_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La amenaza de los medicamentos

Tomando como base el dato de que gran parte de las 18.000 presentaciones farmacéuticas existentes en el mercado español están obsoletas, parece razonable la petición de una revisión a fondo del registro de medicamentos para retirar del mercado aquellos que sean ineficaces. El sistema español de farmacovigilancia no está a tono con las necesidades reales de la sociedad española.

En las últimas semanas, el tema del consumo de medicamentos ha ocupado más espacio del habitual en la Prensa escrita. El caso de especialidades farmacéuticas particulares, como el Frenadol; la lista de medicamentos esenciales de la OMS; en general, el fuerte consumo de farmacia de nuestro sistema sanitario, son temas que preocupan al ciudadano. Las autoridades sanitarias encargadas del tema declaran una y otra vez que no hay problema, que no hay por qué alarmarse y que quien denuncia algo a la Prensa «busca promoción, publicidad, escándalo» (declaraciones de González Oti, director general de Farmacia y Medicamentos, en EL PAIS del 13 de diciembre de 1981).España es el país europeo que más gasta por persona en medicamentos en relación a su renta per cápita. Las causas de este consumo elevado hay que buscarlas en las deficiencias de nuestra asistencia médica primaria, pues más del 80% de los medicamentos es consumido a través de la Seguridad Social. En el mercado farmacéutico español existen más de 8.000 especialidades farmacéuticas (marcas comerciales), con casi 18.000 presentaciones. Estas especialidades están constituidas por más de 4.000 principios activos diferentes. Diversos estudios indican que no más de un 55% a un 60%, según los autores, de estas especialidades tendrían un valor terapéutico elevado o relativo, es decir, sirven para algo. Cada autor da también sus cifras sobre las especialidades farmacéuticas de valor nulo (es decir, que no sirven para nada, pero al menos no hacen daño) o intolerables (es decir, que pueden producir más perjuicios que beneficios). Estas cifras oscilan entre el 20% y el 40%, según los estudios.

Especialidades obsoletas

Una gran parte de las especialidades farmacéuticas existentes en nuestro mercado farmacéutico son obsoletas. Mientras en España hay 8.107 especialidades en el mercado, en Dinamarca hay 1.622, en Noruega 1.040 y en Suecia 1.620. En los últimos años, la Organización Mundial de la Salud ha publicado una lista modelo, denominada selección de medicamentos esenciales, que incluye unos 250 productos considerados modelos de grupos farmacológicos. La lista de la OMS ha sido calificada de tercermundista por la industria farmacéutica. Curiosamente, González Oti, en las citadas declaraciones a EL PAIS, coincidía con esta opinión. Debemos hacer notar, sin embargo, que los países de economía libre, en los que la oferta de medicamentos se acerca más a los criterios de la OMS son los países escandinavos. Por el contrario, en algunos países europeos, entre los que se encuentra España, y sobre todo en países como Arabia Saudí, Ghana, Guatemala o Bangladesh, en donde. el número de especialidades en el comercio es más elevado. Además, no se ha demostrado nunca que la circulación de un número elevado de fármacos dé lugar a beneficios superiores para la salud del público que una oferta más razonable. Al contrario, un número elevado de fármacos puede producir más confusión a todos los niveles de la cadena terapéutica (médico, farmacéutico, usuario) y constituir un malgasto de recursos humanos y económicos. Es, por tanto, urgentemente necesaria una revisión a fondo del registro de medicamentos en nuestro país que retire los productos obsoletos, ineficaces e irracionales.

Es bien sabido que los medicamentos son productos extraños al organismo, y como tales pueden producir efectos indeseables o reacciones adversas; por fortuna, para muchos de ellos los efectos beneficiosos son muy superiores a los efectos indeseables. Pero también es cierto que cualquier medicamento que posea verdaderamente actividad farmacológica puede dar lugar a efectos tóxicos de mayor o menor gravedad. Ello implica que la toma de cualquier medicamento, en cualquier situación, conlleva un riesgo que debe ser comparado con los beneficios que se pueden obtener con su ingestión. Así, sería lógico correr un riesgo mayor en el tratamiento de una enfermedad grave, potencialmente mortal, que en el control de síntomas menores asociados a una gripe o a un resfriado.

Cuantificar los efectos adversos

Puesto que se han descrito muchas reacciones adversas diferentes atribuidas a la práctica totalidad de los medios, es fácil encontrar en libros y revistas médicas frases sueltas que citan estos efectos indeseables y que, dadas en su contexto, pierden el sentido que originalmente tenían. Pero la mejor manera de evitar la demagogia o el alarmismo innecesarios, del escándalo, o lo que González Oti llama insultos, es contar con un sistema que cuantifique de manera adecuada los efectos adversos. Dice el citado que en este país hay una normativa de farmacovigilancia según la cual los sanitarios «tienen la obligación de denunciar cualquier efecto nocivo de un producto», y más adelante, que «no se produce, en cambio, ningún tipo de denuncia», lo que equivale a decir que en España no hay efectos indeseables por medicamentos, lo que equivale, en definitiva, a negar la evidencia y a favorecer el alarmismo. La lectura de estas declaraciones a un grupo de cuarenta médicos en un curso sobre farmacovigilancia organizado por nosotros dio lugar a una carcajada general, que se trocó después en comentarios de amargura. Es incomprensible que cuando un artículo en la Prensa ha criticado un medicamento de elevado volumen de ventas, el subdirector general de Control Farmacéutico, Nazario Díaz López, manifieste que «no existe el menor atisbo en nuestro sistema de farmacovigilancia que haya suscitado alguna comprobación sobre efectos secundarios», cuando el sistema de farmacovigilancia español sólo existe sobre el papel del Boletín Oficial del Estado desde 1973, pero no se ha realizado hasta ahora una sola actividad práctica de detección de efectos adversos producidos por medicamentos.

Defectos en la oferta

La oferta de medicamentos en España tiene graves defectos y debe mejorar por una revisión del registro. La información sobre medicamentos debe ser puesta en manos de grupos independientes por parte de la Administración, si lo que se desea es que los médicos prescriban mejor, los farmacéuticos dispensen mejor, y los usuarios se automediquen mejor. Los programas de farmacovigilancia deben ser estimulados y apoyados por la Administración. Los que trabajan en este campo deben dejar de ser considerados como unos instigadores de escándalos o, en el mejor de los casos, como investigadores idealistas. Si todo esto no cambia, siempre se podrá alarmar al ciudadano con un artículo relativamente indocumentado, con una información sobre hechos anecdóticos, que en último término crean la desconfianza en unos productos que, bien utilizados, pueden ser convertidos en verdaderas herramientas para la salud.

Este artículo lo suscriben, además de Joan-Ramón Laporte Miguel Porta y Dolors Capella miembros todos ellos de la División de Farmacología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona, del Institut Catalá de Farmacología y del Drug Utilization Research Group, de la Oficina Regional Europea de la OMS.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_