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Escepticismo ante las elecciones legislativas de hoy en Colombia

Más de catorce millones de colombianos se encuentran en edad de votar. Si hoy acude a las urnas uno de cada tres, será un récord histórico para unas elecciones no presidenciales. Los millares de coches que a última hora del viernes taponaban la autopista que sale de Bogotá hacia el Norte eran un presagio de que tampoco esta vez el electorado ha sido permeable a los argumentos de los políticos. Más o menos, lo mismo que viene ocurriendo en los últimos veinticinco años.

Poco parece importar que todos los cargos representativos del país, del presidente para abajo, se elijan en estos comicios: 112 senadores, 199 representantes en la Cámara, más de cuatrocientos diputados de asambleas provinciales y casi 9.000 concejales. Nadie espera que se alcancen los 4 millones y medio de votos (33%).Los políticos han tratado de incentivar el voto con el carácter constituyente que va a tener el próximo parlamento, al que corresponderá reformar a fondo una constitución que el actual presidente, Julio César Turbay, ya enmendó en 1979 con métodos parlamentarios tan poco claros que motivaron una sentencia de nulidad del tribunal supremo. Este vacío constitucional deberá ser cubierto por las nuevas cámaras.

Al margen de la importancia que tienen estas elecciones, la clase política las considera como un termómetro de lo que puede ocurrir el próximo 30 de mayo, cuando los colombianos sean citados nuevamente a las urnas para elegir al presidente de la nación.

En circunstancias normales, las únicas dudas residirían en saber qué margen de ventaja obtienen los liberales sobre los conservadores y si el conglomerado que forman socialistas, comunistas y el colectivo firmes es capaz de superar el 5% de los votos emitidos.

El 'nuevo liberalismo'

La aparición del nuevo liberalismo, capitaneado por Luis Carlos Galán y disputando los votos al liberalismo oficial, representado por el ex presidente Alfonso López Michelsen, abre unas nuevas perspectivas en el desencantado panorama colombiano, demasiado habituado a la compra-venta de votos y cargos públicos, en los que se suceden los mismos apellidos.Las últimas elecciones muestran que los electores liberales suman más del 50% de los votos por un 37% de los conservadores. Pero éstos se presentan unidos, en tanto que los liberales aparecen con dos cabezas en la cúpula e infinidad de subdivisiones para el Senado, la Cámara o los ayuntamientos. Sólo en la capital, hay una decena de listas liberales para el Parlamento, apoyadas algunas por los candidatos presidenciales otras por libre y varias más denunciadas como fantasmas.

Este galimatías preelectoral favorece sin duda a los conservadores, que se convertirán en la minoría mayoritaria en las cámaras y que, de mantenerse la situación actual, tienen grandes posibilidades de llevar a la presidencia a Belisario Betancourt, un abogado gris de 59 años, ex ministro de Trabajo y ex embajador en España, que tiene como principal política su constancia. No es una casualidad que sea esta la cuarta vez que intenta ser eIegido presidente de su país. La última, en 1978, perdió frente a Turbay Ayala con un apretado margen de 116.000 votos.

En las filas liberales, el ex presidente López Michelsen, de 68 años, se presenta como el candidato legítimo, designado por unanimidad en una asamblea de partido a la que sólo acudió la mitad de los compromisarios. Michelsen cuenta con el apoyo del aparato liberal, incluido el actual Gobierno. El gran capital financiero, las multinacionales norteamericanas y las fortunas ligadas al narcotráfico respaldarían su candidatura.

Su intento de relección (fue presidente de 1974 a 1978) constituye algo insólito en las últimas tres décadas de Colombia, aunque con ello no haga sino tratar de repetir lo que ya consiguíó su padre, el presidente López Pumarejo, en los años cuarenta. López Michelsen se ofrece como el único candidato capaz de lograr la paz en su país.

Su programa incluye novedades como el divorcio, que le ha ganado la enemistad de numerosos obispos, y la anulación del artículo 120 de la Constitución, una curiosa fórmula llamada Frente Nacional, que obliga al partido ganador a compartir el Gobierno con el perdedor.

Corrupción

El nuevo liberalismo de Luis Carlos Galán, de 38 años, ex ministro de Educación, aparece como una opción renovadora para un partido gastado por la corrupción y la venta de cargos. Muchos de sus candidatos surgen a la escena política por primera vez, y cientos de jóvenes estudiantes han cargado con el peso de la campaña. La lucha contra la corrupción y la miseria son los dos mensajes más repetidos por su líder.Lo que parecía una formación circunstancial para frenar la reelección de López Michelsen se ha convertido, en menos de seis meses, en un partido político real, con vocación de continuidad.

Si el nuevo liberalismo alcanza hoy esa barrera del millón, quiere decir que a López Michelsen le quedarán menos de dos millones de votos, lo que le convertiría en probable perdedor. Si se verificara este hecho, se da como segura su retirada de la carrera electoral en favor de un tercer candidato de unidad.

Galán ya ha anunciado que él, en cualquier caso, seguirá adelante frente a López Michelsen o frente a cualquier otro.

En las filas de los dos partidos tradicionales, Galán es el único que no admite en su campaña donaciones superiores a los 100.000 pesos (180.000 pesetas), para no crear condicionamientos políticos, y es también el único que no compra papeletas de voto a cambio de cajas de cerveza o botellas de aguardiente, práctica habitual en el campo colombiano.

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