeñado en reproducir el carácter espectacular de muchas películas norteamericanas. Olvidando la penuria económica que caracteriza a nuestra cinematografía, Juan Piquer aborda costosos proyectos que no alcanza, a pesar de su esfuerzo, tantos medios como serían necesarios. Ya quedó clara ese dificultad en su primer largometraje Viaje al centro de la tierra (1977), donde los efectos visuales carecían del esplendor que el cine norteamericano ofrece casi sin esfuerzo gracias a su amplia nómina de técnicos especializados y de la experiencia adquirida en su dominio del mercado mundial.El director español, sin embargo, continúa en su mismo afán, animado por el éxito que al parecer obtiene en otros países. Supersonic man y Misterio en la isla de los monstruos han logrado ventas en el exterior suficientemente numerosas como para permitirle la realización de su cuarto título Los diablos del mar, reclén estrenado, y aun para iniciar el rodaje de una nueva película, para la que ya cuenta con un variopinto reparto internacional.

Las intenciones de Los diablos del mar son elogiables: ofrecer al público infantil una película en la que no se escamoteen los atributos que caracterizan el cine de aventuras. Sin embargo, se escamotean. Las maquetas son demasiado evidentes, las forzadas elipsis que eviten secuencias complicadas provocan un ligero caos narrativo, y la narración misma está sujeta a las posibilidades económicas de la producción, de forma que momentos poco interesantes se alargan para aprovechar su viabilidad.

Hay que señalar, no obstante, que Piquer supera con acierto bistantes trabas. Aisladamente aparecen secuencias afortunadas que quieren compensar las deficiencias. La del primer naugrafio o la de la persecución de negros en el poblado africano son, por ejemplo, destacables. Pero el conjunto se debilita por la escasa habilidad del guión, que no tiene siempre en cuenta las auténticas posibilidades de filmación y por la poca calid:ad de los jóvenes actores que encabezan el reparto.

El resultado es, pues, irregular, aunque no pierda por ello su carácter insólito. El público infantil, por otra parte, no parece percibir, a juzgar por sus reacciones, las inverosimilitudes del empeño de Piquer Simón.