Una excelente orquestación para una gran obra de Turina
Si era lógico, y aun obligado, un homenaje a Joaquín Turina por parte de la Orquesta Nacional -como subraya Tomás Marco-, no acaba de entenderse el porqué de hacerlo en un concierto fuera, de abono. Menos puede comprenderse la elección de la fecha, en la entrada del primer gran puente vacacional del año. Y hasta cabe discutir la ausencia de música cantada (Canto a Sevilla, Poema), sin la cual queda incompleta la imagen creadora del compositor sevillano.Turina y su obra han ingresado en la historia con sus precisas significaciones y rodeadas de una adhesión popular que perdura a través de los años. No hay motivo entonces para concierto aparte. Digo esto no por mero prurito orientador, sino porque, de hecho, la asistencia de público al Real fue menor de lo que podía esperarse en circunstancias más favorables o simplemente normales.
Estreno de la 'Sinfonnía del mar'
Programa homenaje a Joaquín Turina en el centenario de su nacimiento. 'Rapsodia sinfónica', 'Sinfonía sevillana' y 'Danzas fantásticas'. Orquesta Nacional. Solista: Agustín Serrano, piano. Director: Benito Lauret. Teatro Real. 18 de marzo.
Acierto, y grande, la presentación de los dos primeros tiempos, acabados por Turina en versión pianística, de la Sinfonía del mar. Iniciada en 1945, al regreso de un viaje a San Sebastián -gravemente tocada la salud del compositor-, la que habría sido segunda sinfonía turiniana quedó interrumpida en medio de no pocas dudas y proyectos de reforma. De cualquier manera, se trata de pentagramas últimos de Turina, de importancia y belleza nada desdeñables, que Manuel Castillo, el tantas veces laureado compositor sevillano, ha orquestado con supremo acierto. Su trabajo, como todos los de este género, obligaba irremisiblemente a orquestas "a la manera de...". El acierto de Castillo ha sido que tal imperativo no se advierta gracias a la asunción del pensamiento y el estilo turiniano. Todo fluye con naturalidad en una solución perfectamente válida, cuya mayor o menor adivinación de lo que el autor habría resuelto pertenece al mundo del espiritismo.
Mensaje inconformista
Lo cierto es que estamos ante un mensaje plenamente turiniano, pero nada conformista. La presencia de lo popular y pintoresco, el concepto de cuando de género aliado con la técnica de la schola aparecen en la Sinfonía del mar mucho más diluidos que en obras anteriores. Si existe un leve programa literario como intención oculta de Turina, el resultado se mueve en los límites de lo objetivo, conciso y efusivo. El mar está visto en su mismidad antes que en la anécdota de sus orillas, y el juego mítico del Centauro, Minerva y la gitana no pasa de mero pretexto o punto de partida. Campea, en cambio, un sentimiento neorromanticista, mucho más introvertido y menos colorista que el de La procesión del Rocío o la Sevillana, y se impone a lo largo de los dos movimientos, perfectamente estructurados (un lied y una sonata), una real voluntad de moderación.Agustín Serrano, excelente pianista aragonés, nos deparó una versión rutilante, eficaz, superexpresiva y virtuosística de la Rapsodia sinfónica para piano y arcos, directo compromiso turiniano entre lo andaluz y un romanticismo casi cinematográfico.
En las dos obras, así como en las Danzas fantásticas y la Sinfonía sevillana -tan bien comentadas en el programa de mano por García del Busto-, el director Benito Lauret llevó a cabo una labor minuciosa y responsable, tocada de gran fuerza incisiva y poder de comunicación. Sus versiones, hondamente sentidas y explicadas con claridad, fueron acogidas con aplausos entusiastas, que Lauret dedicó a Joaquín Turina y a su orquestador, Manuel Castillo, así como a los profesores de la Orquesta Nacional.
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