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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los tártaros

Uno de los mejores artículos presentados este año al premio González-Ruano era El desierto de los tártaros, de Máximo, sobre una idea/novela de Dino Buzzati, según la cual hay un ejército que vive, crece, prolifera y se endurece en un castillo/ fortaleza, a la espera de unos hipotéticos e hiperbóreos tártaros que van a atacar al cún día. Máximo y Dino Buzzati creen que los tártaros no existen, no creen en los tártaros, porque ellos son dos inteligencias lógicas y lúcidas. Pero los tártaros ya están ahí, aquí. Son los currantillos, los de la boina, la horda y la hidra que sólo existe en los editoriales de porcelana y que, según reciente rumor, en seguida desacreditado por el buen sentido del Ejército y sus servicios de inteligencia, iban a "tomar los cuarteles" con -supongo- palos, escobas, aspiradoras de la santa esposa, cafeteras moulinex, minipimers, cubitos del comecocos, utilizados como armas arrojadizas, y otras armas peatonales del personal, los piernas, los parias, los parados y los de la cola del Guernica. Calvo-Sotelo, al cumplir un año de Gobierno, ha dicho que lo tiene claro por todos los taxis de Madrid (el taxi es mi único mass/media, ya que siempre llevan la radio a todas aspirinas):-No somos una democracia vigilada.

No somos una democracia vigilada, don Leopoldo, pero ahí están los tártaros de Barajas pueblo, que anoche estuve con ellos de conversa. Doce mil madrileños periféricos bajo el relámpago plata de los aviones, sin escuelas ni servicios, mal comunicados con Madrid, con unos depósitos de Campsa apenas vigilados, que si no vuelan es porque Dios -el Dios de los tártaros- no quiere. Los doce míl tártaros de Barajas, que estos días han estado de carnaval, cualquier tarde, después del curro, se lanzan a la conquista de Madrid, vestidos de Pierrot, y acaban con los cuatro millones de madrileños y transeúntes. El Parque Municipal de Bomberos debiera proveernos de mangas de riego o algo para defendernos de los tártaros, la francesada, los rojos o lo que venga. Somos una democracia amenazada, pero no por la cosa fáctica, como dicen los desestabilizadores/intoxicadores de oficio o interinos, sino por los empleados de Banca, que han desconvocado su huelga y cualquier lunes optan por la lucha aririada, en plan polimili, atacándonos con sus máquinas sumadoras y sus bolígrafos. También estamos muy amenazados por los jesuitas, que se han vuelto tártaros y pueden empezar a cristazos y loyolazos contra las señoritas guardias, un suponer. Se dice que vuelven los trolebuses, pero no se aclara si son trolebuses de La Sepulvedana, como los que usó Tejero. ¿Por qué no se puede tomar el Congreso con trolebuses? Aquí parece que se puede todo. Luego está la grúa municipal, que en un Ayuntamiento socialista hay que suponer que la manejan a distancia desde Moscú, como la tele. Los jóvenes de Tetuán de las Victorias han alquilado unas cámaras de cine viejas y están haciendo sus propias películas. Luego alquilarán ametralladoras de cuando la guerra de la Independencia, en el Rastro, o su espada de piedra a Narváez u otro general de estatua, y pueden tener la democracia a raya. También hay en la Casa de Campo una tienta de vaquillas. ¿Y si son vacas resabladas que entran por la Gran Vía en unos sanfermines sangrientos como los del 36? Taziana Fisac quiere traducirnos al chino a todos los escritores españoles. Otra vez el peligro amarillo, o sea, los tártaros.

Perdone, don Leopoldo, pero somos una democracia vigilada y amenazada. Los tártaros funcionarios, maletillas, periféricos, capas, vaquillas y donnas-del-rulo-vecinal pueden tomar los cuarteles en trolebuses La Sepulvedana de Tierno Galván. ¿Quién nos defiende de los tártaros, teniendo en cuenta que los tártaros somos nosotros? Sólo Tejero nos habría salvado de nosotros mismos.

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