_
_
_
_

Todo era desapacible

El viento, el frío, los toros, todo era desapacible en la corrida inaugural. Los picadores, con sus lanzazos traseros, aún eran más desapacibles; alguno merece un capón. Gregorio Tébar (antes El Inclusero) y El Macareno, a quienes rondó la cogida, lo pasaron mal. El público también lo pasó mal, y ahora está a aspirinas.Lo de Guardiola, hoy Hernández, salió tirando viajes. Toros cinqueños, no excesivamente grandes, con la seriedad y el trapío que exige esta plaza, hicieron pasar ratos de angustia a los toreros y a la afición atenta. Estremece recordar cómo tomó el capote el segundo: en la primera embestida, un gañafón terrible; luego, otro, y al tercero, El Macareno que pierde la compostura y se arroja de cabeza al callejón.

Plaza de Las Ventas

Corrida inaugural. 7 de marzo.Cinco toros de José Hernández, cinqueños, con trapío, broncos. Quinto, sobrero, de San Román, bien presentado, flojo y manejable. Gregorio Tébar: Dos pinchazos bajos y dos descabellos (silencio). Pinchazo, metisaca y media bajos y cinco descabellos (silencio). El Macareno: Pinchazo y media atravesada (silencio). Cuatro pinchazos y dos descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda). José Luis Palomar: Media trasera (ovación y salida al tercio). Estocada y cinco descabellos (silencio).

Los subalternos bregaron entre sobresaltos con este toro que sabía latín, y su jefe, artista sevillano él donde los haya, supo resistir como un legionario la tentación de pasárselo por la faja. Claro que otra cosa habría sido de locos. En su siguiente intervención le cambió la suerte y se encontró con un sobrero más apacible y noble, al que toreó con gusto. Planteó bien la faena, en los terrenos precisos, y consiguió series cortas de redondos y naturales, citando de frente. Aguantaba sereno las embestidas, acompañaba con la cintura, corría la mano, templaba en la circunferencia del pase, y llegó a intercalar trincherillas y ayudados. Había calidad. No había continuidad, pues la rompía el toro, que era de condición tardo. Aunque no alcanzó el éxito, entre otras razones porque mató fatal, El Macareno sigue con buen cartel.

Otro toro manejable fue el tercero, al que lidió estupendamente José Luis Palomar. Lo recibió con recios lances a la verónica. Y quiso que el tercio de varas se hiciera a conciencia, con lo cual ofreció el verdadero espectáculo de la lidia, donde se pudo apreciar con exactitud la pujanza y la bravura del animal, que se arrancaba espectacularmente de largo, pero se iba suelto al sentir el castigo. Este tercio dio ocasión a los espadas a competir en quites. He aquí por qué es fundamental el primer tercio y por qué la afición exige que el nuevo reglamento contemple lo de las tres varas mínimas.

Palomar banderilleó sin lucimiento y con la muleta cuajó varias series de derechazos valentones. Una vez se echó el engaño a la izquierda, y el toro le pegó tal colada que de poco lo parte en dos. El enjuto diestro soriano se arrepintió en el acto de su audacia y volvió a los derechazos. Al sexto como era un inválido, apenas le pudo torear. Y además hacía un frío que pelaba. Para entonces, los de la arena y los de la piedra teníamos puestas nuestras ilusiones en el cafelito.

El peor lote le correspondió al señor Tébar. Toreó bien de capa al que abrió plaza, y con la muleta intentó sacarle partido, sobre todo con la izquierda, pero sin resultado, pues le embestía incierto y con la cara alta. En el cuarto logró algunos derechazos entre acosones, por no dar la adecuada distancia. Cuando resolvió llevar el toro al tercio, instrumentó tres redondos rematados con un torerísimo ayudado por bajo a dos manos que la afición no agradeció demasiado. El ambiente era severo, que por algo estábamos en la primera plaza del mundo.

No hubo severidad para los picadores, que picaban trasero. Aquello, en vez de picar, era asesinar. Varias de las caídas de los toros se debieron a esa carnicería infame. Hubo puyazos que penetraban como barrenos, en mitad del espinazo, y algunos quedaban más próximos del rabo que del testuz. Alguien tiene que darles un capón a estos matarifes; si no, se van a cargar la fiesta con la facilidad con que dejan los toros para el arrastre.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_