La reactivación del partido comunista y la regulación de los sindicatos, objetivos principales del régimen militar polaco
El Palacio de la Cultura y la Ciencia, con sus 234 metros de altura 817.000 metros cúbicos de volumen, es el edificio más grande de Varsovia y alberga cuatro teatros, tres cines, dos restaurantes, un night-club y varios museos. Extra ña mezcla entre el Partenón y el Empire State Building, este edificio, que sin duda figurará en las antologías del kitsch o del mal gusto arquitectónico, fue regalado Polonia por la Unión Soviética en los últimos años de Stalin.Con su abrumadora presencia en la geografía urbana de Varsovia, el Palacio de la Cultura sirve de perfecto recordatorio de la vecindad de la URSS, que ha dona do a Polonia bastantes más cosas que esta singular construcción. Desde que el Ejército Rojo liberara Polonia de los nazis en 1944 hasta la visita efectuada esta semana a Moscú por el general Jaruzelski, pasando por la inspiración del sistema político, la ayuda económica o la fijación de la frontera occidental en la. línea Oder-Neisse, la Unión Soviética ha tenido una influencia decisiva en las últimas cuatro décadas de historia polaca.
Cuando Jaruzelski finalizó el pasado martes su primera visita fraternal a la Unión Soviética desde la implantación del estado de guerra en Polonia, hace casi tres meses, expresó su total acuerdo con el Kremlin en dos puntos básicos: la necesidad de reforzar el papel del partido comunista polaco como guía de la sociedad y la de regular la futura actividad sindical por cauces que no supongan un desafío al sistema político. "Polonia es y seguirá. siendo un Estado socialista", afirmó rotundamente el general Jaru2:elski.
El Partido Obrero Unificado de Polonia (POUP, comunista) se formó a finales de 1948, de la fusión del Partido Obrero Polaco y del Partido Socialista Polaco, sobre bases claramente estalinistas. En la época de Boleslaw Bierut como primer secretario se creó la burocracia y el aparato ortodoxamente marxista-leninista, que todavía tiene un poder importante dentro del partido.
En las etapas de Gomulka y Gierek, hasta llegar a las huelgas de agosto de 1980, el POUP fue perdiendo implantación en la sociedad polaca y se sumió en un proceso de fragmentación y rivalidades internas que se acentuó a lo largo del año pasado y que aparentemente continúa, tras la celebración de un congreso extraordinario en julio de 1981 y de una sesión plenaria del comité central a finales de febrero, después del golpe de Estado de Jaruzelski.
El poder del 'aparato'
El profesor Wojciech Lamentowicz, que abandonó el POUP un día después de la intervención militar y que era uno de los más destacados miembros del movimiento renovador dentro del partido conocido como Estructuras Horizontales, ha llegado a la amarga conclusión de que "el partido es imposible de reformar desde dentro o desde fuera".
En opinión de Lamentowicz, los aparatos del partido y de la seguridad del Estado son los auténticos detentadores del poder en Polonia y muy pronto desplazarán al Ejército. "Para hablar con lenguaje de Orwell, yo diría que hay un partido "interior" y otro "exterior". El "interior" está formado por el aparato y unos pocos activistas que ahora, con el estado de guerra, tienen la ocasión de recuperar el poder perdido en los últimos años. Bajo el biombo del Ejército, el antiguo aparato del partido, del Estado y de los servicios de seguridad va a volver al poder".
En su despacho de Trybuna Ludu, la periodista Anna Pawlowska, considerada como uno de los más claros exponentes de la línea dura y estalinista del POUP, afirma que la implantación del estado de guerra era una necesidad, que los estatutos del partido son los más democráticos de los partidos comunistas del mundo" y que la tarea esencial del POUP debe ser la de recobrar la confianza de la sociedad. Desde el 13 de diciembre, añade, toda la actividad del partido se condensa en un lema: estar cerca de la gente".
Niega Pawlowska que haya facciones en el POUP, aunque sí variedad de opiniones. "Durante el último año y medio el partido ha librado una lucha tan dura para salvar el socialismo en Polonia que no ha podido producirse un fraccionamiento en nuestras filas. De haber sido así, esto sería hoy otro régimen o, por lo menos, sería un país que no habría resuelto sus problemas por sí mismo".
Los dogmáticos del POUP, abiertamente prosoviéticos, entre los que destacan figuras como Tadeusz Grabski, Stefan Olszowski y Stanislaw Kociolek, y entre quienes no existe unanimidad a la hora de plantear su estrategia, han hecho circular un documento en el que plantean como tareas básicas "aplastar la contrarrevolución y depurar el partido de todos los elementos revisionistas".
Los liberales o moderados en el seno del partido, como Hieromin Kubiak, han sufrido duros ataques del ala dura, al igual que la tendencia representada por el primer secretario del POUP, general Jaruzelski, y el viceprimer ministro, Mieczyslaw Rakowski. El profesor Lamentowicz cree que los moderados no podrán hacer nada dentro del POUP sin apoye exterior, y piensa que figuras como Rakowski han perdido el apoye, tanto del partido como de la sociedad, que se han esforzado en demostrar que no son dogmáticos, pero que han respaldado el golpe de Estado y que a largo plazo no podrán hacer nada.
Futuro sindical
Desde los primeros momentos de la intervención militar del pasado 13 de diciembre, las autoridades polacas dejaron bien, claro que el movimiento sindical sería reconducido por caminos bien distintos de los emprendidos por Solidaridad.
El marco en que deberán desenvolverse los futuros sindicatos fue definido el pasado 21 de febrero en un documento elaborado por la comisión de asuntos sindicales que preside el viceprimer ministro, Mieczyslaw Rakowski: el movimiento sindical en Polonia deberá respetar estrictamente en lo sucesivo el orden legal y la propiedad social de los medios de producción, reconocer el papel de "guía de la sociedad y dirigente del Estado" del partido comunista, trabajar en pro del refuerzo de las alianzas internacionales de Polonia y abstenerse de toda actividad política.
La tentación del régimen militar de convencer a Lech Walesa para que dirigiera un nuevo sindicato Solidaridad en versión descafeinada, es decir, sujeta a este marco legal que se aprobará próximamente en la Dieta, parece descartada ante las negativas del líder sindical. Desde su lugar de reclusión en las afueras de Varsovia, Walesa parece haber resistido todas las presiones, aunque tampoco ha hecho un llamamiento a la confrontación directa con el régimen. Sus esperanzas de asistir al bautizo de su séptima hija, María Victoria, previsto inicialmente para el domingo que viene, se han desvanecido y continuará encerrado mientras la ceremonia se atrasa indefinidamente.
Por su parte, Zbigniew Bujak, presidente de Solidaridad en Varsovia, que logró escapar de la policía y vive en la clandestinidad, ha calificado de inaceptables las propuestas del Gobierno sobre los futuros sindicatos, que serían "marionetas del Gobierno". "El único camino que nos queda es luchar por la restauración de Solidaridad". Bujak ha hecho un llamamiento a la creación de estructuras sindicales clandestinas, a la espera de mejores tiempos. De la primavera.
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